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Cuerpo, pedagogía y espacio público —las tres nociones que articulan el programa Aulas de LA ESCUELA___— adquieren una connotación singular en las propuestas de Benvenuto Chavajay, Jessica Briceño Cisneros y María José Machado Gutiérrez, enmarcadas en el proyecto “Configurar el espacio: cuerpo, territorio, comunidad”.

Para empezar, no todas las pedagogías —especialmente las de raíz ancestral— tienen su asiento dentro de las paredes de los establecimientos educativos. Algunas de ellas solo requieren de un espacio de encuentro e interacción; puede ser la calle, un sitio natural o cualquier situación que sea propicia para el aprendizaje común. Allí el magisterio es práctico, espontáneo, íntimo. Incluso en ámbitos cívicos y educativos donde cohabitan gran número de personas, como en los pueblos, las ciudades y las universidades, el trato interpersonal y la aproximación pedagógica se circunscribe a grupos de afinidad con intereses particulares. En tales condiciones, tratar con el otro, con la diversidad, exige una pedagogía sensible, sustentada en acciones compartidas y no en instrucciones unidireccionales. Hacer cosas juntos, aprender en la complicidad, no significa homologar las diferencias, sino darles voz y contexto en el panorama global.

La segunda cuestión a tener en cuenta es la estrategia de socialización de cada una de estas experiencias y la manera en que se relacionan con lo público. Ninguna de ellas busca la espectacularidad, sino modelos de intercambio proporcionales al asunto, lugar y tema de su interés. Es decir, se proponen como instancias de visibilidad relativa a las personas, comunidades y entornos específicos donde se desarrollan las propuestas; en este caso, la población infantil de San Pedro La Laguna en Guatemala, los estudiantes discapacitados de la Universidad de Cuenca en Ecuador y los participantes del taller de biomateriales en Valdivia, Chile. Todos se dirigen a interlocutores específicos, que pueden ser muchos o pocos, pero siempre conectados —física y conceptualmente— a una experiencia de aprendizaje común.

De ahí la pertinencia política y la dimensión ética de cada uno de estos gestos, estrechamente conectados con los individuos e instancias que participan en dichas experiencias. Cara a cara, cuerpo a cuerpo, en el núcleo mismo de la relación y el respeto mutuo. Aquí el sentido se disemina por contacto.

Anotados los puntos anteriores, las propuestas de Benvenuto Chavajay, Jessica Briceño Cisneros y María José Machado Gutiérrez en el marco del programa Aulas de LA ESCUELA___, han buscado compatibilizar sus propósitos artísticos con los entornos y circunstancias donde cada uno de ellos se desenvuelve. El magisterio utópico al que ellos apuntan no supone la redención de un otro indiferenciado, sino que apunta a la potenciación de un vínculo empático con cada quien, tal cual es.

Sagrado

Solo se cosecha aquello que se cultiva. Nada se desecha, ni siquiera aquellos granos de maíz que saltan involuntariamente fuera de su empaque o se esparcen caprichosamente por las aceras y veredas. Todo es alimento, nutriente esencial de los hombres de maíz que aún habitan, bajo la tutela de sus ancestros, en la localidad Tz'utujil de San Pedro La Laguna, al sur del lago de Atitlán, departamento de Sololá, en Guatemala. Allí nació el artista Anuto Chavajay Ixtela, también conocido como Benvenuto Chavajay.

Con frecuencia retorna a su pueblo donde se reencuentra con sus familiares y amigos. También se reúne con los niños, camina con ellos y recoge los maíces dispersos que encuentran en su camino, en un gesto de memoria y aprendizaje común. Todo tiene sentido pues, en la lengua de sus antepasados, Tz'utujil —el nombre de su pueblo— significa ‘flor de maíz’. Cada grano de maíz recuperado es una sílaba del alfabeto nativo y símbolo de la materia que da cuerpo y arraigo a más de cien mil personas.

Benvenuto practica una pedagogía ritual, cuya aula es la naturaleza y sus bondades. Habla con las piedras, sus ancestros, y practica una actividad sagrada que no tiene nombre entre los Tz'utujil y que en occidente se conoce como ‘arte’.

Kintsugi

Cada individuo es diferente, pero todos tenemos una condición única: la humana. Eso incluye nuestras roturas físicas y mentales; algunas más visibles que otras; algunas más dramáticas que otras. En suma, todos somos portadores de alguna fractura o discapacidad, aunque en la lectura social del asunto solo se registran los casos más explícitos y se los trata como un estigma. Pero nada en realidad es abominable o irreparable si se lo encara desde la condición humana. Esa es la metáfora del plato kintsugi suturado con empalmes de oro, empleado por María José Machado Gutiérrez en el proyecto homónimo y concebido para visibilizar el problema de las personas que tienen algún tipo de discapacidad —auditiva, motriz, psicológica— en el Ecuador. Más allá de las estadísticas, hay rostros, gestos y voces; hay vidas.

Luego de una intensa gestión con estudiantes, organizaciones y autoridades que hacen vida en la Universidad de Cuenca, María José ha conseguido enhebrar esta experiencia en un video y la instalación de una placa conmemorativa alusiva al tema en el Museo de la Universidad. Ambos son gestos que buscan restablecer la visibilidad del problema de la discapacidad sin instrumentalizar la cuestión y, sobre todo, amplificando la presencia de aquellas personas frecuentemente omitidas a causa de su condición. El video combina las palabras y los cuerpos de tres estudiantes de la Universidad de Cuenca. La placa resume los índices de discapacidad.

Temporales

El origen y destino de la vida orgánica están ligados al agua. En ella se gestaron los primeros especímenes biológicos y de ella depende la supervivencia futura de plantas, animales y humanos. El agua ha sido un motivo persistente en el trabajo de Jessica Briceño Cisneros. Contenedores de agua (fuentes, estanques, tanques, piscinas) y vehículos flotantes (botes) han ocupado su atención. La arquitectura del agua y los biomateriales también se encuentran entre sus principales intereses.

Partiendo de esas premisas, la artista se ha planteado una experiencia que combina arte, pedagogía y espacio público en Valdivia, ciudad fluvial fundada en 1552 por Pedro Valdivia, ubicada en la confluencia de varios ríos, considerada por los conquistadores españoles como "la llave del mar del sur", por su estratégica ubicación en la costa del océano Pacífico.

En ese enclave, el trabajo de Jessica se desarrolló en varias etapas. En primer lugar, un taller de biomateriales en cuatro sesiones, convocado conjuntamente por el espacio colaborativo COMA, el laboratorio de biomateriales LABVA, la fundación Estudio de Campo y LA ESCUELA___.

Recolectar los materiales, preparar los componentes, llenar moldes y supervisar el secado, fueron varias de las actividades para llevar a cabo la faena del taller. En segundo lugar, organizó un evento náutico con los botes realizados en el taller, los cuales fueron llevados a una de las cuencas fluviales de la zona, como metáfora de retorno y reencuentro de lo natural con lo natural.

Acompañar curatorialmente los proyectos de Benvenuto Chavajay, María José Machado Gutiérrez y Jessica Briceño Cisneros planteó un desafío conceptual y práctico, que no solo implicó sincronizar nuestros encuentros a distancia, sino comprender la pertinencia de sus respectivos desempeños, de acuerdo a las circunstancias específicas en las cuales viven y trabajan. En los tres casos partimos del criterio de cada artista y de la metodología concebida por ellos para abordar la cuestión planteada, cada quien con su propio enfoque. Por el camino, encontramos variaciones significativas en los intereses y procedimientos a emplear, especialmente en lo relativo al marco pedagógico y los mecanismos de colaboración. Pero todo ello se mantuvo sujeto a la premisa de articular lo artístico, lo pedagógico y lo comunitario de manera flexible. Los registros fotográficos y en video del trabajo realizado son los documentos de dicha experiencia.

Declaraciones

Sagrado

por Benvenuto Chavajay

Hablar y pensar del maíz es pensar y hablar de lo sagrado, siendo lo sagrado la condición humana según el Popol Wuj.
En la cosmovisión y en la ancestralidad maya/indígena, el maíz es el alimento y el elemento más sagrado; por ello desde niños nos inculcan el respeto por el grano de maíz, Ja ixiim k’o ruxajaniil, aura de sacrosanto.

El maíz no puede estar tirado en el suelo, se recoge. Por esto, el sentido de recoger maíz en las calles es el de inculcar a las nuevas generaciones la conciencia de lo sagrado que es el maíz en la condición humana, nuestro sagrado alimento: recoger el maíz tirado en las calles, llevarlo a la montaña a enterrar, es devolver a su condición sagrada.

El Popol Wuj relata que los dos gemelos antes del viaje a Xibalba sembraron un palo en medio de la casa, le dijeron a Ixmucane: "Abuela, si no retoña este tronco de palo, definitivamente estamos muertos, y si retoña, griten, canten, bailen y lloren de alegría porque estamos vivos".

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Kintsugi

por María José Machado Gutiérrez.

Trabajar desde el arte en contextos comunitarios es una acción de riesgo si no se concientiza la posibilidad del extractivismo cultural. Ejercicio que debe cuidarse con afecto y respeto, más aún cuando se optó por trabajar con la comunidad de estudiantes con discapacidad de la Universidad de Cuenca (ECU), experiencia llevada a cabo conjuntamente con el grupo de investigación universitaria KALEIDOS.

Kintsugi parece ser un simple ejercicio de entrevistas, pero propone una opción para crear nexos reales con las situaciones interinstitucionales que ejecutan y diseñan los planes y programas de cambios desde la investigación, diálogos y estrategias contextualizadas con las necesidades de los "parias de la normatividad", de lo que se ha naturalizado en consensos sociales como normal, para un sistema capitalista y con parámetros de estética totalmente globalizados, así como brindar opción participativa a quienes serán parte de la comunidad de estudio.

El Kintsugi como técnica y filosofía japonesa, nombra la interacción desde la Filosofía al reconstruir lo inservible o lo roto:

— Rehabilitar a los rotos: (personas con discapacidad).
— Resanar las relaciones rotas: (las instituciones y los grupos humanos).
Resignificar lo que parece inservible: (personas con discapacidad en contexto de formación).
— Otorgar un nuevo valor desde nuevos valores: (el acto creativo).

El arte público, el museo, los espacios institucionalizados para el arte, han demostrado ser aquellos que cuentan con el pasar de los años, con narrativas de poder y aliados de lo que los sistemas han necesitado contar. Por ello, intervenir la sala principal del Museo Universitario con estadísticas y un placa que nombre lo que la Universidad nunca nombró, es para nosotros un acto de comunidad educativa de resistencia social.

No todas las comunidades se miran con la expectativa de observación, muchas comunidades existen desde acciones invisibles o desde espacios que no pueden ser expuestos y eso no significa que no existan y que desde el arte se reinvente una posibilidad de mirarlos desde sus dinámicas y códigos, no es posible negarles ser partícipes sociales, pero no desde los conceptos del voyer social, del voyer investigador, del voyer cultural. Así este es un proyecto que busca decodificar lo nombrado, no quiere en absoluto buscar una respuesta o una conclusión, es una propuesta que desea cuestionar a quienes la miren desde la virtualidad o desde el territorio que permanecerá en la historia del museo de la Universidad.

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Temporales

por Jessica Briceño Cisneros

Este taller es una instancia de encuentro y aprendizaje en torno a la construcción de botes en pequeña escala, utilizando polímeros de origen orgánico y materiales de recolección local en la ciudad de Valdivia.

Este espacio es abierto al público para la experimentación y conocimiento de recetas biomateriales con residuos naturales de la zona, buscando probar qué mezclas sirven para crear pequeñas embarcaciones y probar si estas se hunden, flotan o pueden llegar a navegar por un tiempo determinado por su propia degradación. Además de aglutinantes de bases vegetales y animales, utilizamos residuos locales tales como: aserrín de árboles nativos, conchas de chorito, hojas, cáscaras de huevo, entre otros.

Cada bote es realizado de manera grupal, utilizando distintas técnicas de vaciado en moldes, modelándolos o de confeccionándolos libremente. Contamos con el apoyo del Laboratorio Biomaterial de Valdivia, LABVA, para llegar a diversos resultados del taller.

En Chile, “temporal” es sinónimo de tormenta, usualmente de origen marino. Aquí, lo ocupamos en dos de sus acepciones: referencia al mar, al agua, a los botes, también como referencia al tiempo de supervivencia que tienen las fabricaciones que creamos durante este encuentro.

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