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La creación colectiva como forma de cuidado promiscuo

11.12.2022

por Antonieta Landa

La promiscuidad implica un cuidado indiscriminado que va más allá de la idea de cuidar solo de "los nuestros" [...] Rastrearemos prácticas de cuidado a través de intervenciones artísticas específicas de los colectivos Mujeres Creando (Bolivia), Delight Lab (Chile) y Etcétera (Argentina).

Desde el momento que nacemos hasta que morimos, requerimos realizar cuidados. Estos representan un aspecto esencial para la sostenibilidad de la vida, concretamente para la reproducción de los sistemas sociales y ecológicos. Sin embargo, estas tareas de cuidado han sido ignoradas y excluidas por los propios sistemas patriarcales, coloniales y capitalistas, debido a la invisibilidad tanto de sus sujetos como de los conceptos de interrelación e interdependencia que caracterizan nuestra relación con el mundo. En una evolución separada y disociada, han evolucionado en dos formas distantes: lo "privado" y lo "colectivo", al punto de ser considerados opuestos: sistema de salud pública o privada, educación pública o privada, etc. En este contexto, examinaremos el cuidado como un concepto poderoso y como una práctica política de reexistencia que puede ser aplicada estratégicamente frente a la desposesión y en defensa de la vida —entendiendo ‘la vida’ como todos los sistemas y redes animadas e inanimadas que la sostienen—[1].

Rastrearemos prácticas de cuidado a través de intervenciones artísticas específicas de los colectivos Mujeres Creando (Bolivia), Delight Lab (Chile) y Etcétera (Argentina).

Etcétera: "NEO-EXTRA-ACTIVISM Protocols for Buen Vivir" (2022). Cortesía: Vera List Center for Art and Politics.

En el año 2020, The Care Collective [Colectivo del Cuidado] publicó The Care Manifesto: The Politics of Interdependence [El Manifiesto del Cuidado: La política de la interdependencia], en el que acuñaron el término ‘cuidado promiscuo’[2]. El término se deriva de lo que los activistas y líderes gay escribieron y elaboraron durante la pandemia de sida de los ochenta y noventa, como el ensayo de Douglas Crimp “How to Have Promiscuity in an Epidemic” [Cómo tener promiscuidad en una epidemia], que argumenta que la promiscuidad salvaría a la comunidad gay en vez de destruirla. Precisamente a causa de la promiscuidad, se buscarían otras formas de intimidad segura más allá de la penetración, sería una intimidad basada en el cuidado. Aún más, la promiscuidad implica un cuidado indiscriminado que va más allá de la idea de cuidar solo de "los nuestros". Si el Estado asignara suficientes recursos para cuidar de las personas necesitadas, la gente se sentiría suficientemente segura como para no solo cuidar de sí misma sino también de los demás.

El enfoque del cuidado promiscuo va más allá de los patrones de parentesco para abarcar formas más amplias de cuidado en todas las esferas de la vida social, no solo en nuestras familias, sino también en nuestras comunidades, mercados, estados y relaciones transnacionales con humanos y no humanos.

El manifiesto subraya la importancia del cuidado como motor tanto de la economía como del Estado. Afirman que un gobierno solidario debería ocuparse de la alegría colectiva de todos sus ciudadanos en lugar de centrarse únicamente en los deseos individuales, validando la importancia de lo que podría llamarse "deseos colectivos", que han sido generalmente considerados como negativos. Para construir una ciudad más convivencial, el colectivo aboga por el reclamo de los espacios públicos como manera de crear lugares amables. Proponen también una agenda para el medio ambiente —la más urgente de todas—, ubicando el cuidado en el centro de nuestra relación con el mundo natural. Ante el dilema ecológico, en el que las soluciones individuales no son más que una forma de aliviar la culpa, quizá sea una oportunidad para demostrar la necesidad de pensar colectivamente. Ahora bien, si aplicáramos esta teoría al trabajo creativo colectivo como medio para reproducir y amplificar el cuidado promiscuo, ¿cómo se desarrollaría esto? ¿Cómo podemos utilizar la práctica artística como plataforma para enseñar y aprender nuevas relaciones sociales?

Por ejemplo, el trabajo de Mujeres Creando ha estado anclado en dinámicas barriales y comunitarias, especialmente en el contexto urbano de La Paz, aunque sus intereses y acciones también han abarcado comunidades y zonas rurales. Sus incentivos provienen del derecho a hablar con voz propia y a gestionar su propia imagen, derechos aún reprimidos por el neoliberalismo, el colonialismo interno, el patriarcado reciclado y el feminismo hegemónico. La idea de crear una comunidad se manifestó en una casa del barrio de Delicias, donde convivían mujeres de distintos orígenes: mujeres de la ciudad y del campo, mestizas, aymaras, quechuas, universitarias, amas de casa, madres solteras, lesbianas, etc. Juntas crearon la Despensa de la Abuela, que proporcionaba alimentos naturales al barrio; el Panal de las Abejitas, una biblioteca y espacio pedagógico para niños y niñas[3]; así como talleres de salud y alfabetización para un grupo de estudiantes de Achacachi. Esto trajo como resultado el surgimiento de una serie de movimientos estético-políticos basados en la horizontalidad.

A través de grafitis, publicaciones y performances, Mujeres Creando manifiesta su creatividad e imaginación política desde la colectividad como herramienta clave para desneoliberalizar, decolonizar y despatriarcalizar el aparato de producción de imaginarios que las ha subyugado históricamente. Combinan la necesidad de sobrevivir lo singular, lo propio (siempre que no sea propiedad), en una forma de creación colectiva a través de escrituras en grafiti que firman colectivamente. Algunos ejemplos de estas frases son: “Para ella la culpa, para él la disculpa”; “Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”; “No vengo de tu costilla, vienes de mi entrepierna”. El despliegue y la creación de estas obras teje una red de cuidados que está en el centro de todos sus procesos. Como comunidad, establecen redes para beneficiar al conjunto y servir al bien común. A través del arte y el activismo, penetran en el tejido social y desarman toda una maquinaria de sentidos visuales. Mediante performances y grafitis “siguen instalándose en los corazones de las desprevenidas y desprevenidos, llamando a la desobediencia, al placer, al amor, a la lucha a ser parte de nuestra vida cotidiana”[4].

Mujeres Creando: Acción callejera "Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista". Cortesía: Mujeres Creando.

Desde otra plataforma y enfoque, encontramos al colectivo Etcétera. Se trata de un proyecto que vincula a artistas y activistas de América Latina y Nueva York, estableciendo redes de comunicación entre artistas internacionales, activistas y comunidades locales a través de su investigación sobre la responsabilidad de empresas y Estados en casos de delitos medioambientales y violaciones de los derechos humanos. Con un enfoque en la noción indígena de sumak kawsay o ‘buen vivir’, su más reciente exposición en el Centro Cultural y Educativo Clemente Soto Vélez de Nueva York, NEO-EXTRA-ACTIVISMO Protocolos para el Buen Vivir (20 de mayo al 17 de junio de 2022), exploró la idea de vivir bien a través de hacer comunidad, extendiéndose a la producción de arte, cultura y conocimiento por medios no extractivistas. En esta exposición, el colectivo fungió como espacio para reunirse, compartir y organizarse en torno a temas urgentes en un esfuerzo por fomentar el sentido de comunidad. Se invitó al público a reflexionar sobre la pregunta “¿Cómo luce el 'buen vivir' en un entorno urbano?". Difuminando la idea de los límites territoriales, trabajan para encontrar alianzas e imaginarios compartidos que trasciendan las fronteras coloniales.

Ambos grupos desafían la estética Occidental, ya que no tienen nada que ver con la idea desde donde se concibe generalmente el "embellecimiento". Desde distintas trayectorias y estéticas, coinciden en el desafío de los patrones de poder hegemónicos, promoviendo el buen vivir como cosmovisión, como una forma de vivir que enfatiza la alegría, el placer, la justicia y la solidaridad. Es en su trabajo donde desarrollan una disociación de las estructuras canónicas, de su genealogía artística y de sus dispositivos creativos para sumergirse en el mundo de lo sensible, de lo no humano y, sobre todo, de la colectivización del conocimiento, donde la realización concreta es la de un individuo —"el artista"— pero se trata de una representación de lo común.

Otro ejemplo de activismo colectivo son los hermanos Andrea y Octavio Gana, que conforman el colectivo Delight Lab, que utiliza la técnica del video mapping en sus intervenciones. Sus proyecciones se hicieron virales en las redes sociales durante las intensas protestas y movilizaciones sociales ocurridas en Chile en octubre de 2019, cuando realizaron intervenciones lumínicas en puntos neurálgicos como la Plaza Baquedano o la Torre Telefónica de Santiago. Colectivamente, el espacio público sirvió como plataforma de contención, agrupación y lanzamiento durante la masiva explosión social. Había un eslogan popular en esa época: "No son 30 pesos, son treinta años", que hacía referencia a que la causa inmediata del despertar fue el alza en la tarifa del sistema de transporte público de Santiago, que entró en vigencia el 6 de octubre de 2019. El metro de Santiago se vio plagado de estudiantes que evadían el pago del pasaje. Posteriormente, una serie de manifestaciones masivas y fuertes disturbios estallaron en todo Chile, tomando la ciudad neoliberal como escenario de la revuelta.

Delight Lab: "No estamos en guerra" (2019). Fotografía: Gonzalo Donoso.

En este contexto, Delight Lab proyectó frases como “No estamos en guerra, estamos unidos”, “¿Qué entiende Ud. por democracia?”, “Chile despertó”, y “Por un nuevo país” en la Torre Telefónica, a una pocas cuadras de la Plaza Baquedano, rebautizada por la gente como Plaza de la Dignidad. Durante el "despertar chileno" y en respuesta a la brutalidad militar y policial, el colectivo proyectó siete consignas durante las siete noches que duró el toque de queda. Estos potentes mensajes se proyectaron sobre la ciudad en una poética que combinaba la monumentalidad con la evanescencia. Una poética que advierte que las artes contemporáneas no se definen por modos y retóricas predeterminadas, sino por una multiplicidad de recursos.

En el fondo, este gesto consiste en una reescritura de la ciudad en términos de revolución política, y se hizo al servicio de un proceso de sanación y catarsis colectiva. En el mundo moderno, la enfermedad se convierte en un sufrimiento singular, pero la enfermedad no es más que un cuerpo afectado en un entorno que le afecta; sanar significa reinstalar lo común en un cuerpo que ha sido marcado por la enfermedad, separado de la colectividad para curarse por sí mismo. Sin embargo, la herida es causada, en parte, por la opresión institucional y las experiencias de pérdida que residen en lo colectivo y están arraigadas en el inconsciente[5]. Mediante el uso de formatos masivos de la publicidad y el diseño, así como de la retórica de los movimientos sociales, Delight Lab utilizó el espacio público de la lucha con un eslogan que representaba el malestar colectivo.

No cabe duda de que la tipografía desempeña un papel importante en los tres colectivos, ya que es capaz de transformar las ideas verbales en imágenes visuales, potenciando así la legibilidad y la fuerza del mensaje, además de hacerlo más atractivo para el público.

Mujeres creando: Acción callejera "No se puede descolonizar sin despatriarcalizar". Cortesía: Mujeres Creando.

Al combinar la proximidad fonética, la articulación semántica y la imagen visual de forma que se garantice una mezcla de estos tres aspectos, se crea un dispositivo. Recuperar el reconocimiento a través del poder de la visualidad siempre será un acto político.

La incorporación de la colectividad en el acto creativo y la experiencia compartida establece el cuidado como un concepto respetable para todos los involucrados. Esencialmente, proporcionar un cuidado promiscuo se produce no solo en las relaciones íntimas, sino también en los entornos que habitamos y transitamos, fomentando así el apoyo mutuo en los espacios públicos. Esto refuerza la sensación de seguridad, facilitando así un mayor nivel de cuidado e interacción entre toda la comunidad. También hay una influencia muy fuerte del parentesco indígena, que reconoce y respeta la relación entre todos los seres vivos, incluido el medio ambiente, como forma de coexistencia, decolonizando así la idea del cuidado. En toda América Latina, la cosmovisión andina sigue impregnando las prácticas cotidianas y complejizando la noción de cuidado al enfatizar una relación integrada con la naturaleza, entendida como un espacio vital que no puede separarse de la sociedad. Así, la idea de interdependencia y cuidado humano se extiende también al cuidado de los "bienes comunes" de la naturaleza.