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Silvano Lora

De pueblo espectador a pueblo creador

18.08.2023

por Michelle Ricardo

La necesidad de eliminar cualquier vestigio de la ideología dictatorial lo llevó a convocar a intelectuales, poetas y otros artistas para llevar arte, cultura y pensamiento a los barrios periféricos de la ciudad, bajo una máxima que determinaría su producción cultural para siempre: cambiar el pueblo espectador por un pueblo creador.

Silvano Lora: “Réquiem para un Cayuco” (1992). Fotografía: Carlos E. de los Santos. Cortesía: Taller Público Silvano Lora.

Yo venía con un proyecto, con un plan, a sabiendas de que se podría combinar perfectamente el compromiso de artistas, de creadores, con el compromiso social y político sin perder la creatividad, la originalidad, la experimentación.

Silvano Lora: el compromiso del arte. [Documental; DVD] S.P.

En el Caribe, como en el resto de Latinoamérica, el dolor es una constante; nuestras historias se escriben entre sangre y resistencia. Resistir es la acción que lleva a la esperanza, eterna utopía que nos mantiene en movimiento. Hablar de Silvano Lora en República Dominicana es hablar de un personaje mítico, un héroe artista que quiso construir la utopía con arte y cultura.

Silvano fue producto de su tiempo: nació en 1931, al principio de la voraz dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y tuvo que marcharse al exilio (París 1955) por primera vez siendo un muchacho aún. En el extranjero se definió el ánimo de lucha que le acompañaría toda la vida, a la vez que tomó forma su quehacer artístico. Los atroces crímenes, la ejecución del dictador, la liberación de los presos políticos y la experiencia de gestión cultural y activismo político en Europa, marcarían las prácticas y el pensamiento de este artista.

Del ‘Movimiento Arte y Liberación’ al ‘Frente Cultural Constitucionalista’

La desaparición del dictador, para la nación dominicana, significó una oportunidad para la vida; luego de años de miedo, persecuciones y muerte, por fin la ciudadanía era capaz de congregarse sin temor. Este tiempo propició el escenario perfecto para el retorno, como bien lo expresó Silvano: “se vivió el fervor de una esperanza que se convirtió en utopía”1. Regresó con un plan que dejaba de lado el protagonismo artístico, pero creía en la sinergia entre arte y política para la transformación social y abogaba por una producción estética de vanguardia.

En aquel momento, el comunismo se abrió paso en el continente como una alternativa a los regímenes autoritarios. Silvano fue comunista toda su vida, desarrolló dentro del partido una plataforma cultural de pensamiento y creación desde la que articuló sus proyectos; allí también cultivó las relaciones humanas, así como conexiones sociales que le ayudarían en el desarrollo de cada iniciativa cultural futura.

El comunismo moldeó en Silvano la forma de hacer arte y de gestionar la cultura, y allí encontró la posibilidad del mundo nuevo. En este contexto nació el Movimiento Arte y Liberación (1962). Silvano, hombre carismático, mantuvo contacto con amigos y colegas durante su exilio. A su regreso, el reencuentro y la necesidad de eliminar cualquier vestigio de la ideología dictatorial lo llevó a convocar a intelectuales, poetas y otros artistas para llevar arte, cultura y pensamiento a los barrios periféricos de la ciudad, bajo una máxima que determinaría su producción cultural para siempre: cambiar el pueblo espectador por un pueblo creador.

El Movimiento Arte y Liberación tuvo varias intervenciones en barrios marginados de la ciudad, en donde se realizaron exposiciones, recitales, murales, cine fórums y presentaciones teatrales. El colectivo sacó a la luz tres manifiestos, que en palabras del propio Silvano significaron el compromiso del colectivo artístico. Siempre estuvo consciente del poder de las palabras y de la necesidad de pensar el arte, por eso, no solo se escribieron los manifiestos, sino que desde Arte y Liberación se teorizó sobre la función social del arte y del rol de los artistas en su sociedad, como lo muestra este fragmento del primer manifiesto:

«Nuestro gesto creador reflejará todo lo que nos conmueve. Somos sensibles a los bellos mármoles, al bronce y al champán, pero mucho más fuerte es la impresión que deja la miseria humillante a que someten al pueblo dominicano»[2].

La primera de todas las actividades del Movimiento definió una metodología de trabajo que sería replicada en las futuras intervenciones culturales gestadas por Silvano. En dicha actividad, se hizo un recital poético, una exposición, un mural in situ y diversos talleres para los comunitarios; fue una actividad multidisciplinaria, comunitaria, colectiva, inclusiva y pedagógica.

A pesar del éxito del Movimiento, este se vio forzado a la transformación tras el golpe de Estado a Juan Bosch (1963). Los integrantes fueron perseguidos por sus ideas y esto obligó a la dispersión. No es sino hasta 1965, en plena Revolución, y entendiendo el trascendental momento, que Silvano reagrupó parte del Movimiento y lo convirtió en el Frente Cultural Constitucionalista, o el comando de los artistas durante la guerra. Alfredo Pierre3 revela a Quisqueya Lora4 que su padre convenció a Montes Arache, líder revolucionario, para que apoyara a los artistas. Este aceptó y les proporcionó pinturas, papeles, pinceles y una casa que sirvió como base y taller creativo. El Frente salió a la luz con un manifiesto titulado “Nosotros somos también el pueblo”, en el que declararon su compromiso con los ideales de la lucha: “Nuestro arte es una categoría particular de la lucha armada. Porque la lucha armada no consiste solamente en el uso del fusil, sino también de las ideas que mueven el fusil”5.

En el Frente Cultural, los artistas crearon afiches, pancartas y murales usados para inspirar y motivar a la población y a los insurgentes en la lucha. Con esto unificaron y visibilizaron el discurso de la revolución. Esta experiencia colectiva marcó un paradigma en la práctica artística dominicana, pues por primera vez el arte dejó la exclusividad de los pequeños talleres de las élites y salió a las calles junto a los excluidos.

Durante la Revolución, se abrieron talleres de gráfica en donde artistas e interesados aprendían las técnicas; el único compromiso con el taller consistía en crear material gráfico que pudiese ser usado como inspiración o propaganda de la lucha constitucionalista. Este Frente realizó presentaciones de teatro, danza, recitales poéticos, noches de cine fórum en teatros y calles de las zonas constitucionalistas. Es importante aclarar que los combatientes de la Revolución del 65 en la República Dominicana, fueron, en su gran mayoría, jóvenes civiles —hombres y mujeres— que adquirieron conocimientos esenciales de batalla durante los meses de la lucha (abril-septiembre). La labor del Frente Cultural Constitucionalista fue trascendental, por motivar y fungir de escuela de pensamiento para los combatientes y acercarlos a la cultura.

La Bienal Marginal

Luego de la Revolución, Silvano estuvo once años en el exilio en Panamá, allí trabajó y gestó iniciativas culturales con discursos políticos. Su retorno al país ocurrió a finales de los años 70. Desde entonces, impulsó proyectos innovadores como encargado de la faceta cultural del Partido Comunista, que involucraron a intelectuales, escritores, otros artistas y jóvenes a quienes fue educando y formando en maneras de ser y hacer arte, ciudadanía y gestión cultural.

Bienal Marginal celebrada en el barrio de Santa Bárbara, Santo Domingo (1992). Cortesía: Taller Público Silvano Lora.

En 1990, Silvano realizó la primera versión de la Bienal Marginal. Esta tuvo dos propósitos esenciales: primero, ser una crítica a la exclusión clasista de la bienal estatal, que dejaba fuera a innumerables artistas, y segundo, evitar el desalojo de cientos de familias en el primer barrio marginal del país, Santa Bárbara. Se trataba de una comunidad en la periferia de la Ciudad Colonial, que en 1992 las autoridades buscaban eliminar para construir una avenida.

Silvano fue advertido de esta situación y puso especial atención al caso de un antiguo barracón ocupado por un puñado de familias en condición de hacinamiento. Como siempre, se movilizó de inmediato, aprovechó la coyuntura de la bienal estatal e invitó a los artistas que no fueron aceptados para que expusieran sus piezas en dicho barracón. Silvano, quien abrazó la estética del Arte Povera, creía fervientemente en la posibilidad de la creación sin importar recursos ni condiciones. Cuenta Loraine Ferrand, quien fue su pupila, que una de las enseñanzas esenciales del maestro fue dar algo a cambio a la comunidad, siempre. Todo aquel que trabajó con él debió aportar al bienestar colectivo, y este aporte, para los más jóvenes de sus adeptos, se tradujo muchas veces en ser multiplicadores de conocimientos o educadores populares. Los recursos para sus actividades salieron, no pocas veces, de su capital, del intercambio o trueque de sus obras por materiales y donaciones de amigos y colegas.

Bienal Marginal celebrada en el barrio de Santa Bárbara, Santo Domingo (1992). Cortesía: Taller Público Silvano Lora.

Si bien la experiencia previa con Arte y Liberación se convirtió en el modelo idóneo, en la Bienal Marginal comulgaron diferentes disciplinas artísticas, intelectuales, artistas consagrados, artistas nóveles y comunitarios en una gran acción política y cultural. Silvano desarrolló un proceso de trabajo basado en las conexiones humanas; su encanto ganaba adeptos adonde sea que fuese y su ejemplo motivó a cientos a seguir sus pasos, fue así como participaron en las seis versiones de la Bienal Marginal figuras importantes del circuito intelectual y artístico de todo el país.

Aquella primera versión con exhibiciones de artistas reconocidos y desconocidos, recitales, obras de teatro, performance, conciertos y talleres, puede ser la más grande intervención política de la historia dominicana que usó la cultura como medio de lucha y transformación, por eso el barrio Santa Bárbara todavía sigue allí.

En palabras de Silvano, la Primera Bienal Marginal buscó

“poner de relieve la capacidad creadora y de valoración estética que tienen los pueblos que viven en condición de pobreza, los hombres, mujeres y niños que a pesar de vivir en límite de las posibilidades de subsistencia conserva un potencial imaginativo capaz de sobreponerse a su entorno deteriorado. Al tiempo, plantear a artistas profesionales y aficionados el reto de producir obras y exponer sus creaciones en un ambiente no museístico donde debía imponerse —teóricamente— su valor indiscutible”6.

Protesta/performance contra la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América [7]

En la República Dominicana, la figura de los pueblos nativos ha sido tergiversada, la historia oficial mostraba la cultura nativa como sociedades débiles y sumisas al servicio de los conquistadores. En épocas recientes, diversos grupos trabajan en la reparación discursiva de nuestros ancestros aborígenes. Silvano fue un precursor en este sentido y una vez más usó el arte como medio para la protesta. En 1992, el país fue sede de la celebración de los 500 años del llamado “descubrimiento de América”.

Como núcleo histórico, el país recibió en la Ciudad Colonial las réplicas de las carabelas españolas que realizaron el viaje trasatlántico. Para el recibimiento de las embarcaciones se preparó un aparatoso evento en donde participaron autoridades nacionales e internacionales. Ese día, mientras las autoridades esperaban las naos, una pequeña canoa (cayuco)8 con dos hombres a bordo —Silvano y un amigo artesano (Pachiro)— se acercaban a las réplicas con frutas y flores. La acción interrumpió el suntuoso protocolo y movilizó de inmediato a las autoridades marítimas, quienes en un intento de interceptarlos volcaron la canoa, quedando a la deriva sus tripulantes. Ante este incidente, todos los presentes quitaron las miradas del acto y se concentraron en los hombres en el agua.

En palabras de Quisqueya Lora, esta acción “buscaba visibilizar a los vencidos, los pueblos originarios que fueron las grandes víctimas de este trágico encuentro. La acción se propuso hacer presente la voz de los nativos, silenciada sistemáticamente por los programas oficiales que entre España y República Dominicana se habían coordinado”9.

Silvano Lora: “Réquiem para un Cayuco” (1992). Fotografía: Carlos E. de los Santos. Cortesía: Taller Público Silvano Lora.

Esta acción trascendió la memoria colectiva del pueblo dominicano y se convirtió en referente y antecedente de la lucha decolonial dominicana.

Los proyectos anteriormente descritos no fueron las únicas iniciativas de este artista, Silvano recorrió todo el país, parte de Latinoamérica y Europa, sembrando semillas en muchos que hoy son replicadores de su forma de ser y hacer. Su máxima, “hacer del pueblo un creador”, cambió la forma de hacer arte en República Dominicana y abrió una posibilidad para muchas personas excluidas en nuestra sociedad. Silvano trascendió como sinónimo de lucha, integridad y solidaridad por los más necesitados. Invirtió todo lo que era en la creación de una sociedad más justa y equitativa para todas y todos, en donde las artes y la cultura fueron sus armas. Su legado es un eco que continúa formando creadoras y creadores en las bases del pueblo.

Bibliografia

Arte y liberación. Exposición. Manifiesto por un arte revolucionario 2. 20 octubre 1962. Archivo Silvano Lora.
Silvano Lora, “Primera Bienal Marginal”, Listín Diario. 1 marzo de 1992.
Quisqueya Lora, “Protesta/Performance contra la celebración del Quinto Centenario Del Descubrimiento de América 1992”. (Texto de exhibición) (2020).
Manifiesto, Frente Cultural. Colección Silvano Lora. Santo Domingo, 1965.
Aniova Prandy, “Silvano Lora: Arte, militancia y colectivismo”. Revista Plenamar (Agosto 2021). (Digital)
Diego Renart, “La Bienal Marginal: Silvano Lora y su bienal de todos”, Revista ONTO (1era edición). (Enero 2018) p.98.
Carlos Sangiovanni (director), Silvano Lora: el compromiso del arte. [Documental; DVD] S.P. (2007)