Your registration could not be saved. Please try again.

Prisciliano Jiménez

Construir la identidad a partir del intercambio cultural

Prisciliano Jiménez es escultor, promotor cultural y empresario. Licenciado en Artes Visuales por la Universidad Veracruzana. Desde el año 2003 realiza el performance La Manda, en el cual carga sobre sus espaldas un metate de recito, elaborado por él mismo, con caminatas realizadas en Serbia, Eslovaquia, Francia, España y Japón. En 2015 realizó la exposición individual La Manda y otros llamados (Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce).

Construir la identidad a partir del intercambio cultural: Prisciliano Jiménez con Juan Carlos Jiménez

En la escuela

Prisciliano Jiménez: Antes de llegar a la escuela, todo era intuitivo y con un interés de aprender, pero en realidad no sabía qué más había ahí. Entonces empecé en el ámbito profesional y descubrí la historia del arte, que para mí era un misterio, solamente me llegaba información sobre el arte por los medios comunes de información, pero ahí realmente descubrí líneas que me abrieron un poco más la mente. Tuve maestros muy buenos que me guiaron y mi interés se fue centrando sobre todo en la escultura en piedra. Cuando descubro la piedra, tuve una conexión inmediata con el material y ahí empezó mi camino de entender exactamente qué es lo que quería hacer.

En un punto, me di cuenta de que muchas de las cosas que hacía eran conocimientos muy particulares: técnicas, uso de materiales y cosas que había ido aprendiendo en este proceso, y que ahora comprendía que eran conocimientos culturales o regionales pero aplicados a la plástica, entonces se empieza a dar un sentido en el lenguaje. Contrastar mi cultura regional me permitió entender exactamente las diferencias en las que estaba situado o sentado.

Para mí, todo el proceso artístico siempre fue y ha sido ir entendiendo quién soy y de dónde vengo, la identidad p’urhépecha indígena que tengo por la vena paterna ha determinado mucho esa forma de pensar. La plástica me ayudó a ir descubriendo exactamente los elementos que me hacían ser lo que es el ser p’urhépecha, entonces empecé a usar todos estos símbolos en mi obra y los símbolos del trabajo de la tierra.

Juan Carlos Jiménez: En este sentido, podríamos afirmar que los procesos de aprendizaje y enseñanza en tu trabajo no se han detenido, porque no estamos hablando solamente de la práctica artística, sino que también estás involucrado con procesos de producción agrícola y de su gestión, y no hay producción agrícola que se desarrolle individualmente, hay un entramado social que la soporta. Lo mismo también con otras prácticas materiales y culturales de las regiones purépechas y de Tierra Caliente, que han sido objeto de investigación individual y también de este dúo maravilloso que conformas con Tere Quezada.

¿Puedes hablarnos un poco acerca de cómo estos procesos de investigación, de tu propia búsqueda como artista y como agricultor, se convierten en procesos compartidos? Y también quisiera que nos cuentes acerca del proceso que has vivido en torno a la investigación y proliferación del juego de pelota p’urhépecha Uarhukua Chanakua.

Sí, fíjate que parte de toda esta construcción y reconstrucción de mi identidad me ha llevado a estas etapas, que pudiera parecer que son muchas líneas de tiempo, pero en realidad todas han sido parte de mi vida, desde niño hasta la época actual. Yo desde muy chico usaba huaraches, me gustaban y los compraba en una huarachería para mi uso común, pero nunca les había dado la importancia ni me había dado cuenta que eran objetos que estaban en un momento en el que el oficio iba en decadencia y se hacían con técnicas de talleres con conocimiento muy específico. Este ejemplo de los huaraches en algún momento me salta y surge esta necesidad de trabajar en torno a ellos. Realicé un proyecto cuando estuve en Francia en una escuela de diseño.

Yo llevaba mis huaraches que siempre usaba, y todos los días llegaba una niña con unos patines a esta escuela donde estábamos realizando un proyecto escultórico. Entonces, un día, de repente volteé y vi o imaginé que mis huaraches podían tener ruedas, que se podían convertir en unos huarache-patines. Fue una visión de intercambio cultural en la que me empecé a cuestionar, ¿y qué hubiera pasado si nosotros hubiéramos decidido diseñar a partir de los objetos tradicionales que teníamos? Si hubiéramos sido los primeros, entonces hubiera sido nuestra estética, y eso surgió porque estaba precisamente en una escuela de diseño, entonces estaba viendo cómo jugaban con las formas, con los objetos, cómo los transformaban y los hacían funcionales.

Prisciliano Jiménez: Huarache rodante. Cortesía: Prisciliano Jiménez.

Lo mismo pasa con este juego. Con mi esposa, que siempre me acompaña en todas las aventuras y peripecias, decidimos formar un equipo de juego de pelota y, precisamente, el juego y su conocimiento se transmitía de forma oral. Mi esposa era la que siempre tomaba el micrófono cuando íbamos a dar una exhibición con los equipos y explicaba qué era lo que la gente estaba viendo; de alguna manera, era una especie de réferi invitando a apoyar a un equipo u otro en los espacios en los que nos invitaban a desarrollar una actividad cultural deportiva, o como se pueda leer o entender. Entonces, en ese proceso, mi esposa decide pasar lo que estaba en la tradición oral a lo escrito, a un manual que pudiera explicar cómo jugar, como un elemento ya más formativo, para poder transmitir este conocimiento mediante una enseñanza metodológica. Así que fuimos construyendo todas estas proyecciones mentales, plasmándolas en un documento escrito que permitiera dejarlas ahí para que siguieran más allá de lo oral.

Cultura material

Precisamente, a mí la escultura me permitió llegar a eso, que primero era una idea que tenía en la mente pero no tenía los elementos para construirla. Recuerdo que en algún momento de mi vida pensé en la arquitectura como una opción de construir, pero me di cuenta que no lo iba a lograr materializar como tal, porque podía convertirme en un diseñador pero jamás en un ejecutor.

Fue un proceso mental raro, o sea, esa es una idea que me llegó a la mente solamente, pero cuando descubrí que yo tenía la capacidad de crear con mis propias manos lo que me imaginaba en la mente fue cuando concreté mis primeras esculturas. Eso fue determinante para mí porque entendí que tenía la capacidad de construir a partir de una proyección mental, que podía crear cosas sólidas, que en mi mente estaban pero de repente verlas materializadas, aunque fueran objetos pequeños, de uno o dos metros, pero que las puedes materializar a partir de un diseño, boceto o proyección mental, me empezaron a generar una idea de que podíamos hacer lo que nos imagináramos.

Ivonne Reyes, Prisciliano Jiménez y asistentes al 1er Simposio Internacional de Escultura en Cantera Gris, en el Parque Cerro Hueco de Tacámbaro. Abril 2013. Foto: Juan Carlos Jiménez.

Yo tengo muchos sueños, sueño que estoy en otro lado, no sé qué lugar es, pero curiosamente siempre termino llegando allí, entonces en mi construcción mental me he dado cuenta de que puedo proyectarme en otros espacios y siempre termino en esos lugares; eso me generó muy al principio una visión de que todo se puede hacer, que tenemos un destino ya para estar y para construir. En estas proyecciones mentales, me di cuenta de que también era parte de la responsabilidad que teníamos con nuestra cultura, con nuestro quehacer y con compartir conocimiento. La cultura tradicional, en el caso de la cultura p’urhépecha, ha sido siempre así, el conocimiento se comparte y no siempre termina resuelto en algo material, pero el conocimiento está; entonces llega un punto en el que hay que hacerlo, hay que materializarlo, hay que construirlo. En ese punto me empecé a dar cuenta de que podíamos hacer muchas cosas, entonces el conocimiento es para compartir y hay que pasarlo para que siga moviéndose y para que siga ejerciendo muchas cosas.

Escultura social

¿Estarías de acuerdo con la idea de ‘escultura social’ como algo que tú practicas?

Sí, en realidad sí. Parte de una influencia que tuve después que termino la carrera de Artes y voy a hacer una residencia artística a Eslovaquia, a Bratislava, en específico a la Universidad de Artes de Bratislava, y el maestro con el que estuve se llamaba Joseph Yankovich. Precisamente, él fue un escultor de la generación del realismo socialista, pero en su caso específico, él fue de la ruptura con el realismo socialista, entonces fue de los artistas que de alguna manera fue perseguido por el Estado por no estar de acuerdo con la obra pública, pero esa era su vida. En el momento en el que yo estoy con él, conozco su vida, su trayectoria, y empiezo a entender lo que significa la obra pública y la obra urbana, mi mente se abrió completamente, ahí fue donde empecé a entender la construcción de los espacios públicos y la obra como tal. El realismo socialista fue, y sigue siendo en los países en donde todavía funciona el sistema, obra diseñada con recursos del Estado —que lógicamente son superiores a lo que pueda invertir cualquier iniciativa privada— pero en función de la sociedad y a crear espacios públicos con un discurso y una línea cultural e ideológica o política que apunta hacia un lenguaje de crecimiento social.

Parangua: Ensamble de Percusión en Piedra México – Japón. Riuichi Yahagi, Prisciliano Jiménez y Luis Esteban Cruzaley Rojas. 26 Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. Noviembre 2014. Foto: FMM. Cortesía: Juan Carlos Jiménez.

Creo que parte de todas estas experiencias han sido lo que me han hecho ser lo que soy. Pero lo más curioso es que en mi cultura paterna y materna todo esto cabe, todo esto fue parte de, no es que yo lo haya aprendido en otro país sino que simplemente entendía estas construcciones sociales comparadas con la construcción de la identidad social de mi lugar de origen; en todo esto descubría sus similitudes.