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Ecuador Colombia Perú

2023—II

12.12.2023 — 12.12.2023

Conclusiones de la serie de proyectos formativos realizados bajo la curaduría de Javier Vera Cubas, a partir del intercambio en barrios populares de Lima, Bogotá y Quito.

La etimología de “escuela” (school, école, del griego scholé) se refiere al ocio y tiempo libre reservado para los ciudadanos. Libre, explica Arendt (2017)1, de la labor y del trabajo, para dedicarse a la acción (la acción hace libres a las personas). Libre del mundo de las necesidades básicas, de las urgencias cotidianas, de la supervivencia. Pero, ¿cómo librarse de esto en sociedades cuyas mayorías viven el día a día al límite, donde estar por encima de la línea de la supervivencia es un sueño, por no decir casi un lujo? Pareciera que las escuelas, en estos contextos, hubieran optado ya no por liberarnos, sino por abstraernos, refugiarnos, evadirnos en una contemplación pasiva que imposibilita la acción. Por otro lado, hoy el ocio se asocia a la mera diversión, a la distracción, o, en términos de Debord (2003)2, al espectáculo. A la escuela de hoy no se va a ejercer el ocio creativo, sino a funcionar, a ser operativo, para no estar “perdiendo el tiempo”.

¿Cómo hacen las escuelas para evadirnos de la realidad, o al menos, impedirnos una comprensión integral de la misma? Radicalmente, fragmentando la realidad en espacios estancos sin relación entre ellos, poniendo límites que dejen claro que lo de dentro es una cosa, y lo de fuera otra, que no interactúan, ni dialogan ni se contaminan.

Se malinterpreta, entonces, que las escuelas solo pueden ser tales aislándose tras muros. Escuelas sin entorno, sin contexto. Infraestructuras sin territorio ni comunidad. Burbujas protectoras, hojas en blanco para ser llenadas de tareas. Ciudades sin escuelas. Entrar al colegio es salir de la ciudad, y viceversa. El límite de lo que entendemos por escuelas es la clave. Y este es un problema espacial.

El tiempo libre está relacionado con el espacio libre: el espacio público. Dice Careri (2016)3 que es necesario “perder el tiempo para ganar espacio”. Pero en estos contextos donde el concepto de ciudadanía es tan frágil ¿existe el espacio público? Ya nos dice Delgado (2011)4 que no, que es pura ideología. Y más aún ¿existe lo público en ciudades como las nuestras, mayormente autoproducidas?

Estas son algunas de las reflexiones que dan origen a Extramuros.

Idea curatorial

Antecedentes

Extramuros propone un proceso de investigación acción para comprender la naturaleza de los límites entre los espacios educativos y su entorno, e intervenir en ellos generando una reflexión sobre la necesidad de disolver/suavizar esos límites y convertirlos en espacios intermedios habitables que generen diálogos dentro-fuera, público-privado, niños-ciudadanos, etc.

El concepto de Extramuros nace en Lima, a raíz de los proyectos de regeneración urbana que desarrollamos en los barrios populares, en los que siempre, en algún momento, terminamos chocando con un muro ciego, detrás del cual suele haber un colegio o una infraestructura pública encerrada5. La investigación que acompaña a nuestros proyectos nos llevó a comprender que esta notable presencia de muros y rejas en la ciudad era, a la vez que un producto de la crisis de lo público que se expresa en la creciente desconfianza e individualismo de la sociedad, una de las condiciones que la producían6. Efectivamente, somos casi incapaces de concebir y construir infraestructuras públicas abiertas: colegios, universidades, museos, estadios deportivos, todo está amurallado.

Desde mi asociación Espacio Residual, venimos trabajando en un primer proyecto piloto en el barrio de Año Nuevo7, en el distrito de Comas, donde encontramos relaciones entre el abandono del espacio público, la producción de muros y el miedo al delito8. El proyecto9 (2019-2023) viene disolviendo progresivamente los muros perimétricos que han conformado un barrio inseguro con calles-callejón sin vida social ni ojos en la calle, desde la integración del Parque y el Colegio Libertad, reconectando a los vecinos con los estudiantes, profesores y directivos de la escuela. 

Dado que esta problemática es común en muchas ciudades latinoamericanas, me pareció oportuno extender la reflexión (que a continuación sintetizo en 7 puntos) fuera de Lima.

Lugares y participantes

Para ello se convocó a tres equipos de tres ciudades distintas que se aproximan a esta problemática con diferentes matices.

En Lima, con Michele y Carmen de Díadia Arquitectura, compartimos el interés por la infancia en los procesos urbanos, y veníamos de trabajar juntos en Espacios Revelados Lima10, donde instalaron una pieza lúdica llamada AAAAAA en un puente del Centro Histórico11. La instalación, efímera, fue desarmada al terminar el evento, y trasladarla a Año Nuevo nos pareció ideal para darle una nueva vida. El reto fue emplazar la pieza en el parque para que sea una especie de pedazo de colegio que invita a los alumnos a salir, borrando en su trayecto los límites impuestos por el muro perimétrico. AAAAAA convertida en un cubo terminó instalada en el centro del parque, llena de niños jugando alrededor, subiendo y bajando, a la espera de las próximas etapas de consolidación del proyecto.

En Bogotá, una ciudad que tiene mucho en común con Lima, está Jorge Raedó, un “maestro” en educación, arquitectura e infancia, tejedor de redes internacionales sobre al tema (en las cuales tiene la constante amabilidad de incluirme), creador y organizador de Ludantia12 y otras iniciativas siempre potentes. Y también Fabiola Uribe, que con Lunárquicos hace buen tiempo realiza un excelente trabajo de arquitectura con niños en colegios. Afortunadamente ambos son pareja y comparten proyectos. Hace tiempo veníamos conversando sobre la problemática de los muros de los colegios a raíz de mi investigación, y me habían contado que en Bogotá sucedían muchas cosas similares. Con ellos el reto fue encontrar un colegio, de entre los que ya tenían contacto, encerrado por un muro o reja, y casi de inmediato señalaron el IPARM, rodeada no por una sino por dos vallas: un colegio encerrado dentro de una universidad, también encerrada. Terminaron creando unas vallas lúdicas en las que resignificaban las vallas del otro colegio con gigantografías de los dibujos de los niños.

En Quito hay una generación de jóvenes arquitectos que vienen haciendo proyectos potentísimos con el paisaje, los materiales y las técnicas constructivas locales. La Cabina de la Curiosidad de Daniel y Marie es una oficina muy peculiar, con un trabajo que mezcla lo artístico, lo social y lo ambiental con el diseño, creativa y poéticamente. Un equipo que creo capaz de responder con inteligencia a cualquier reto que se les plantee. Me pareció que les iría bien trabajando con niños, pero en otra escala, por contraste con los otros dos equipos, en la relación entre la ciudad y el paisaje, pues así como las escuelas, también nuestras ciudades se encierran y niegan su entorno. El Museo del Agua, con el que venían trabajando, tiene alto impacto en su territorio, promoviendo justamente una mejor relación entre la ciudad y el entorno natural. Como infraestructura cultural-educativa tenía vinculación con los colegios, y podría ser un caso más bien positivo, no de encierro sino de apertura. El artilugio que construyeron como observatorio es un puente que vincula la ciudad con sus extramuros.

Las reuniones para la coordinación e integración de los tres proyectos fluyeron bastante bien. Creo que los resultados apuntan a una reflexión integral aproximativa sobre el tema planteado.

Arquitectura y vida cotidiana

No es casualidad que los tres equipos estén conformados por parejas que trabajan juntas. Son personas cuyo trabajo y vida personal están completamente entremezcladas, que no viven de la arquitectura, sino que viven la arquitectura: Michele y Carmen involucran a sus hijos en sus proyectos, Jorge y Fabiola se conocieron hablando de arquitectura, educación e infancia, y Daniel y Marie hacen viajes de investigación en una especie de autocaravana diseñada por ellos mismos. Esta forma de involucramiento que no se encierra en la práctica profesional y la investigación académica, sino que es también parte de la subjetividad y la experiencia vital cotidiana de los arquitectos y/o artistas —del espacio vivido y percibido más allá del concebido, en términos de la teoría unitaria de Lefebvre (2003)13—, era una condición fundamental para ser parte del proyecto, porque aporta a una reflexión mucho más completa y compleja del fenómeno que se planteó discutir. Los extramuros de la escuela son también los extramuros de la disciplina arquitectónica y/o artística.

Muros / límites

Los lugares elegidos para los tres proyectos presentan muros físicos o virtuales que aíslan las infraestructuras educativas y/o culturales de su entorno.

En Lima, el perímetro del colegio es un muro ciego producto(r) de inseguridad, simbólico de un problema generalizado de toda la ciudad. El proyecto invita a salir del encierro, construyendo un aula abierta en el espacio público. El muro no se disuelve físicamente, el proyecto no interviene el muro, pero invita a los cuerpos (de niños y niñas) a atravesarlo constantemente con un objetivo afuera (antes no había razón para cruzar al parque) apunta hacia ello. AAAAAA en el parque genera las condiciones para que, más adelante, el muro del cole pueda eliminarse y cambiarse por una reja lúdica que permita la visibilidad transversal hacia la calle.

En Bogotá, las vallas del colegio y la universidad generaban una “muñeca rusa” urbana: una valla dentro de otra valla rodeada por una pista de alto tránsito, un triple borde aislante. El proyecto tampoco busca eliminarlas, sino comprenderlas colectivamente, visibilizarlas, hacerlas aparecer, reflexionar sobre ellas como objeto y como proceso, y hacer de su representación (los dibujos de los niños) un espacio habitable, o mejor dicho, jugable.

En Quito, el borde de la ciudad, desconectada de su entorno natural, puede entenderse como un gran muro invisible. El Museo aparece como ejemplo de lugar abierto físicamente (un SUM transparente desde donde se ve toda la ciudad de las laderas, con una placita adjunta tipo terraza urbana), pero sobre todo como uso del espacio y función social en el territorio. El proyecto invita a re-conocer el paisaje - territorio, construyendo un observatorio desde la sensibilidad. Un pequeño artilugio genera un puente conector para evidenciar que aquello que creemos lejano y ajeno es, en realidad, cercano y cotidiano, digno de ser cuidado.

Infancia

El otro tema transversal a los tres proyectos es, como ya se mencionó, el trabajo directo con niñas y niños. Lima se centró en los imaginarios del barrio y el espacio en relación al cuerpo. Bogotá en el significado de borde / límite, y Quito en la exploración del entorno natural.

En Lima se trabajó con niños y niñas de 4to de primaria (9 años), que viven en el mismo barrio, en condiciones precarias y de alta vulnerabilidad, con una infraestructura educativa en pésimas condiciones. Participaron desde el cuerpo y el movimiento como productores de espacio público, y tejieron un vínculo importante con el equipo de Díadia, con quienes se han comprometido en seguir participando en próximas etapas.

En Bogotá participaron niños y niñas del colegio entre 6 y 8 años, en una primera etapa, quienes reimaginaron colectivamente, a través de dibujos, los límites espaciales de su escuela en la ciudad; y menores del nido en una segunda etapa, quienes se apropiaron de las estructuras de las pancartas con los dibujos anteriores, generando espacios habitables. 

En Quito, niñas y niños venidos de distintas partes de la ciudad, se convirtieron en guardianes del territorio, trabajando con una serie de dispositivos de observación y sensorialidad múltiple. El artilugio construido se queda en el museo para seguir conectando a muchos más niños con el territorio, promoviendo una forma lúdica de habitar el paisaje.

Capas / preexistencias

Para que los proyectos pudieran ejecutarse en tan corto tiempo, era fundamental plantearlos en la lógica del palimpsesto de relatos superpuestos. Los tres equipos saben muy bien que la ciudad no es una hoja en blanco, así que ninguno se planteó empezar de cero, sino superponerse a lo que ya venía sucediendo.

En Lima, Díadia instaló una pieza pre-existente (AAAAAA) en un proyecto preexistente (Extramuros Año Nuevo), sumando una nueva capa al trabajo de Espacio Residual, para ayudar a la comprensión del equipamiento educativo y el barrio como una unidad. Usando los vínculos preestablecidos en el barrio, pudieron ingresar a trabajar directamente con los alumnos y profesores del colegio, aportando a la continuidad del proyecto.

En Bogotá, Lunárquicos trabajó con profesores con los que antes habían hecho talleres, para reflexionar sobre los límites de la escuela y pensar en cómo podrían vincularse de nuevo a la ciudad. Tras un primer trabajo, superponen otro, añadiendo otra capa a la historia.

En Quito, La Cabina de la Curiosidad se montó sobre el trabajo del Museo del Agua, con el que ya venían trabajando con el objetivo de promover una mejor relación con el paisaje natural, para entender la ciudad y su entorno como una unidad a recuperar. Aportan al trabajo del Museo y el museo los apoyó con el suyo, en una dinámica de colaboración y cooperación.

Todos los proyectos urbanos son, de alguna manera, homenajes a las preexistencias.

Participación, coordinación y conflicto

Extramuros trata de procesos de producción del espacio, más que de obras artísticas en el espacio público. Procesos centrados en la participación de los niños y niñas, alrededor de quienes se integran los demás actores. Para llevar adelante sus procesos, los tres proyectos aplicaron distintas metodologías y herramientas, como talleres, paseos, dibujos, maquetas, performances, y tuvieron que realizar una serie de coordinaciones institucionales a cada paso, no exentas de conflictos.

En Lima, el director del colegio dio todos los permisos necesarios, el subdirector estuvo a cargo de la logística de todo el proceso, y el profesor se involucró trabajando directamente con las niñas y niños. Un accidente con el maestro de obras retrasó la instalación de la pieza en el parque, por lo que tuvo que permanecer más de la cuenta dentro del colegio, convirtiéndose en tentación de juego que podía poner en riesgo a quienes la usaran. Por otro lado, el proyecto ayudó a mejorar las relaciones entre los vecinos del barrio y las autoridades del colegio.

En Bogotá, la directora aprobó el proyecto, pero la profesora no llegó a involucrarse, solo “prestó” a los niños y niñas. Ya en el proceso, les prohibieron salir más allá de la valla por temor a que les pasase algo (era época de protestas estudiantiles y represión), y menos aún intervenirla. La importancia e intangibilidad de la valla se hizo evidente. La negación llegó al punto de obligar al equipo a buscar otro cole para continuar con el proyecto, que se trasladó al nido de al lado. Hubo que hacer nuevos talleres, pero finalmente se logró articular todo el proceso.

En Quito, el trabajo fue menos “autogestionado”, pues se hizo en colaboración directa con el área de programación cultural y de formación del Museo, institución bastante formal que facilitó el proceso y logró una participación masiva y heterogénea.

Afuera

Dentro: Lo interior, lo privado, el espacio construido habitable, lo opaco, lo secreto, lo previsible, la claridad estructural, el hogar, los actores. Fuera: Lo exterior, lo público, el espacio no construido y no habitable, lo transparente, la exposición total, lo inestable, la casualidad y la indeterminación, la calle, los personajes. Si el dentro es el espacio de la estructura, el fuera lo es del acontecimiento (Delgado, 2004)14.

Proyecto: Valla (des)vallada. Bogotá, Colombia.

Fotografía: Jorge Raedó. Cortesía: Jorge Raedó y Fabiola Uribe.

Proyecto: Guardianes del territorio. Quito, Ecuador.

Fotografía: Daniel Moreno Flores. Cortesía: La Cabina de la Curiosidad.

Los proyectos de Extramuros son una provocación para salir fuera del recinto del hogar, del colegio, de la universidad, del museo, de la ciudad, cuestionando esa idea tan arraigada en el imaginario actual de que dentro estamos a salvo y afuera todo es peligro. Atravesar los muros. Porque afuera, en la calle, en el barrio, en el territorio, puede estar la escuela que de verdad nos haga libres.

Otra forma de verlo es que estos proyectos cuestionan la dicotomía dentro/fuera para señalar que, si nos quedamos con eso, en medio no puede haber nada, tan solo una juntura, una línea, un muro. Habitando el intersticio aparecen los espacios intermedios, que hacen entrar el afuera y salir el adentro, convirtiendo el muro en una orilla. De este modo, coinciden con la visión de Van Eyck de la ciudad como un “interior abierto”. La ciudad como una casa grande, la casa como una ciudad pequeña (Van Eyck, 2021)15.

Para producir esos espacios intermedios, los niños imaginan lo que está afuera, salen a conocerlo y lo invitan a entrar. Luego intentan apropiarse del afuera, para convertirlo en un interior: de esta forma, hacen de los extramuros, la ciudad.

Extramuros: valorar la periferia, lo que está fuera del control, lo extranjero. Perderle el miedo al afuera.

EXTRAMUROS LIMA: LA ESCUELA LIBERTAD

Lugar: Colegio y Parque Libertad, Año Nuevo, Comas, Lima, Perú.
Autores: Díadia Arquitectura - Carmen Omonte y Michele Albanelli.
Equipo:
-       Alumnxs de 4to grado de primaria del colegio “La Libertad”.
-       Profesor de 4to grado de primaria del colegio “La Libertad”: Andrés Trujillo.
-       Director del colegio “La Libertad”: Kleber Figueroa.
-       Coordinador territorial de Espacio Residual para el proyecto Extramuros: Rogelio García.
-       Fotografías: Eleazar Cuadros, Díadia, Javier Vera.

La experiencia del Aula, tuvo cuatro etapas:

-  Reconocimiento como equipo del barrio Año Nuevo y del parque La Libertad, un espacio público donde se viene desarrollando un proyecto de regeneración urbana para la producción de espacios públicos lúdicos, seguros, saludables y educadores.

-       Encuentro de saberes en el aula institucional: se realizaron cinco talleres con las niñas y niños, y el maestro Andrés Trujillo. Las preguntas que guiaron este proceso fueron:

¿De qué está hecha un aula? Queríamos escuchar no solo sobre los imaginarios físicos, sino sumar imaginarios afectivos, ambientales, y sociales. En el proceso se reveló que un aula está hecha de su lugar en el cuerpo; revisamos a través de cartografías corporales la relación física afectiva entre el cuerpo, la casa, el barrio y la escuela. De esta experiencia, la gran revelación personal y política fue que, casi unánimemente, los niños proyectaban que “la escuela está en el corazón”, aun cuando la misma escuela se encuentra atravesada por condiciones materiales e institucionales como la precariedad y la violencia en un barrio popular con altos índices de robo y maltrato doméstico. Y de sus maestros, para conocer de “muros”, compartimos algunos referentes como el primer nido de Lima, iniciado por la pionera de la educación preescolar peruana Emilia Barcia Boniffatti en el parque de La Reserva de Lima, “sin muros, con niños, ¡con una maestra!”, decían los niños.

¿Cómo imaginamos, desde nuestro cuerpo, nuestras relaciones con el aprendizaje? Compartiendo las reflexiones de Merleau-Ponty, consideramos que conocemos el mundo en la medida que nuestro cuerpo está ahí́, ubicado con otros en un espacio y tiempo determinados. La importancia de establecer un nivel reflexivo para el estudio de la escuela La Libertad y el barrio Año Nuevo a través del cuerpo, nos invitaba a trabajar entrando y saliendo del aula institucional, de la escuela y a veces haciendo uso de maquetas proyectivas, saliendo de lo que se ha construido formalmente en relación con el cuerpo. “¿En mi maqueta se puede estar echado o resbalándose?”, fueron algunas de las preguntas de los niños.

Proyecto: La Escuela Libertad. Año Nuevo, Comas, Lima, Perú.

Fotografía: Eleazar Cuadros. Cortesía: DIADIA Arquitectura.

-       Producir colectivamente espacio público, adaptar la instalación espacial AAAAAA (6 arcos) al parque La Libertad no pasaba por el hecho de instalarla según el proyecto del Puente Balta, donde constantemente había un público transeúnte, sino de construir socialmente con el aula de niños, profesor y director, las etapas para animarse a revisar el cuerpo desde otros términos, para animarse a liberarlo de los cánones modernos que construyeron un cuerpo cercado por muros como el individualismo y la desconfianza en el otro. Físicamente, buscamos configurar el espacio como el aula actual de los niños, pero con otra materialidad: cuatro arcos.

-       Celebrar: el 13 de octubre de 2023 realizamos la entrega simbólica de “Un Aula de Arcos como Andamio para el Aprendizaje en Año Nuevo (AAAA)” a las niñas, niños y al profesor Andrés, y recordamos como comunidad el artículo 31 de los Derechos de los Niños: “...reconocer el derecho de todos los niños al descanso, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad...”. Desde entonces, AAAA es un aula para encontrarse y aprender sobre cómo podemos vivir juntos jugando en comunidad.

EXTRAMUROS BOGOTÁ: VALLA (DES)VALLADA

Lugar: Colegio IPARM, Bogotá, Colombia.
Autores: Lunárquicos - Fabiola Uribe y Jorge Raedó.
Equipo:
-       Alumnos del colegio.
-       Alumnos del jardín.
-       Profesores del Colegio IPARM.
-       Directora del Colegio IPARM.
-       Fotografías: Jorge Raedó.

 ¿Cuál es la reflexión que se hacen los niños en Bogotá frente a los cerramientos que separan y aíslan sectores residenciales, educativos e institucionales? Los cerramientos son una práctica instaurada a finales de los noventa en la ciudad como “garantía de seguridad”, que derivó en la separación de lo privado de lo público.

Colaboramos con un grupo de estudiantes de 6 y 7 años del Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar —IPARM— (once sesiones) y con dos grupos de 4 a 5 años del Jardín Infantil (dos sesiones) de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. El campus está inspirado en la ciudad jardín y funciona como una isla verde —enrejada— dentro de la ciudad. El IPARM delimitaba su espacio con pequeños arbustos y muretes bajos hasta los noventa. Luego construyó a su alrededor una valla metálica eslabonada para dar “seguridad”, que lo ha transformado en una isla dentro de otra isla.

La propuesta educativa constó de tres etapas:

I. Investigación: comprensión de concepto de límite.
El proceso inició con actividades para entender el límite como concepto: cuerpo, aula, colegio, campus y ciudad. Los estudiantes reconocieron los tipos de límite que existen: prohibitivos, naturales, imaginarios, construidos. Estos últimos fueron valorados como imprescindibles para garantizar seguridad, tranquilidad y delimitar espacios que los protegieran “de lo otro”. Los estudiantes fueron hasta el límite del campus y representaron el espacio en dos dimensiones: pintaron los planos de profundidad y comprendieron las características del límite topológico y construido.

II. Formulación: construcción colectiva de criterios para llegar a la propuesta artística. 
Sesiones de creación individual para imaginar alternativas a la malla de hierro que encierra el campus en el área donde se construirá el nuevo edificio escolar: propusieron vallas altas, muros cerrados, concertinas e intimidantes rayos láser para ahuyentar a “los otros”. El límite era un objeto divisorio. Para generar nuevas propuestas se reformuló la pregunta: ¿Qué deseo ver a lo lejos a través de la ventana de mi salón en el nuevo colegio? En parejas y mediante dibujos, se vieron a sí mismos como espectadores y habitantes de los límites. Así surgieron árboles, flores, aves, aviones, globos, animales, etc. La “valla de cerramiento” fue desterrada. El límite no pareció necesario, sus dibujos fusionaron el patio escolar con su entorno natural.

III. Montaje de instalación: ejecución y puesta en escena.
Los estudiantes llevaron al límite del campus diez pancartas con sus dibujos impresos para dejarlas como instalación espacial. Problemas administrativos impidieron el montaje. Luego instalamos las diez pancartas en el límite que separa el Jardín Infantil del área donde estará el nuevo colegio. La instalación se levanta en el césped sobre un trazado ortogonal que permite crear espacios móviles y cambiantes. Dos grupos de estudiantes del Jardín Infantil, tras familiarizarse con el concepto de límite, pintaron sus límites —el vientre de la madre, de su cuerpo, del salón, del paisaje que ven— en nuevas pancartas que se suman a la instalación espacial. Plantaron semillas en el césped donde se ubica la instalación. Cuando se retiren las pancartas quedará un jardín.

EXTRAMUROS QUITO: GUARDIANES DEL TERRITORIO

Lugar: Yaku Parque Museo del Agua, Quito, Ecuador.
Autores: La Cabina de la Curiosidad - Marie Combette y Daniel Moreno Flores.
Equipo:
-        Participantes de los talleres.
-        Pasantías: Marianne Letessier / Samuel Dano.
-        Mediadora educativa: Andrea Jacome / Pasante mediador: Benjamín Rivadeneira.

Fue un espacio de encuentro, de observación, de asimilación y de aprendizaje territorial con 25 niñxs de 8 a 11 años de la ciudad de Quito en Ecuador.

Se elaboró un taller sostenido en seis sesiones para consolidar la idea de que lxs niñxs se conviertan en “guardianes del territorio”. Es una invitación para reconocer la grandeza del lugar en donde vivimos: en los Andes, en un territorio con distintos ecosistemas, de montañas, nevados, ríos y de otros seres vivos.

Se acompañó a lxs niñxs en un proceso lento de asimilación geográfica-ecológica mientras jugábamos y aprendíamos todos juntos. Fue un espacio de paz, en donde la energía estuvo concentrada en las actividades propuestas. Lxs niñxs estuvieron fuera de sus diferentes establecimientos educativos, pues el programa se desarrolló en el Yaku Parque Museo del Agua, en el barrio El Placer en la ciudad de Quito. Además de recorrer por el bosque nativo del museo y vivenciar el gran contacto visual que tiene con la ciudad y las montañas, se hizo una visita al parque arqueológico de Rumipamba, para explorar por sus diferentes ecosistemas y conocer la quebrada que está a cielo abierto, circunstancia distinta del resto de la ciudad (el 90% de las quebradas en Quito están tapadas).

Los talleres con lxs niñxs fueron ambientes creativos de cohesión entre todxs lxs habitantes de esta ciudad, pues ellxs provenían de distintos barrios de la urbe, lejanos y cercanos, permitiendo una diversidad social y riqueza cultural.

Lxs niñxs tuvieron lugar para reflexionar y aprender haciendo, en presencia del territorio. El taller fomentó que las actividades fueran dinámicas, con movimiento, de acción, con desplazamientos tanto en el exterior como en el interior. El interior como un espacio de contención, de concentración y de confluencias.

En cambio, el exterior es un espacio vivo, un aula abierta que estimula el aprendizaje palpando la realidad con sus diferentes características. Aprendiendo desde ideas macro con escalas grandes y lejanas hasta asimilar la cercanía y los distintos detalles de las plantas y de los insectos. El proyecto Extramuros nos propone desarrollar herramientas para generar vínculos con el lugar en el que vivimos, nos enseña y nos invita a posicionarnos como guardianes del territorio para cuidar nuestros hábitats y vivir en armonía con los otros seres.

El trabajo de los talleres con lxs niñxs fue una invitación a dejarnos sorprender por lo que comúnmente no vemos, más aún, ignoramos, y ni siquiera dimensionamos. Una serie de viajes en diferentes escalas en simultáneo, que aportaron información objetiva, contundente y detallada de la geografía andina. Con una metodología pausada, de insistente observación y atento descubrimiento, interiorizamos lo que vemos y lo que hacemos a través de la vivencia afuera en el territorio, observando las montañas, tocando y oliendo las plantas, estando cerca de los pájaros y de los insectos. Esta experimentación nos lleva a empatizar con un ecosistema que demanda cuidado y protección, y del que formamos parte todos los seres humanos.

Presentación pública: EXTRAMUROS