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Artivismos por el cuerpo, el territorio y la sobrevivencia

22.09.2022

por Brian Smith Hudson

Una selección de casos de artivismos de Argentina, Chile y México, que trabajan con prácticas de deseducación y de imaginación radical, por medio de herramientas que desestabilizan el orden imperante desde las artes y diversos aparatos estéticos (...) y conducen a desarrollar imaginarios radicales capaces de cambiar las condiciones de vida.

Pensar en las relaciones entre pedagogía y práctica artística resulta urgente hoy, si nos situamos en la posibilidad de entender al arte actual en su capacidad de contribuir a diversos problemas sociales contemporáneos. Veremos que desde las artes existen artivistas que han promovido alternativas posibles para dar a conocer las problemáticas de distintas sociedades a lo largo de nuestro continente, esto es, entre artistas y activistas que ponen en relación sistemas de desaprendizaje (pedagogías radicales) para comunidades que se encuentran levantadas política y socialmente. Estas y estos artistas presentan formas otras de comprender el arte, desde un ánimo profundo por contribuir con las luchas por la autonomía y la justicia de comunidades despojadas de su condición de supervivencia. Desde sus prácticas, desempacan, revelan y desestructuran las jerarquías que han caracterizado al campo del arte y lo envuelven en un procedimiento que vehiculiza sentidos de transformación y emancipación mediante la colectivización y el desaprendizaje como pivote para ello.

Nos situaremos desde aquí para revisar relaciones emancipadoras entre artivistas, pedagogías radicales y movimientos sociales, en realidades donde el capitalismo ha creado la condición de sometimiento de una enorme cantidad de comunidades por causas que van desde la violencia en todas sus fases, a la avanzada del conservadurismo en nuestra región y del neoliberalismo voraz.

De este modo, presentaré una selección de casos de artivismos de Argentina, Chile y México, que trabajan con prácticas de deseducación y de imaginación radical, por medio de herramientas que desestabilizan el orden imperante desde las artes y diversos aparatos estéticos. Estos artistas se articulan desde lo común (entre artivistas y comunidades) para ofrecer mecanismos de transformación y emancipación; trabajan la noción de participación (devenida desde la institucionalidad jerarquizada, destruyendo esa condición) que conlleva ir más allá del campo del arte, hacia el político; y conducen, por ello, a desarrollar imaginarios radicales capaces de cambiar las condiciones de vida de las, les y los habitantes/participantes/activistas, a través de la autoformación, el desarrollo de la autonomía y la colectividad táctica y política por medio de lo estético.

México: jaque a las bioestructuras

En México existen tres colectivos que agrupan a artistas, intelectuales, teatristas y comunidad, que promueven diversas formas de entender la realidad, poniendo en jaque las bioestructuras que someten a distintas comunidades. Lxs de Abajo es un grupo de arte comunitario conformado por Sara Pinedo y Cuauhtémoc Vásquez, dramaturgos y teatristas que trabajan con niñes y adolescentes de la población San Juan de Abajo, ubicada en León-Guanajuato. Lxs de Abajo se caracteriza por convocar a un sinnúmero de ejecutores y creadores que se ponen al servicio del grupo para abordar diversas tácticas de imaginación radical a partir de diversas disciplinas artísticas (teatro, arte urbano, arte político)1. En su práctica de deseducación, reconfiguran, por medio de la asamblea y el taller, las limitaciones simbólicas a las que se ven sometidos por su condición de pobreza extrema. A través del autoconocimiento, el cuestionamiento y la auto representación, configuran relatos otros que permiten imaginar futuros posibles. Comúnmente en esta población, al crecer, solo pueden ser obreros constructores, maquiladores o de la tierra.

En Quinces (2019), presentaron un juego de béisbol donde cuestionaron las diversas etapas del paso de la niñez a la adolescencia, por medio de la fiesta popular de los 15 años. Pusieron sobre el tapete la labor de la maternidad, la sexualidad y los géneros, discutieron las posibilidades de convertirse en seres autónomos, y de insertarse (o no) al ámbito laboral predispuesto por la sociedad. Otro caso es Cómo llegar a Fuenteovejuna (2018) cuya dramaturgia fue escrita junto al chileno Cristian Aravena, esta se situó en el plano teatral callejero con el propósito de instalar una escena donde niñas y adolescentes sometían al público a preguntas acerca de la condición de la mujer en una sociedad donde sus cuerpos se encuentran al servicio del mandato heteropatriarcal, siendo receptáculo de innumerables violencias, tanto internas como externas.

El Colectivo La Lleca es un grupo de performers y educadores encabezado por Lorena Méndez y Fernando Fuentes que, desde 2004, desarticulan la construcción masculina y heteropatriarcal de presos del Centro de Readaptación Social Varonil de Santa Martha Acatitla2. Sus obras y acciones se alejan del estatuto del arte e ingresan al campo de lo terapéutico, donde inciden directamente en realidades subalternizadas de hombres de distintas edades que se encuentran privados de libertad. Este caso de trabajo apunta a la elaboración de un sinnúmero de estrategias que burlan el control gubernamental, para traspasar barreras de espacio y cuerpo, afecto y educación no formal, que conducen a la desarticulación del sujeto masculino violento hacia uno capaz de restituirse a través de la compasión, la empatía y la destrucción del mandato masculino, tan metido en ellos. De sus acciones tenemos: Matrimonio colectivo (2005), que consistió en la unión entre Méndez, el grupo de presos, y otros compañeros con los que trabaja La Lleca, como una forma de resarcir la pérdida de la afectividad, el amor y la familia por el encierro, ampliándola y llevándola hacia otros derroteros.

Según Fernando Fuentes esta acción buscó “romper un poco con la heteronorma, aunque lo principal era atacar el matrimonio y la monogamia”3. Otro caso, "Secretos de Martha" (2006), que indagó en las formas de la delincuencia como espacio de reconocimiento, para poner en valor, por el contrario, recursos que cuestionan el marco de visibilidad de los delincuentes, para hacerse cargo de los deseos e imaginarios de vida de los reos.

La Lleca: “Matrimonio Colectivo”(2005). CERESOVA, Ciudad de México. Foto: Fernando Fuentes. Archivo: La Lleca.

Junto a este, tenemos a Mujeres en espiral, un grupo que se constituye desde 2008 como puente entre el ámbito universitario, profesoras, estudiantes, artistas, activistas e intelectuales, para trabajar con presas del Centro Federal de Readaptación Social Femenino de Santa Martha Acatitla, en virtud de generar autonomía en mujeres sometidas por el sistema heteropatriarcal y jurídico mexicano. Han creado diversas acciones (murales, libros, fanzines, documentales, cortometrajes) que conllevan retratar la vida de mujeres en la cárcel, sobre todo destacando las fallas y carencias en sus procesos judiciales. Se han constituido como una organización civil llamada Arte, Justicia y Género A.C., que lucha por los derechos de las mujeres en encierro, a partir de la articulación de prácticas artísticas, pedagógicas y jurídicas, desde las perspectivas de género y derechos humanos. Entre sus producciones, cabe resaltar el proyecto audiovisual Cihuatlán, Antígonas de Santa Martha (2017), que resignificó la figura de Antígona como metáfora de los encierros de las mujeres y la potencia política que puede emanar de allí. Este cortometraje visibiliza diversos casos donde se han vulnerado los derechos de las mujeres por las autoridades, y aquellas situaciones de violencia que han vivido fuera de prisión. El colectivo dice: “Ellas, como Antígona, se desentierran, toman la palabra y se rebelan ante un sistema que constantemente les da la espalda”4.

Argentina: protestas por la tierra y la dignidad

Continuando hacia el sur, encontramos en Argentina a Etcétera, grupo que destaca por ser un colectivo interdisciplinario de artivistas que se empalman con luchas sociales (violación de los derechos humanos, crisis y representatividad política, el hambre, la pobreza), desde 1998 hasta hoy5, provocando acciones de agitación, justicia y denuncia, rompiendo además con la idea de “arte por el arte”. Al aunarse a H.I.J.O.S.6, produjeron escraches7 que denunciaron a decenas de represores militares de la última dictadura argentina. Son características sus acciones de apoyo, por ejemplo, a las Madres de Plaza de Mayo y a diversos territorios organizados que luchan por políticas públicas que beneficien a sus comunidades.

Es notable también la interacción que producen con agentes locales, produciendo agencias desde lo estético que permiten vehiculizar y llamar la atención frente a problemas que se han sostenido en diversos momentos de la historia argentina reciente. Tal es el caso de Explotar! (2000), performance donde una caravana de personajes cargaba cajas con dinamita que contenían un manifiesto que denunciaba las leyes laborales; El Mierdazo (2002), que consistió en un llamado colectivo a arrojar excremento al Congreso Nacional, a raíz de la crisis económica de 2001; o Contrabajos (o sin-fonía) (2004), una performance realizada el 20 de diciembre de actores, artistas y músicos que marcharon desde el Congreso Nacional hasta la Plaza de Mayo, donde narraron la historia de un “estómago corporación bajo el yugo del jefe y su condescendiente secretario”8 que es recuperado por obreros y cesantes con la ayuda del H@mbre (hombre-hambre)9. Al unísono producían “el ruido de sus estómagos” (el hambre) a raíz de la grave crisis laboral que se sostenía en el país. Sus acciones emergen y se desarrollan a partir del intercambio y la reciprocidad entre comunidades organizadas políticamente y su gestión como “facilitadores” visuales de consciencia y emancipación.

Por su parte, Pao Lunch es una artivista transfeminista queer que liquida las estructuras de género por medio de la autoformación y la política del compartir, así también, las lógicas de la producción artística, de la autoría, y del nombre (o reconocimiento a la autoría o al estatuto de artista). Genera diversas acciones críticas y solidariza con un sinnúmero de luchas con comunidades sexo-disidentes, por ejemplo Contagiamos imágenes, Proyectorazo, y Piquete10. Pao se constituye como tal, sustancialmente por “los lugares que habita”11, espacios políticos destinados a combatir el lugar de lo común hegemónico, desatando sentidos que interpelan la condición de lo normal y de la norma. Por esto es importantísimo reconocer su trabajo más allá de lo artístico; esto es, en el campo de lo político, bordeando la ilegalidad. Se caracteriza por una labor colectiva auto-convocada entre pares que cuestionan las leyes, pues estas “no son para todas, todes ni todos”; y las estructuras dominantes de sexo-género identitarias, desde la docencia, el arte y el activismo.

Por otro lado, Pao trabaja no solo desde esta trinchera, sino también solidarizando con diversos territorios que se encuentran levantados contra el extractivismo petrolero. Interactúa en zonas en conflicto, depositando preguntas e imágenes para cuestionar los estatutos económicos que permiten la pérdida del equilibrio ecosistémico de la naturaleza y las poblaciones locales. Así también, desde su comunidad de creadoras y creadores no binaries, ofrecen en conjunto, un sinnúmero de herramientas estéticas para solidarizar con otras luchas que se producen dentro y fuera de su país. La actitud desobediente que les enmarca dentro del campo artístico destaca al desmantelar las nociones de unicidad, originalidad, autoría, poder de representación e intercambio simbólico.

Pao Lunch: "Basta de Terricidio" (2020), Buenos Aires. Cortesía: Pao Lunch.

Desde un trabajo fuera de lo visual-estético, destaca el poeta y artivista Dani Zelko, que disputa la jerarquía del campo epistemológico a partir del trabajo con comunidades transfronterizas12. Se enfrenta a distintos casos de desplazamientos, ocupación territorial y represión policial en comunidades obligadas a migrar, o a autoconvocarse, a levantarse y luchar por la ocupación y las violencias del Sur Global. A partir de un trabajo con el testimonio, convoca a distintas personas para que, en colectivo o en forma individual, compartan sus experiencias de vida en un relato que se va conformando desde lo anónimo. En este encuentro entre Dani y las comunidades, se abre un espacio-tiempo “en que las personas cuentan sus propias experiencias de vida”. Se trata de un “momento de autoconocimiento”, sensible y contraria a la percepción de la productividad, donde se abre un espacio para romper el relato hegemónico “y poder articular y reflexionar sobre algo que están viviendo”, a viva voz.

Dani recoge estas memorias habladas en su cuaderno, el cual suma varias experiencias, y acaba por transformarse en una especie de “libro” que permite, en tanto soporte, la circulación de memorias de vida. Esto significa que de la transcripción del relato hablado a la computarización de las notas para ser impresas, encuadernadas a mano, y repartidas entre las comunidades en el mismo momento, existe una transición que no tiene por condición la difusión de las memorias como un catálogo o un archivo, pues carece de toda norma y lógica editorial o de mercado. Más bien, Dani y las comunidades comparten sus memorias entre sí -las cuales narran episodios dolorosos, conmoviendo y movilizando al mismo tiempo-, y luego las comparten entre sus propios miembros, teniendo como resultado un sinnúmero de traducciones, copias, y modos de circulación de las mismas.

El momento de escritura, de este modo, es “un momento de escucha y expansión del conocimiento”, que tiene como fin “pensar qué es lo que está pasando, de pensar cómo está funcionando el poder, cómo se pueden elaborar resistencias, cómo se pueden realizar procesos de lucha y duelo, y cómo el libro puede llevar a adelante esas luchas, demandas o modos de intervenir en concreto en los conflictos reales”13. El libro es pensado así como un sustrato de herramientas políticas dirigidas a la acción.

Chile: disputas desde lo político por la autonomía y la identidad

Por su parte en Chile, Dé_Tour [etnografía y derivas] de la artista Jocelyn Muñoz destaca por levantar diversas acciones que van desde talleres, espacios de encuentro y derivas con y por el territorio de diversas comunidades de la Quinta Región chilena14. Su leitmotiv es el desaprendizaje que posee la intención de deconstruir, en sus palabras, “la matriz cultural normativa”. Etno-Detour es una práctica exploratoria, colectiva, artivista y situada de reconocimiento territorial que promueve repensar críticamente zonas de sacrificio: territorios que han sido corrompidos por el extractivismo capitalista y los efectos que produce en las localidades empobrecidas. En su práctica, Muñoz ha desarrollado proyectos que vinculan el arte, la pedagogía y la cultura visual, como un modo de reconocer las memorias, relatos y narrativas que se han instalado en el imaginario social. Asimismo, promueve una gran cantidad de espacios autónomos que se signan en la intención por repensar nuestra contemporaneidad productivista desde el anticapitalismo y el pensamiento y la práctica libertaria.

La Brigada Laura Rodig es un colectivo feminista que se articula entre la política, la creación, la autoformación y la disputa simbólica frente al orden patriarcal. Propone una serie de acciones estéticas que rebasan el estatuto de lo binario por medio de la acción feminista, contracultural, callejera y urbana. Perteneciente a la Coordinadora Feminista 8M, se activa con fines de propaganda y agitación15. En 2019 y 2021, producen dos acciones que tienen como objetivo renombrar las estaciones del Metro de Santiago. La intención fue recodificar los lugares que han sido nombrados desde la visión hegemónica.

En 2019, se trató de inscribir a mujeres de las artes, las ciencias, la política y la economía que han sido silenciadas por los repertorios dominantes de la norma masculina. En 2021, renombran las estaciones para incorporar las demandas del movimiento feminista local y regional, colocando citas como “Constitución feminista”, “Que no te achiquen la calle”, “Sistema Plurinacional de Cuidados”, “No+ violencia político sexual”, “Libertad sindical”, “No+ lesbo odio”, “Aborto libre y legal”, entre otros. Además, se destacan por sus múltiples acciones de pegado de gráfica, rayados, confecciones textiles y stickers (de 2019 a 2021) con imágenes de protesta y consignas en monumentos, calles, muros e instituciones públicas para activar, propagar y contagiar desde la militancia feminista, y así usurpar los cercos que el poder instala. Crean en conjunto espacios colaborativos de autogestión del cuidado, la rabia y la autoformación crítica, con la intensión de incitar una sociedad anticarcelaria, antirracista, anticapitalista y antidiscriminatoria de la diversidad sexual, a través de asambleas e incidiendo en espacios públicos y privados16.

Por último, el artivista Lucas Núñez aborda las nociones dominantes de género y la estigmatización de la población queer y LGBTI que vive con VIH; genera cruces entre la creación disidente sexual y la autoformación colectiva. En Maleza en el jardín (2018), plasma un paisaje que intenta recodificar los imaginarios que se han impuesto de la población seropositivo. Elabora junto a Anathole Schall (biólogo botánico) una instalación que metaforiza por medio de plantas silvestres “despreciadas”, el lugar relegado a la población marginada de la heteronorma. Con ella remece los estatutos de lo masculino y proyecta identidades invisibilizadas por el Estado, al mismo tiempo que reivindica una historia de las disidencias sexuales y de las personas muertas por enfermedades devenidas por el sida en Chile. Esta reinscripción la resuelve al ocupar el lugar de la institucionalidad artística como escuela, tallereando las historias ocultas de su comunidad con diversos agentes que son parte de ella, y activando estos lugares con mediadores que luchan diariamente en favor de la reproducción de formas de afectividad y sexualidad haciendo uso de la propuesta visual de Núñez. Asimismo, utiliza su obra para incidir en establecimientos educacionales e instalar contenidos de educación sexual en el aula. Otras obras son El Estado no nos protege (2019), y Cuántos frascos se necesitan para conseguir una cura (2020). Ambas acciones colectivas17 se instalan en el imaginario social ocupando la calle como espacio de reinscripción del sida, promoviendo una reflexión sobre su condición pandémica, para generar un impacto visual que conlleve a mirar a contrapelo las políticas públicas sobre sexualidad y enfermedades de transmisión sexual.

Este mapa de experiencias lo presento como una brújula no exclusiva ni excluyente de aglutinamiento de fuerzas, que han sido desarrolladas por diversas, diverses y diversos agentes culturales —no solo artistas, también activistas, pedagogos y dialogadores comunitarios—, que han llevado a cabo distintas formas de trabajo colaborativo, a partir de sentir, pensar y experimentar con comunidades específicas, alternativas comunes a las violencias de la biopolítica, el capitalismo, la violación a los derechos humanos, el heteropatriarcado, la migración, y la pobreza en su más amplio sentido.