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El disenso es un ejercicio de dimensión pedagógica

05.05.2022

por Ernesto Rivera

Ernesto Rivera (República Dominicana, 1983) es un artista radicado en Nueva York. Su trabajo se mueve por distintos formatos, materiales, técnicas y procesos; siguiendo una metodología fragmentaria, persigue el rastro y lo inacabado. Su deseo expresivo impulsa sus obras por caminos alusivos e intuitivos, cobrando formas en dibujos, instalaciones o video performances.

Ernesto Rivera: "Mesita anfibia" (2019). Instalación.

Educación

Formación

El principio del arte es mover las cosas de lugar, de modo que yo empecé por hacer ese movimiento conmigo mismo: en 2016 renuncié a mi oficio de diseñador de interiores, me mudé de ciudad, de trabajo y de identidad con determinismo pirata, para aceptar las posibilidades de libertad que trae la incertidumbre y para dedicarme por completo a ser artista.

Prefiero decir que soy artista sin adjetivos, porque en esa imprecisión caben muchas identidades. La primera tarea fue aprender los rudimentos del oficio, pasar por la educación formal —primero en la República Dominicana, luego en Nueva York— para inmediatamente repensar una práctica que evite, en la medida de lo posible, los formalismos aprendidos y afirme una voz personal. Pienso que llegar al arte con experiencias laborales y académicas distintas hacen que mi labor esté atravesada por cierta hibridez.

Quizás esa tendencia contemporánea de trabajos sin ataduras a los medios sea un reflejo metabolizado de las convulsiones del tiempo, donde interesa más el contenido que los formatos y que la información pueda migrar de una plataforma a otra con agilidad. También podría ser una respuesta a la realidad económica que obliga a los productos culturales a amoldarse a los programas y las categorías del mercado. En mi caso, considero que se trata de una voluntad de movimiento. Soy un nómada.

Enseñanza

La pedagogía y el arte tienen en común estar motivadas, en el mejor de los escenarios, por la duda y la curiosidad. No considero que la educación sea en sí misma una práctica artística, pero sí que en toda práctica artística subyace la voluntad de socializar contenidos y crear nuevas experiencias a través de los sentidos. De modo que el arte tiene el potencial de ser una herramienta pedagógica.

Traer a discusión temas polémicos, poner sobre la mesa una provocación o aspectos de disenso es también un ejercicio de dimensión pedagógica. Al crear pequeñas articulaciones (o disrupciones, según se mire) cumplo el triple propósito personal de hacer ciudadanía, hacer política y hacer arte —aspectos todos esenciales de mi práctica artística.

Las provocaciones son alusiones, codificaciones veladas y libre asociaciones de cosas disímiles que despiertan la curiosidad. El objetivo es abrir preguntas que cuestionan el estado de las cosas y eso incluye el estatus de la obra y su autor. Una de las estrategias para pensar el disenso es poner sobre la mesa una opinión contraria e impopular, la opinión menos cómoda. Me interesa construir los casos y a veces me divierte ser el aguafiestas. No puede haber conciliación desconociendo la realidad o forzando al colectivo a creer en argumentos sin fundamento. Me resisto a la conciliación por comodidad o por conveniencia.

Actualmente formo parte de dos grupos de crítica entre artistas, espacios alternativos e independientes, donde nos apoyamos mutuamente en la misión de aprender. La dinámica de las reuniones virtuales es flexible. El principio es la amistad, el deseo de escucharnos. Por eso en cada encuentro hay espacio para ponernos al día, antes de pasar al calendario de presentaciones donde mostramos trabajos en procesos y abrimos preguntas que les aportan perspectiva. Compartimos referencias y pensamos colectivamente posibles estrategias para su circulación. Es una tarea de tejer redes entre quienes conformamos el grupo, con las relaciones extendidas y los contenidos a los que cada persona tuvo acceso. Son reuniones para abrir preguntas que no interesa necesariamente responder.

Aprendizaje

Una experiencia transformadora para mí ocurrió cuando cursaba una maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México y tomé un seminario sobre teoría del ensayo como género de escritura con la Dra. Liliana Weinberg. La clase estaba estructurada como sesiones de lectura comunitaria donde se hacían pausas para comentar los textos libremente entre el grupo de estudiantes, que era plural en intereses y procedencias.

Ese tiempo en México (2013-2015) transcurrió en medio de las protestas estudiantiles por los crímenes perpetrados en Ayotzinapa. Fue un hecho que movilizó a la comunidad universitaria y se formaron asambleas estudiantiles que aglutinaron otras luchas de la educación superior. Las vivencias en ese país me ayudaron a comprender la vastedad del mundo y ver con ojo crítico mi lugar de origen. Esas experiencias me inclinaron a pensar la dimensión social de lo que hago y a mirar con sospecha a las figuras e instituciones autoritarias. Estoy muy atento a la teatralidad del poder.

Otra experiencia fue acá en Nueva York, en un taller con la artista Lydia Matthews. El objetivo era caminar como una práctica de investigación estética. Un día reactivamos la performance de Janet Cardiff, Her Long Black Hair en el Central Park. Con un archivo de audio descargado en el celular y usando audífonos, caminé cerca de una hora al compás de los pasos de la narración. Ese ejercicio, y todo ese taller, abrieron un mundo de posibilidades para mí porque trabajamos con una definición de arte que iba más allá de lo visual. Ese mismo año fui pasante para una importante colección de arte latinoamericano, trabajando para el departamento de registro. Estar en contacto con las obras y sus archivos, y pensar el arte desde la perspectiva de las colecciones, abrió campos de trabajo que están más allá de los espacios habituales del consumo de las obras.

En cuanto al marco teórico, están los textos de microhistoria de Carlo Ginzburg o las ficciones de Ricardo Piglia. Desde el arte, aprecio especialmente la obra de Luis Camnitzer, Alejandro Cesarco, Andrea Fraser, Narcisa Hirsch, Waltercio Caldas, Tania Bruguera, Silvano Lora, Ulises Carrión, Harun Farocki, Shahrzad Changalvaee, Rayyanet Tabet, Henri Michaux, Hito Steyerl...

Ernesto Rivera: "Vestigios" (2019). Imagen de proceso (detalle).

Procesos

Inicios

A veces un juego de palabras o la peculiaridad de un material en la calle detonan ideas para un nuevo proyecto. Estoy en todo momento tras la pista de lo incidental, no importa donde esté. El punto de partida es siempre un deseo de decir o de preguntar. Una provocación textual que tengo que sacar a caminar hasta encontrar una ruta de trabajo que recupera ideas abandonadas o hace asociaciones libres con el contexto inmediato. Veo los proyectos como acumulaciones de tiempos y fragmentos de ideas. Me interesan más el recorrido y los procesos que lograr resultados finales.

Cuestionamientos

Vengo del Caribe, el lugar de todas las dudas, todas las incertidumbres y todas las contingencias. Es nuestra forma de sobre-vivir. Prefiero trabajar con preguntas abiertas. Invierto mucha energía en la formulación conceptual del trabajo y la economía de recursos que el contexto presenta, tomando decisiones a partir de las contingencias y de lo inesperado. Esas cosas, lejos de frustrarme, las veo como oportunidades.

Ocurre que un archivo me lleva a otro archivo, un material a otro material, y una referencia a otra referencia con la que existe alguna afinidad conceptual; creo que la reflexión ocurre de esa forma warburgiana. Y a veces las reflexiones más fructíferas ocurren en unos tiempos distintos a los de la creación o la circulación de las obras; no es una construcción lineal sino una cadena de reiteraciones. Siempre tengo más de un proyecto en marcha y eso permite que dialoguen entre sí.

Soy consciente del peligro de las contaminaciones innecesarias en el proceso de investigación. Por eso no consumo revistas de arte y evito ir a galerías y museos cuando estoy en la etapa inicial de los proyectos. Rara vez adquiero materiales en las tiendas especializadas de arte; siendo consecuente con los problemas medioambientales actuales, pienso dos veces los materiales que uso y los procesos que sigo. Es más, me gusta cuando las obras desaparecen. Cada vez me inclino más a dedicar tiempo a las implicaciones culturales de los trabajos que al factor estético. Siento un mayor interés por problematizar que por lograr resultados muy concretos.

Estrategias y procedimientos

Organizo los trabajos a partir de límites o parámetros que pueden venir dados por el presupuesto o por una serie de pasos tomados previamente. Dedico tiempo a investigar la historia cultural de las palabras, los materiales y las técnicas. Luego de hacer un mapa mínimo de referencias, me pregunto cómo estoy aportando una perspectiva nueva con el proyecto y por qué es pertinente en el momento y el lugar en donde se estará presentando.

Me interesan los simbolismos que vinculan la realidad con la ficción. Existe un cierto componente ritual en mis propuestas. Cuando estoy dibujando o trabajando con materiales, me quito el reloj pulsera porque quiero experimentar la velocidad del tiempo particular del trabajo.

Ernesto Rivera: "Vestigios" (2019), video performance.

Diálogos

Por el momento, me propongo proyectos en los que pueda utilizar mis propias destrezas técnicas; sigo esa restricción. Sin embargo, involucro a otras personas en mis procesos en obras puntuales como Ensayo (2020), donde la participación activa de siete artistas fue crucial, porque era un objetivo que el resultado reflejara la democratización de los procesos que seguimos.

Cuando alcanzo algún avance notorio, me gusta compartir esos resultados con amistades provenientes de culturas muy distantes entre sí. Me interesa que mi trabajo dialogue con un grupo amplio de personas más allá de mi contexto local o de la cultura de origen. En ese esfuerzo de diversificación, dispongo los proyectos a la revisión de personas que no están acostumbradas a los discursos de las galerías y los museos.

Actualmente, estoy desarrollando un proyecto de gestión cultural con la curadora Leonor Ortiz llamado La Precaria. Es un esfuerzo colectivo para abrir espacios alternativos e independientes de discusión cultural y artística en República Dominicana. Es un proyecto que me entusiasma mucho.

Obras

En proceso

La escultura es un misterio para mí. Estoy en medio de una serie de ejercicios en los que reutilizo restos de papel para hacer formas que se ensamblan sobre estructuras de madera. Es un proceso muy laborioso hervir el papel para ablandar las fibras y luego amasando. El papel tarda días en secar pero me provocan mucho las cualidades mecánicas de un material tan ligero. Los artefactos resultantes son como herramientas gigantes que no tienen un uso particular, pero que las personas podrán manipular y relacionarse con ellas. Paralelamente, estoy haciendo una serie de dibujos que surgen en forma de fragmentos a partir de las imágenes de un libro. Como utilizo papel de calcado, los límites entre original y copia desaparecen.

Hay dos conceptos muy importantes en mi trabajo: inmediatez y distancia. Generalmente, la inmediatez está en el contacto con los materiales, y la distancia, en la elaboración crítica con múltiples capas interpretativas. El contenido de mis trabajos no es evidente, me interesa que las personas se aproximen a ellos como se acercarían a la escena de un crimen.

Ernesto Rivera: "Salamander Stays Overnight" (2017).

En perspectiva

Edward Said dice que los textos son objetos mundanos, existen en el mundo con independencia de quienes los escriben. Pienso en mis trabajos del mismo modo: al salir del estudio, dejan de pertenecerme y existen en el mundo con voluntad propia. Una interpretación equivocada es también una interpretación posible. Cada cierto tiempo reviso mi archivo para establecer conexiones entre trabajos. Como tengo experiencia con archivos de arte, me veo siempre tentado a proponer obras que compliquen las categorías del registro.

Hay una obra que disfruté mucho hacer: Mesita anfibia (2019). Era una mesa que flotaba sobre cuatro cubos de agua, el tope tenía un material felpudo y una herramienta que las personas podían usar para trazar, pero cuando lo hacían, la mesa se movía afectando los resultados. Aprendí mucho construyéndola y observando la interacción de los visitantes. También me pasó algo interesante con la instalación Contra uno (2018), que era un archivero de materiales como panes, vino, arena. Cuando lo mostré en Nueva York, las personas tocaban libremente la obra, pero en República Dominicana las reacciones fueron muy diferentes. Con ese proyecto confirmé que operaba en realidades culturales distintas.

El primer contacto con la historia es reconocer que los procesos de trabajo son también procesos históricos. Lo mismo pasa con las palabras. Por eso pienso que las historias son reconstrucciones más o menos verosímiles, y que están condicionadas por las políticas de los archivos y por los efectos (y afectos) de la memoria. Un riesgo de la diáspora es la nostalgia, esa suerte de visión caricaturesca del pasado, peligrosa por su capacidad de distorsión. Una estrategia que he usado en algunos trabajos es contrastar las historias con las huellas en el lugar y con los documentos y contenidos en los archivos. Últimamente he puesto especial interés en la historia del arte dominicano para comprender mejor las trayectorias sobre las que estoy construyendo. Me preocupa que los libros de historia del arte dominicano son comisiones privadas, por eso será necesario cuestionar lo que callan intencionalmente.

Contextos

Ser migrante en los Estados Unidos contribuye a profundizar la dimensión política de mi trabajo y a tener conciencia de clase. He aprendido mucho de las discusiones sobre disparidad social por motivos raciales, socioeconómicos, de género o estatus migratorio. Es irónico que una sociedad tan violenta sea también la que muestre una mayor apertura a conversar sobre estos temas; quizás para exculparse.

Diría que mi interés es politizarme, y como resultado natural, los trabajos reflejan esas formas de ver el mundo. Ser “el otro” señaló la necesidad de cuestionar quién soy y de dónde vengo. Por eso pienso que descubrí mi país saliendo de él. La más significativa influencia de la migración es librarme del romance nacionalista.

Hay otros temas que me inquietan muchísimo, como la precariedad laboral del sector cultural como consecuencia directa de la implementación de políticas neoliberales en las instituciones a nivel mundial. Esa austeridad se complica cuando quienes están a cargo de la cultura la gestionan con mucha mediocridad, con poco interés de transformar las cosas desde su lugar de agencia social.

Sin embargo, el desamparo brinda la oportunidad de no tener que rendir cuentas. La precariedad puede ser incómoda y frustrante, pero en ese espacio de libertad, el juicio se suspende y la creatividad se expande. Por otro lado, la abundancia puede ser un obstáculo y el éxito puede nublar la claridad del pensamiento. La precariedad incorporada como metodología de trabajo ayuda a depurar las estrategias, optimizar los recursos y afilar los argumentos.