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Pensar el cosmos es pensar lo colectivo

18.05.2022

por Patricia Domínguez

Patricia Domínguez (Santiago, Chile, 1984) es artista, educadora y defensora de lo vivo. Su trabajo artístico se entreteje orgánicamente con el educativo, ambos hilados por una investigación experimental sobre etnobotánica, prácticas de curación y la corporatización del bienestar. Desde hace ocho años dirige la plataforma educativa y de investigación Studio Vegetalista. Desde su residencia en Puchuncaví, Chile, comparte reflexiones sobre sus metodologías y prácticas de aprendizaje y creación a partir de las relaciones de trabajo, afecto, obligación y emancipación entre especies vivas en un cosmos cada vez más corporativo.

Patricia Domínguez: "Madre Drone" (2019-20). Cortesía: Patricia Domínguez.

Educación

Formación

No sé si una puede explicar linealmente cómo se hizo artista. En mi caso, fue una combinación entre un legado de varias obsesiones familiares ancestrales y una personal por crear objetos, pensamientos y estructuras nuevas. Nací prácticamente con lápices en la mano, dibujaba las cosas que no podía tener.

En 2010 me fui a Nueva York a estudiar un certificado en ilustración botánica y científica en el New York Botanical Garden y después trabajé en el Museo de Historia Natural en el departamento de paleontología. Paralelamente, hice un máster en Artes Visuales. En ese entonces estaba súper alucinada con aprender el lenguaje científico, todo este linaje de investigaciones y clasificación de los grandes exploradores. Pero después de dos años mirando las plantas por fuera, me topé con un límite intelectual muy fuerte, una limitación de la ciencia que necesitaba ampliar. No podía ser que nuestro entendimiento sobre una planta fuera solo contarle las hojas, los pétalos y los sépalos, tenía que haber algo más, otras formas de entender. Entonces me di cuenta de que me interesaba mucho más la parte cultural de la planta —el modo en que influye en la vida de una persona— que la morfológica. Pensar en la vida a través de las plantas: ¿cómo acompañan y destraban los males del mundo contemporáneo como el cansancio, la ansiedad?

Empecé una búsqueda personal entre ciencia y consciencia. Me metí a trabajar con plantas medicinales y de visión para intentar abrir mi percepción en este lenguaje no humano, no verbal, que es súper complejo y tiene que ver no solo con la planta misma, sino con cómo facilita, en alianza con los humanos, estos conocimientos interiores, atemporales y cuánticos. Pero es necesario acceder desde otras formas de percepción.

Ahí empezó mi necesidad multi-interdisciplinar de combinar el arte, la experimentación, la ciencia, y las cosmologías curativas, espirituales, futuristas. De este entrelazamiento artístico y educacional surge mi proyecto Studio Vegetalista.

Patricia Domínguez: "Eyes of Plants" (2019). Cortesía: Patricia Domínguez.

Se trata de una plataforma experimental para generar conocimiento etnobotánico a través de una práctica interdisciplinaria que combina arte, etnobotánica y curación. Esta plataforma de investigación y educación pone en contacto a artistas, personas dedicadas a la academia, la ciencia, la curación y otras diversas prácticas que tienen que ver con las plantas medicinales y la etnobotánica. Así nos enfocamos en una etnobotánica descolonizada, en el extractivismo emocional y territorial de las tierras que habitamos, en aprender cosmologías curativas, espiritualidad y siempre teniendo un punto de vista crítico a las tecnologías y la digitalización de la vida, educándonos en cómo activar nuestras tecnologías orgánicas.

Comenzó en el 2014 como una plataforma de divulgación etnobotánica, a través del arte y la enseñanza de la ilustración científica y ha ido mutando en resonancia con mi trabajo artístico, con las cosas que estoy leyendo, investigando y documentando. Todo ese material es interpretado experimentalmente por mi práctica artística y a través de Studio Vegetalista canalizo esa información por el lado de la educación y la colaboración.

Lo que más me interesa de la ilustración científica (que aún sigo enseñando en contextos más formales) es que es necesario parar, concentrarse, estar en silencio digital. Este proceso me interesa a veces más que la ilustración misma —que hoy ha pasado a ser algo meramente decorativo o didáctico, en lugar de lo que era antes: una herramienta de colonización—. Para dibujar uno debe ir al cerro, sentarse a dibujar la planta, dedicarle tiempo, atención, cariño. Yo lo veo como un modo de resistencia. Dibujamos el cerro en lugar de ocuparlo para poner una mina. Así trato de darle la vuelta de tuerca a estos naturalismos europeos que han invisibilizado otro tipo de ilustraciones. Creo que es importante buscar nuevas formas de dibujar y de imaginar que no sean las que nos han impuesto.

Enseñanza

Mi principal aprendizaje ha sido lo fundamental que es hacer comunidad en creación. Estar en resonancia con las personas que participan de los talleres es estar en diálogo artístico, no jerárquico, abierto. Es también una manera de entablar conversaciones, abrir preguntas y lanzarnos juntxs a expandir. Aprendo muchísimo y las conversaciones se han convertido en unas de mis principales fuentes de información e investigación.

En los últimos ocho años han pasado más de 400 personas por las sesiones. Ha sido una manera hermosa de conocer a otrxs interesadxs en el mundo vegetal y también hacer intercambio de conocimientos. De a poco les he propuesto que usen el lugar para hacer clases y así formarnos lxs unxs a lxs otrxs. La idea es que sea una plataforma que nos sirva a todxs para tener una formación integral en torno al mundo vegetal y vivo.

A través de la web tengo una serie de ensayos experimentales de etnobotánica, también realizo entrevistas a personas expertas en sanar con plantas medicinales, hago tés, inciensos, intercambiamos semillas, tomamos las plantas y las soñamos, hacemos grupos de estudio y lectura, organizo eventos de conversación sobre extractivismo y plantas sagradas, entre varias cosas más. De este modo pensamos en las relaciones actuales entre personas y plantas más allá de la botánica científica, desde una perspectiva cultural, emocional, digital, espiritual, artística. Es una plataforma que me ayuda a aunar las diferentes actividades que hago. La etnobotánica es el hilo conductor.

Patricia Domínguez: "Eyes of Plants" (2019). Cortesía: Patricia Domínguez.

Aprendizaje

Studio Vegetalista y mi práctica artística se nutren de varios y muy diversos pozos. Estos días me considero una estudiante del lenguaje de las plantas. Como dice Eduardo Kohn, los bosques hablan a través de imágenes, como los sueños. Las plantas tienen un lenguaje no verbal, complejo, con múltiples capas, temporalidades y referencias. Las plantas tienen esta manera no verbal de expresarse y para conectarse con ellas, hay que soltar la ciencia y saltar al vacío de la percepción de la “Matrix Vegetal”.

Para mí, las plantas son fuente de conocimiento más que objetos de estudio. Son tecnologías terrestres poderosas, con la capacidad de ser nuestras aliadas: pueden darnos visión, resetearnos, limpiarnos, guiarnos, retarnos, desafiarnos, acompañarnos, restituirnos, y tanto más. Por eso me aproximo a la etnobotánica de manera experimental sagrada, emocional. Estoy aprendiendo a habitar la energía viva de las plantas visionarias, curativas. Con esto quiero decir que utilizo el lenguaje no verbal de las plantas con el objetivo de inventar nuevos lenguajes y nuevas formas de comunicación. Todo se puede reinventar, me dijo una vez una planta.

Me interesan las relaciones actuales o futurables entre humanxs y plantas, encontrar nuevas formas de representar y especular junto a lo vegetal en esta era tecnológica y en el contexto de las cualidades cyborg que estamos incorporando a nuestros hologramas.

Una experiencia que me abrió nuevos aprendizajes fue un grupo de experimentación que hicimos con una amiga y colega, Camila Bardehle, en donde invitamos a una mujer que hace viajes chamánicos con tambor. Viajamos a preguntarle a unas plantas sus números, sus códigos, cómo quiere ser representada. Desde ahí se abrió toda una línea de sesiones de conexión con lo invisible, con la percepción de la información que sentimos pero que no sabemos decodificar. Luego seguí profundizando por esos lugares con la artista visionaria Eulalia Valldosera y sus sesiones de dibujo energético. Son ejercicios de ampliar la imaginación y la percepción que creo muy necesarios en estos tiempos de caos.

Procesos

Inicios

Un nuevo proyecto parte de mis preguntas y preocupaciones fundamentales. Es siempre una nueva forma de investigar esas preguntas, empujarlas, ficcionarlas, especularlas, entrar en resonancia. Parten de la emoción, de cosas que no entiendo, y el proceso hace la obra. No trabajo con guion, sino que la obra se va armando mientras la voy haciendo.

Cuestionamientos

Aprendí a incorporar todas estas acciones maravillosas mientras estudiaba en Hunter. Hacen que mi trabajo sea más complejo y menos lineal, lo que agradezco mucho. Allá aprendí a jugar y a recombinar las cosas con confianza; antes no podía hacerlo, pero me solté.

Estrategias

La imagen que más me hace sentido para explicar mis metodologías es pensar mi trabajo como un gran estómago, donde meto lo que me va pasando a nivel multidimensional, personal y planetario. Un estómago que digiere y saca en el proceso los proyectos de arte. Es la tecnología que he encontrado para lidiar con mis preguntas. Un ritual personal de ajustes y pensamiento simbólico para sobrevivir y vivir en este sistema corporativo. El trabajo me ayuda a digerir lo físico, lo mental, lo emocional, mi propia biografía y lo planetario.

Lo que sí busco hacer intencionalmente es hackear este sistema capitalista, usar sus herramientas para otras cosas, en un gesto de recodificación. El trabajo que estoy haciendo es reorganizar partes del sistema desde adentro, proponiendo un reordenamiento ritual, místico, sagrado en relación a lo vivo, a lo común. Trato de hacer uso de apropiación de sus formas y códigos, dándole una vuelta a través de la ficción o de otras prioridades distintas a las del sistema o de los usos homogéneos.

El terreno digital es en su base blanco y patriarcal, entonces ¿dónde queda representado lo heterogéneo? ¿Cuánto espacio de representación tiene lo no normado y las prácticas relacionadas con la curación o con otras visiones de mundo?

Procedimientos

Mi trabajo está pensado de forma cosmológica y desde un punto de vista femenino. Es otra forma de acceder a los mismos temas de nuestras realidades precarias, pero a través de un estado onírico más inclusivo, una conciencia más intuitiva, no tan obvia o utilitaria. Los procesos de la vida no son lineales.

Pienso en cómo se puede hackear lo digital y volverlo a la materia, incorporarlo al cuerpo. No solamente digitalizar, sino hacer el proceso inverso. Todo se puede reinventar, el uso de la ficción ha sido crucial para mi proceso de creación y pensamiento. La ficción me permite reunir cosas que aún no se han juntado. Estamos acostumbradas a acceder a la información y a las cosas de las mismas maneras. Las vías de acceso parecen estar normalizadas, pero desde la ficción podemos imaginar otras formas posibles de acceder a la realidad.

Diálogos

Tengo trabajos colaborativos, como los videos, y otros más individuales, como la pintura en acuarela. En los videos colaboro hace años con mi prima, con su proyecto musical Futuro Fósil; con el artista Álvaro Muñoz, quien me crea los modelos 3D; con Emilia Martín y Cepams, quienes son realizadoras audiovisuales y me han ayudado con su talento para todos mis últimos videos, entre muchxs otrxs. Cada una de estas personas ha sido crucial en los resultados.

Con el tiempo he llegado a entender que pensar el cosmos es pensar lo colectivo, la interrelación de muchos seres. La palabra ‘cosmos’ me permite pensar en un sistema de ordenamiento, relaciones, clima, interconexiones, y estar abierta a que nuevos materiales y conversaciones lleguen. Cosmos es colectividad y estos proyectos que creo, también. Siempre dejo espacio para que las personas que me ayudan aporten con sus subjetividades.

Obras

En proceso

Estoy produciendo dos proyectos que son hermanos, esfinges. Estos se materializarán en dos videos, una serie de acuarelas y una publicación conjunta. A finales de 2021, viajé a algunos de los lugares más lejanos de esta Tierra, no a nivel físico sino conceptual. Entré a las máquinas del CERN, el gran colisionador de partículas en Suiza, y un mes después me desconecté de la matrix digital para entrar a la matrix vegetal en la selva de Madre de Dios, en el Amazonas peruano. Dos abismos del portal de lo invisible.

El CERN (Residencia Simetría, Chile) y la selva (Screen City Biennial, Oslo). Dos aproximaciones totalmente diferentes para acceder al mismo espacio invisible, el que ya no podemos tocar con nuestras manos. Por un lado la ciencia a través de las máquinas, por el otro la espiritualidad a través de la consciencia vegetal. La dimensión W o cuántica de la que me hablaban en el CERN es la misma dimensión espiritual a la que te llevan y en la cual funcionan las plantas.

En perspectiva

Lo más importante ha sido las personas que he conocido en los procesos de producción. Yo aprendo a través de historias —de las suyas y de las mías—, de la emoción y la experiencia en el proceso de creación.

Lo más que humano, lo multiespecie, ese es mi foco. Últimamente, esto se ha vuelto más activo y político, porque han tocado crisis más fuertes. Yo parto de conexiones específicas: me ha tocado, por ejemplo, estar en Colombia trabajando con caballos de exnarcos y niños cuidadores menores de edad para Eres un Princeso (2014); en Bolivia, con un chico guardián de un tucán ciego para Madre Drone (2019-20); en Puerto Saavedra, Chile, entrevistando a don Lorenzo Aillapán mientras cantaba como ave los cambios del medioambiente producidos por los monocultivos de pino para soñé@cerámicas.cl (2017); he aprendido sobre la brutal crisis del agua colaborando con las Mujeres del Agua, en la zona chilena de Petorca, para La Balada de las Sirenas Secas (2020). Sobre la extracción ilegal del oro, mientras filmaba las manos llenas de mercurio del hermano del chico que nos ayudó a filmar el video de Matrix Vegetal (2021) en Madre de Dios. Ahora me acaban de deconstruir mis nociones de realidad en los 10 días que pasé en el CERN, cerca de esas máquinas gigantes y escuchando a los físicos de partículas para el video Tres Lunas más abajo que estoy produciendo.

Las conexiones personales y el habitar de todos esos territorios es mi inspiración, mi fuente real de aprendizaje. Todo lo que aprendo es en el territorio y de otras personas, lo que pasa acá es brutal. Las relaciones y lo que aprendo ocurre todo en el proceso creativo. Las relaciones me modifican, arman una constelación, pasan por mi cuerpo, por mi “estómago” y salen recodificadas en los proyectos con algo de esos aprendizajes, más mis propios inventos y especulaciones, atenciones y obsesiones. A través del arte y lo creativo, intento reflexionar sobre estas relaciones tan desiguales y transformarlas, reordenarlas al menos a nivel simbólico en las obras. Es un pequeño acto de resistencia en estas tierras llenas de crisis en las que vivimos.

Contextos

En mayor o menor medida, casi todas mis obras se hacen en colaboración con lo que está pasando. Es inevitable conectarse con el territorio cuando una vive en una zona de sacrificio como es Chile, un país de despojos.

Por ejemplo, el video Madre Drone fue una obra que se hizo en colaboración con la contingencia. En 2019 fui a Bolivia a hacer la residencia en Kiosko, y cuando llegué a Santa Cruz, se estaba quemando la Chiquitanía boliviana. La ciudad estaba llena de cenizas, toda la gente juntando víveres, y entendí que no podría hacer arte así. Terminé yendo a un refugio de animales afectados por los incendios en Roboré y me tocó recibir a un tucán ciego, una especie de visitante mitológico muy fuerte. Fue brutal ver todos esos incendios, animales muertos, poblaciones desplazadas. Después me tocó el paro cívico por el fraude electoral de Evo Morales; estar en el centro de la ciudad con otros residentes, sin comida ni efectivo, encerrados, casi no pudimos salir del país. Luego salté a Chile en medio del estallido social de noviembre, en el que muchas personas sufrieron daño ocular o quedaron ciegas por la represión policial. Después me vine a vivir a Puchuncaví, zona de sacrificio, ubicada en el área de la megasequía, cerca de La Ligua y Petorca.

Navegar por los territorios hace que una aprenda. Toda la información que me llega es en primera persona, por habitar y navegar estas realidades, y eso desarma la dicotomía occidental de arte-naturaleza. Si se está secando el río o se está quemando tu alrededor, entiendes que todo tu ser está siendo afectado. No es una postal del incendio, eres tú que estás ahí.

Patricia Domínguez: "Madre Drone" (2019-20). Cortesía: Patricia Domínguez.