LA

ESCUELA___

Mis comienzos como artista fueron más bien tardíos y paulatinos. Mientras cursaba mis estudios de danza contemporánea en el conservatorio, me interesó la creación sobretodo de solos de corta duración a manera de ejercicios de expresión personal. A mis 20 años empecé a considerar la creación como una práctica reflexiva en donde forma y contenido generan conceptos y operaciones de creación y composición. Una década después, me atreví a postular a fondos y a producir mis obras.

La práctica reflexiva de la creación se desarrolló mientras bailaba en proyectos de otros coreógrafos, ocupación que aún me interesa enormemente y que sigo deseando y ejecutando de manera activa.

La práctica pedagógica no es mi principal práctica, sin embargo, facilito laboratorios y talleres que tratan de proponer ideas para pensar y explorar haciendo. No suelo transmitir métodos y conocimientos establecidos por la academia, ni técnicas de danza contemporánea en general. Mi práctica pedagógica se ha basado más bien en compartir intereses y preguntas, en facilitar y en proponer maneras de hacer, esperando que con eso pueda inspirar a otros.

En este sentido, creo que tanto dar como recibir prácticas pedagógicas es una buena manera para poner en perspectiva las prácticas individuales, invitarlas a ser vistas desde otro ángulo desde un contexto común. Esto permite reconocerse “fuera” de uno mismo y así poder sentir extrañeza respecto a lo que uno hace, lo que permite volver a acercarse y a “encontrarse”.

Si por práctica artística entendemos la dimensión estética que se genera a partir de la creación de conocimientos, claro, la práctica pedagógica puede ser entendida como una práctica artística. Pero si lo entendemos por lo que el público entiende, es decir, entenderla como un régimen de representación, creo que aún tendríamos que trabajar un poco en cómo expandir la noción de arte. Los intentos que se han hecho en los últimos años como la estética relacional, el arte participativo y la estética dialógica, por ejemplo, son un aporte para nuevos criterios de la experiencia estética que no esté sujeta a la experiencia de una obra de arte como objeto, sino como un campo de relaciones vivas que están activas y en construcción en el momento mismo.

También creo que si la educación la definimos como una práctica de transmisión y generación de conocimiento, creo que la experiencia de una obra de arte es una experiencia pedagógica en sí.

Gracias a una pareja cineasta que tuve entre mis 20 y mis 28, tuve mucho acceso al cine de autor. Con esa experiencia me di cuenta que tanto la danza como el cine son artes que trabajan con el tiempo. También aprendí mucho de Goddard, específicamente, cómo transmitir contenido a través de la forma. Por ejemplo, creo que en su lenguaje cinematográfico, Goddard no sólo cuestiona las convenciones por la que el cine se erigió (sobre todo Hollywood), sino que también propone formas de cuestionar la manera en cómo generamos contenido a partir de la relación imagen y sonido. También en su obra existen muchos pasajes en donde los actores desarrollan ideas a través de estrategias muy performativas. Esas tres cosas me enseñaron a tratar el contenido desde una perspectiva más abstracta y menos narrativa en el uso del tiempo lineal de una obra. Esas estrategias de Goddard me dieron confianza en el concepto y en cómo materializarlo en cuanto a la obra coreográfica. Creo que Goddard formó a muchos colegas de mi generación, dándonos herramientas que suscitan libertad para ser lúdicos y humorísticos.

Por otro lado, también aprendí mucho de los solos de Xavier Le Roy. Self Unfinished, pieza que vi apenas fue creada en los años 2000, particularmente me impresionó porque me enseñó a considerar la mirada y la percepción como componente importante en la experiencia de una obra de arte. En su solo Untitled tambien sentí que la percepción es tratada como un fenómeno cognitivo; más allá de tratarla como una oportunidad de pirotecnia y trucos visuales, Le Roy la explora en su estado bruto lo más cercana a la experiencia corporal. Para mí su trabajo es una suerte de ensayo filosófico del cuerpo, la escena y la mirada. En su trabajo no hay espectáculo sino preguntas y eso me parece muy bello.

Creo que la duda, el error, la intuición y la contingencia son super importantes en todo proceso, ya sea de conceptualización y/o de formalización. No sabría decir precisamente qué rol juegan, creo que aún no llego a un nivel de conciencia sobre mi práctica como para saber eso. Creo que por el momento solo estoy haciendo y no he hecho suficiente como para poder analizar tendencias de mi trabajo. Sin embargo, creo que la duda, el error, la intuición y la contingencia son nociones que pueden interferir mucho con el ego del creador, generando miedos sobre la duda y al error o generando desconfianza a la intuición. Entonces, lo que sí sé ahora es, con mis 47 años bien cumplidos, que estoy más tranquila conmigo misma que cuando tenía 30 años y que por eso, estas nociones pueden coexistir en los procesos porque ya no me dan (tanto) miedo, enseñándome mucho sobre a donde hay que mirar, cuando hay que detenerse para mirar y cuidar lo que se genera.

No tengo muy claro cómo organizar metodológicamente los procesos de trabajo. No sé si aún entiendo muy bien lo que es un método, y de cierta manera cuando he trabajado en torno a un método, el trabajo creativo se ha transformado en torno al mismo, dejando muchas veces el contenido de lado. Entonces, creo que puedo decir que no soy una artista de método. Incluso, cuando trabajo sola, muchas veces creo que lo que organiza mis sesiones de trabajo es no aburrirme con la experiencia de exploración y estudio, y no es que busque la entretención, pero creo que el sentirse interesada en algo pasa sin duda por sentirme viva y sorprendida por lo que hago. Entonces, creo que en ese querer vibrar, lo metódico pasa a segundo plano... Quizás podría decir que como método lo que sí hago es volver a leer, volver a hacer, volver a mirar, como una forma de sobre-escritura, para poder afinar y dirigir el trabajo hacia un lado más pensado.

En mis creaciones uso mucho la herramienta del score (en inglés), que sería como una partitura o tarea. Tratando de definirlo con mis propias palabras, un score sería una lógica de hacer y pensar, que entrega ciertas reglas de operatividad dejando espacio libre que sería ocupado por las decisiones del que lo hace. Un score permite que quienes lo realizan puedan interpretarla y operar con sus propias decisiones artísticas. Entonces, de esta manera, en una creación siempre hay un grado importante de colaboración, donde los colegas bailarines-performers siempre son artistas creadores o co-creadores. El uso del score en las creaciones de danza y performance es muy usado hoy en día, y en ese sentido, mi trabajo se inserta en una tradición de colaboración muy actual desde la que muchos colegas operamos.

Por lo general hasta ahora, las personas que se han involucrado en mis proyectos han sido bailarines-performers, diseñadores de iluminación y de sonido, así como dramaturgos. A cada uno le comunico la idea, el concepto que estoy trabajando y la manera en cómo lo estoy trabajando. Los bailarines-performers son los que más acompañan el trabajo desde sus inicios. Siempre trato primero de trabajar por mi cuenta para entender y estudiar lo que me interesa investigar, así, cuando llegue el momento de trabajar con los bailarines-performers ya tengo ideas y propuestas de tareas de trabajo, como dinámicas de investigación en el hacer a través del uso de score, las cuales nunca son formas a imitar ni a aprender. Es importante para mí que los bailarines-performers que trabajan conmigo se sientan estimulados creativa e intelectualmente; no siempre lo logro (porque a veces no a todos les interesa tanto lo que me interesa a mí), porque lo que busco es que los bailarines-performers sean personas y creadoras en los proyectos y obras y no bailarines-performers perse. Busco verlos como personas más que como ejecutores de mis ideas.

En la actualidad estoy terminando un trabajo coreográfico que se llama Maneras de Salir mismo que estoy desarrollando junto a dos colegas bailarines-performers chilenos: Poly Rodriguez y Rodrigo Chaverini. Es un trabajo que surge a raíz de la experiencia político y social que he vivido durante el retorno a Chile después de 24 años de vivir fuera. Desde mi retorno en junio 2019, no solo me tocó vivir el estallido social y el actual proceso constituyente, sino que me he confrontado a una sociedad altamente codificada y codificante, producto de una desigualdad económica muy profunda que genera injusticias sociales y económicas muy violentas a nivel estructural como a nivel inter-personal.

La experiencia de la realidad chilena, después de vivir 24 años en Bélgica donde experimenté lo que significa vivir en condiciones de una clase media generalizada, me hicieron pensar en Chile o Santiago como una sociedad compuesta de mil mapas de posicionamientos que hace que en nuestros cotidianos estemos constantemente sintiendo que nos relacionamos con el otro desde un código o postura, mientras sentimos que el otro también nos ubica en un mapa de codigo o postura. Entonces en esta obra estoy desarrollando la noción de cartografías a través de la coreografía, de mil mapas sobrepuestos como mil hojas.

Si miro los trabajos que he hecho veo que hay tres temas muy distintos entre sí que me siguen interesando: materialidad, coreografía como sistema de organización, y política. Cada obra que he realizado ha tocado esos tres temas, o mejor dicho territorios de explotación y de operación, pero en distintos orden de prioridad e intensidad. La relación de estos tres temas se dieron de manera más clara en mi pieza coreográfica by getting one’s hands dirty que realicé en 2017 junto a la performer, artista y docente Lilia Mestre; desde esa obra siento que sigo explorando en los mismos territorios sensibles pero con otras preguntas y también con mayor claridad sobre mi práctica artística. También, con cada creación disfruto cada vez más hacer lo que hago, desde sus penas, dificultades y alegrías.

Sin querer queriendo, como dice el Chavo del 8, yo creo que yo soy una persona que vibra mucho con lo social y lo político. Mi biografía está cruzada por eventos políticos mayores, desde la huida al régimen de Pinochet con mi familia, el exilio, luego la migración y la experiencia de volver a Chile, todos esos momentos de mi vida me han atravesado desde lo político. Eso me ha llevado a estudiar ciencias políticas y sociología desde el espíritu amateur (inscribiéndome en la universidad sin terminar las carreras porque lo hago por puro interés).