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Paola Eguiluz

Aprender desde la periferia y el afecto

10.08.2023

Paola Eguiluz

con Javier Zugarazo

Paola Eguiluz (Ecatepec, México, 1986) es artista visual, curadora e historiadora del arte. Licenciada en Artes Visuales por la Universidad Autónoma de Querétaro, con maestría en Historia del Arte en el campo de Estudios Curatoriales de la UNAM. Sus líneas de trabajo e investigación abordan temas como las periferias, el cuerpo, los feminismos descentralizados, el lenguaje y el paisaje. En 2019 creó Marejada. Indisciplina con perspectiva de género, proyecto enfocado a visibilizar prácticas artísticas de mujeres que no encuentran cabida en el circuito hegemónico del arte.

Javier Zugarazo: ¿Cómo se constituye Marejada?

Paola Eguiluz: Marejada ha estado conformada por muchas personas. Es algo que se ha ido experimentando y llevando sobre la marcha; no es algo estable ni estático. Ha habido muchas colaboradoras, pero somos cuatro que hemos estado en las diferentes etapas y procesos. Además de mí, está Getsemaní Guevara, que ambas estudiamos la maestría en estudios curatoriales e historia del arte; después ella me presentó a Estefany Salas, historiadora, que aportó la parte de datos duros, e hizo un calendario de efemérides feministas llamado “No somos histéricas, somos históricas”, que incluía acontecimientos tanto de hace siglos como de la cultura digital contemporánea que involucraban a las mujeres y a los feminismos. Y luego se acercó Dani Valle, que es una artista y productora, desde el interés en apoyar Marejada. Entonces se fueron sumando habilidades y conocimientos en diferentes etapas.

Aprender desde la periferia y el afecto: Paola Eguiluz con Javier Zugarazo

Entiendo que Marejada trabaja con la periferia, no solamente de forma geográfica sino en relación a todo lo que está fuera del centro de poder. ¿Cuáles son estas otras periferias con las que trabajan?

Sí, nuestro primer planteamiento fue pensar en lo periférico como esta cuestión geográfica, pero después se abrió a otros elementos discursivos, pues la periferia implica un montón de cuestiones que tienen que ver con el hecho, desde lo histórico, de ser mujer, mujeres creadoras, que hemos estado al margen, pero también el tipo de prácticas. Por ejemplo, hicimos una exposición en Galería Unión que se llamó La invención de la periferia, en la que participamos puras artistas del estado de México, y había elementos muy interesantes porque era ver los modos de producción y los temas que nos interesaban. Hubo un par de comentarios que decían: bueno, es que todo se ve como muy casero, muy hogareño, atravesado por el cuerpo... y pues sí, también hemos pensado en estas prácticas, y lo podemos ver históricamente; la mayoría de las mujeres, en América Latina principalmente, hemos trabajado con el cuerpo.

El performance es uno de los medios, porque no implica tener uno de estos grandes estudios de artistas, con ayudantes en su atelier súper iluminado y todos los materiales disponibles; la realidad es que muchas creadoras no tenemos eso. Y lo podemos ver también en esta exposición de Mujeres Radicales en Los Ángeles, que el cuerpo era el motor, el eje, el detonante, el medio, todo, y entonces si la realidad es que a través del cuerpo, la cuerpa, es que se producían prácticas, pues sí es algo constante.

Sí, pensando en estas estrategias de no estetizar o tratar de parecerse al arte contemporáneo que se expone en el muro blanco, sino que son estrategias de socialización de las obras de la vivencia de la gente.

Sí, por ejemplo, Getsa y yo venimos de una formación académica, de trabajar en museos, etcétera, entonces había un poco de choque con romper con todos estos dispositivos expositivos que te han enseñado en la maestría o que has experimentado en el trabajo. Se trata de dejar que pasen las cosas, que los espacios también hablen. Por ejemplo, hicimos otra exposición que nos invitaron a montar en la barda que estaba al ladito de un puesto de tacos, entonces hicimos ahí un mega mural con motivo del 8M. Eso nos puso a pensar en la calle y en ciertos conflictos respecto a seguir determinados parámetros, como hacer una ficha técnica o no, poner un QR, dar más información, hacer un texto curatorial o simplemente dejarlo; cosas que parecen muy básicas, pero no.

Espacios fuera del centro

En relación al proyecto de Memorias Margeniales, siento que hacen un vínculo entre la genealogía de mujeres artistas de estos espacios fuera del centro con artistas que van empezando; ha habido ahí un contagio de estrategias, de sobrevivencia, de supervivencia como artistas y como artistas mujeres. ¿Qué han encontrado allí?

La verdad es muy lindo ser un espacio de contención. En la sesión pasada hablábamos de estas genealogías del arte y de qué personaje crees que eres dentro del mundo del arte, y muchas coincidíamos en que éramos ‘las desencantadas’. Las desencantadas somos este grupo de mujeres que ya llevamos muchos años en el arte, que quizá hemos tenido la oportunidad de exponer y trabajar en distintos lugares, y te topas con la realidad de que no van a cambiar, que son espacios muy blanqueados, heteronormados, que no nos dan cabida a otro tipo de realidades y otro tipo de creadoras.

Entonces es una sensación como de '¿qué hacemos aquí?' Pero en esa experiencia de mujeres que ya llevan más años en esto y chicas que están en la licenciatura, pues es bueno ver qué hacemos, cómo hacemos, y también las más jóvenes aportan ideas que a ti no se te pasan por la cabeza, y ahí se van compartiendo estrategias en todos los sentidos.

Creo que lo interesante también de la laboratoria es que estamos unas de las periferias del estado de México, pero hay muchas chicas, por ejemplo, de Tijuana, de Bolivia, de Chile, de Argentina... que vivimos estas mismas realidades, aunque parezca imposible que en América Latina pasen estas cosas. Entonces, como decía, es una contención, porque de repente te dices ¿qué estoy haciendo aquí?, o sea, no voy a cambiar las cosas, estas mismas personas van a seguir dirigiendo las instituciones o estas publicaciones van a seguir publicando las mismas voces, el mismo tipo de contenido. Entonces creo que sí es un espacio para abrirnos un poco, para desahogarnos, pero también para escuchar a las otras, y saber que no estás sola, que acá estamos, y eso empieza a crear una red.

En la laboratoria, ¿cómo son los formatos de transmitir el conocimiento?

Al principio, para romper un poco el hielo, buscamos presentarnos de maneras distintas al yo soy esto o yo estudié esto otro, sino pensar de qué otra manera podemos hablar de nosotras mismas, porque eso es importante, tener nuestra voz y reconocernos. Siempre es bien difícil y a varias les da pena decir todo su currículum, pero y si has hecho un montón de trabajos y tú quieres decirlo, ¿por qué no? O si quieres decir que tú eres fanática de cocinar o de cuidar perritos o de bordar, ¡adelante! Entonces, desde cómo nos reconocemos y cómo nos enunciamos, las primeras sesiones sí suelen ser de corte más tradicional. Entonces hago la presentación de una de las invitadas, ella hace su presentación, y luego se rompe esta estructura de yo hablo y ustedes escuchan, porque además hay mucha identificación, ese claro, a mí me pasó, y de ahí se abre el diálogo.

Entre lo que ellas compartan y cuando las participantes empiezan a mostrar su trabajo, pues es otro mundo, porque tienen proyectos maravillosos, comunitarios, de risografía, fanzinotecas, de bordadoras, muchas están trabajando con grupos de mujeres, de madres de personas desaparecidas, o sea cosas muy densas, muy fuertes, y cuestiones también de acompañamiento por violencia de género, violencia sexual... Entonces nosotras ahí somos solo el medio para que todas las demás compartan. A mí me gusta mucho saber qué están haciendo en lugares distantes, que nos platiquen de cosas que desconozco totalmente. Entonces creo que ahí es cuando se empieza a romper este formato vertical, que luchamos mucho para que no sea así, pero es como un detonante tener a una invitada que nos hable de su experiencia. La idea es que mejor compartas tus experiencias desde el afecto, que plantees preguntas. Y luego esta parte de los ejercicios colectivos es muy interesante, hacemos cosas como el árbol de las ancestras, que fue un ejercicio que varias veces hasta terminamos llorando porque suele ser muy fuerte ese reconocimiento de nosotras en las otras.

Docum3nta 2. Cortesía: Paola Eguiluz.

Alguna vez escribiste para la revista Chiquilla, te quiero un texto sobre el trabajo de Bruno Martínez y hablabas sobre la romantización de la periferia; ¿quién romantiza la periferia o cómo se romantiza esta parte de la ciudad?

En las dos ediciones de las laboratorias hemos hablado de cómo se aborda o qué es la periferia, y muchas decían estar en un proceso de reconocerse como ‘mujer periférica’. Empezamos con la pregunta de si yo soy o no soy periférica, y algunas decían yo no soy porque yo fui a la universidad o yo tengo un trabajo o yo tengo un auto; entonces era preguntarnos qué es la periferia o qué entendemos o por qué nos asumimos como tal.

Creo que también es algo muy curioso este proceso cuando te reconoces o te asumes como feminista o como algo, entonces se me hace muy curioso escucharlas porque no siento que me reconozca como periférica.

Canalla. Cortesía: Paola Eguiluz.

Tampoco es que nos tengamos que reconocer como tal. O sea, yo sí lo hago como un statement de vida, de creación, pero es pensar en la periferia desde lo académico. Sobre eso hicimos un taller en el Centro Cultural de España, que se llamó “Somos la periferia que no cabe en tu academia”, que se trataba de pensar entre todas qué es esto y cómo la academia ahora está abordando estos temas. Invitamos en esta edición a una chica que está haciendo un posdoctorado en la Ibero y que hizo un doctorado en Australia sobre la periferia de México.

A mí me generaba mucho conflicto e interés, la verdad, y estaba un poco temerosa. Ella me dijo que había visto nuestro taller en el España y, pues, que ella era la academia que está captando la periferia. Y yo quería escucharla porque, justamente, no sé hacia dónde va esto, cómo es que todo lo copta el centro y al final todo se va insertando en los discursos, ya sea por agenda, por interés, por lo que sea, y finalmente estos proyectos marginados terminan en los museos y en los libros de alguna u otra manera. Y es pensar en este lugar que ha sido exotizado, romantizado, denigrado, ridiculizado en redes, en memes. Hay una construcción aparentemente homogénea de lo que es la periferia: a qué huele, cómo nos vemos las personas que vivimos en la periferia, cómo nos vestimos, nuestro color de piel, es decir, hay un montón de implicaciones sociales, clasistas, racistas, pero también la realidad es que muchos agentes culturales que tienen otros medios y otras posibilidades, viajan, como decía Gerardo Mosquera en los noventa, al sur, a estas periferias del mundo, en plan de curador viajero, de a ver qué me encuentro y qué puedo llevarme de aquí.

Fíjate, estoy haciendo una biblioteca de publicaciones sobre Ecatepec, y casi nadie de los que tengo es de Ecatepec; por ejemplo, hay un libro de una escritora que hizo todo a través de Google y hablaba sobre Ecatepec y estos espacios y las dinámicas sociales. Es impactante. Siempre me quedo pensando en estas voces que llegan por un par de minutos, semanas, meses, hacen un proyecto muy específico y se creen autorizadas. Es decir, sí creo que puede haber algo positivo, pues tampoco voy a negar la importancia de estos proyectos, pero es como que viene un extranjero, alguien externo, a validarnos, a reconocernos, a visibilizarnos.

Es como hablar de las otredades pero con estos recursos o a partir de ciertas estéticas o discursos. Entonces, sí, está este texto de romantizar la periferia, porque tampoco se trata de irnos a los extremos porque la realidad en estos espacios es compleja; o sea, no es que ¡ay, es increíble vivir en la periferia! ¡soy fan!, es muy difícil, pero creo que justo hay que ser muy críticos, y eso es algo que tratamos de trabajar también en la laboratoria, ser muy críticas y autocríticas.