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Laboratorio Disonancia

Compartir el aprendizaje en espacios de curiosidad

Laboratorio Disonancia es un colectivo transdisciplinario integrado por Patricio Dalgo y Jorge Vásconez. Fundado en Quito (Ecuador) alrededor de 1997, como un proyecto de experimentación sonora. A partir del 2008 se consolida como un colectivo dedicado a la experimentación electrónica (analógica), tanto desde lo sonoro como lo visual en sus distintas gamas de posibilidades, enfocándose en el desarrollo de proyectos que combinan experimentación, acción artística, tecnologías y conocimiento abierto.

Juntos, Dalgo y Vásconez exploran e integran elementos de las artes, y la tecnología casera, proponiendo la reutilización y el reciclaje de objetos en desuso como material de experiencias, a la vez que fomenta procesos que priorizan la creación y búsqueda experimental en recursos no convencionales.

Laboratorio Disonancia

Anamaría Garzón: ¿Qué los impulsa a conformarse como colectivo?

Patricio Dalgo: Creo que fue ir enfocándonos en ciertos sentidos, en la idea de compartir los conocimientos, compartir las cosas que nos dan curiosidad, que es algo que sigue siendo una parte fundamental del laboratorio. En el devenir de los días, hemos tenido hallazgos que hemos querido compartir en nuestras experiencias. El laboratorio empieza entre 1997–1998, aunque no tenemos mucha certeza. Fue, a partir de intereses que venían más bien de una cosa subterránea y no de una movida institucional, y luego, con el tiempo, entendemos que también estas prácticas podrían formar parte de nuestra producción artística.

Jorge Vásconez: Empezamos a hacer un proyecto de experimentación sonora donde nos juntamos a dañar guitarras, teclados, a probar juguetes, a buscar sonidos...

LABORATORIO DISONANCIA en conversación con Anamaría Garzón Mantilla

PD: Tal vez era un pensamiento un poco adolescente y antiinstitucional no ser tan formales, que también puede tener que ver con no querer ser conocidos como banda, sino jugar en los eventos en los que nos hemos podido colar, que han sido desde bares, calles, conciertos más formales, e invitaciones como el festival de música contemporánea.

La idea de laboratorio Disonancia nace a partir de la inquietud por el nombre. Siempre nos poníamos nombres más payasos y en el momento en que nos cambiamos a Laboratorio para Investigación y Experimentación de la Disonancia, todo tomó un rumbo distinto; después de haber sido completamente informales y haber estado trabajando al margen, todo se volvió más formal. Quizás nosotros también nos lo empezamos a tomar más en serio y ahí viene este proyecto que es colaborar con talleres, compartir las cosas con otros proyectos, y luego decidimos compartir con niños.

Cuando planteamos esto no estábamos pensando trabajar con niños porque sea un público fácil, sino porque pensamos que para nosotros sería un aprendizaje enorme, porque dentro de la informalidad, la curiosidad y también todo el ímpetu que tiene la infancia, nos aportaban un montón a nosotros para generar nuevas inquietudes en cuestión al sonido, a cómo jugar y sacar cosas de ahí. Fue un súper proyecto.

Laboratorio Disonancia: Biocinema. Cortesía: Patricio Dalgo y Jorge Vásconez.

Fuera de la ciudad

AMG: ¿De dónde surge esta idea de las Derivas Sonoras?

PD: Hay varios ángulos desde los cuales vamos abordando eso. Lo primero es descentrar las prácticas de la ciudad y luego también, como no teníamos un afán mesiánico o de proyectos en comunidad para salvar a la comunidad, entonces pensamos en acercarnos a lugares donde nos gustaba estar y pasar el tiempo. Era una especie de show que va por los pueblos.

AMG: ¿Cuál fue el marco del primer evento que realizan?

JV: Hubo una convocatoria de un festival llamado: “Aviones de Papel, papelito nomás es” y propusimos hacer este proyecto con ellos. Había algunas opciones de locación y decidimos hacerlo en Puerto Quito.

AMG: En este proyecto de Derivas Sonoras hacen grabaciones del río, de las hojas, del entorno... ¿Cómo muestran el resultado? ¿Cómo les enseñan a los niños de esta comunidad a trabajar con sus materiales, a producir y cómo se presenta?

PD: Solemos utilizar varios recursos didácticos, el eje movilizador es experimentar, llevar varios juguetes y ver las posibilidades, y que luego la curiosidad de cada persona vaya generando una ruta para indagar. En el caso de Puerto Quito, creo que fue electroacústica, ya que los micrófonos piezoeléctricos son bastante sencillos de utilizar, de adquirir... Porque esa es otra parte importante, pensar en materiales de bajo costo, de manera que si alguien sigue interesado, pueda aplicar la experiencia y llevarla más allá del momento en que nosotros estamos ahí.

JV: Teníamos una sesión diaria, nos veíamos, conversábamos, mostrábamos algunos prototipos nuestros y luego empezábamos directamente con los chicos a construir con latas, con palos, con cuerdas, cosas así. Al final hicimos un disco de edición casera, que es lo que casi siempre solemos hacer con los laboratorios, y consiste en que los discos se quedan con los participantes; nosotros vivimos de la web e intentamos hacer una suerte de microdocumentales de la experiencia.

AMG: Hablemos de este interés en trabajar con bajas tecnologías, materiales de reciclaje, cosas que funcionan bajo la lógica de “hazlo tú mismo”.

JV: Pues, porque nosotros venimos de eso, de la precariedad: no teníamos computadora sino un piano electrónico que empezamos a intervenir para generar ruidos, y así descubrimos que con un micrófono piezoeléctrico, montado sobre una lata se puede construir un generador de sonido, o “instrumento”.

PD: Claro, pero también viene de nuestra propuesta: si nosotros lo podemos hacer, lo puede hacer cualquiera. Entonces es trabajar con los materiales que tengas a mano, porque esa idea del low tech y el high tech depende del contexto. Una vez escuchaba a alguien aquí que decía que hacía low tech pero usaba cuatro computadoras y seis proyectores. Claro, si lo relacionas con una producción europea o estadounidense, sí es un low tech. Dentro del low hay un terreno más low y es allí donde nos gusta ubicarnos, que no sea una cosa que pueda tornarse privativa o sesgada por cuestiones económicas.

AMG: ¿Y para qué enseñar esto?

PD: Para nosotros, esto también es un campo de experimentación constante, nuestras propuestas se basan en generar entornos de aprendizaje1. Llegamos como tutores y obviamente estamos en esas enseñanzas y aprendizajes en los diálogos que se generan. La idea es plantear un entorno de aprendizajes donde nosotros tenemos el rol de tutores y la gente que se involucra en los talleres son los aprendices, pero los procesos de enseñanza-aprendizaje son multidireccionales. Creo que empieza con alguna curiosidad nuestra, y luego utilizamos un montón de recursos para llegar a varias cosas; también tomamos mucho de la plástica, del dibujo, grabamos con cámaras, no son proyectos fijos.

AMG: ¿Qué viene primero, la forma que ustedes quieren o aprenden de lo que hay? ¿Salen a la comunidad y luego construyen?

JV: Solemos tener una idea que va modificándose en el camino, de acuerdo con cómo se van dando las cosas, muchas ideas van fluyendo del diálogo con personas y nos vamos conectando en sus propios proyectos, nos invitan a participar en sus cosas, y eso me gusta mucho porque siento que nos han recibido como amigos.

Laboratorio Disonancia: Cine a mano. Cortesía: Patricio Dalgo y Jorge Vásconez.

Ser un aprendiz

AMG: Ambos enseñan en espacios formales y, a la vez, en sus praxis, exploran espacios no tan formales. ¿Cuál es su postura política frente a lo pedagógico?

PD: Lo primero que pensamos políticamente es el rol del tutor. Al momento en que haces una tutoría, estás trabajando en coordinación con los aprendices, pero tú también empiezas siendo un aprendiz. Cuando vamos a un territorio, aprendemos un montón; y no es una cuestión demagógica, por ejemplo, cuando estás en Puerto Quito y se lanzan al río a nadar, por más que tú sepas nadar, eres un citadino que va a aprender cómo nadar y cómo manejarse en su contexto. Entonces no es una propuesta vertical sino siempre de diálogo y allí se da el entorno de aprendizaje, que funciona planteando unas herramientas, a ver qué se les ocurre ir haciendo, buscando la innovación, la parte lúdica, también la curiosidad y qué otro tipo de funciones podemos irle encontrando a estas situaciones. Otra parte importante es siempre utilizar recursos mínimos o irnos acoplando al contexto, con las cuestiones que podamos tener a mano, ir solucionando las cosas en el momento.

AMG: También es pensar esta metodología de experimentación como una cosa bastante libre, no llegar con guiones sino esperar a que algo acontezca con los materiales disponibles.

PD: Sí, es esta idea de “caldo de cultivo” que suena muy de laboratorio: generar un ambiente idóneo con algunas herramientas, va a resultar en experiencias que, en nuestros haberes, han sido bastante enriquecedoras para nuestra formación en el campo pedagógico. Yo estudié artes plásticas y, extrañamente, nunca te enseñan pedagogía, por más que todos terminamos enseñando de alguna manera en algún punto de la vida.

AMG: ¿Cómo pasaron de una experimentación basada en el sonido, en el ruido, a una experimentación con la imagen, a hacer cine casero?

JV: La idea era plantear una experiencia que no necesite de nosotros para ser entendida, entonces había cosas como audífonos o aparatos, juguetes donde, si querías, te colocabas y mirabas, jugabas con las diapositivas para proyectar, te subías a las sillas y pedaleabas, utilizabas los recursos sencillos que poníamos en sala, que podían tener un alto impacto de aprendizaje. Fue la experiencia de pasar este archivo a un lugar donde se pueda leer de otra manera, pero no fue un paso literal sino que lo adaptamos para que la experiencia fuera otra.

AMG: ¿Y qué creen que es lo que la gente aprende en sus proyectos o talleres de construcción de dispositivos, de generación de sonidos e imágenes?

PD: Creo que se trata del punto de abrir la curiosidad y fomentar que se puedan crear cosas o generar experiencias con recursos mínimos. Confiamos en que quede en las cabezas de las personas que se puede lograr hacer mucho sin la necesidad de una tremenda infraestructura, sea económica, institucional o cognitiva; sería como un momento de quebrar la cotidianidad.

De hecho, hemos visto algunas cosas de gente que ha encontrado soluciones a partir del modo de trabajo que les estamos planteando, de entender cómo funciona el dispositivo y construir uno o hacer alguna variación o modificación... Entonces, este tipo de intercambios terminan volviéndose inteligencias colectivas, son una puerta más, no un fin.