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Francisco Toledo

Tras las huellas de Toledo en las Escuelas del A’cani

25.07.2022

por Mónica Amieva

Las Escuelas del A’ cani nos permiten reimaginar los límites naturalizados entre el arte, el activismo, la educación y lo que entendemos por democratización, derechos culturales, pertinencia social, emancipación, autogestión, solidaridad, colaboración, política pública y construcción colectiva.

Francisco Toledo en el Centro de Artes de San Agustín. Cortesía: Mónica Amieva.

El artista y activista Fransico Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940) que luchó toda su vida en contra del neoliberalismo, el despojo, el extractivismo y sus lógicas ecocidas, legó al campo cultural -además de una vasta obra artística que confrontó los imaginarios hegemónicos- una serie de lecciones cuyas huellas podemos rastrear en las instituciones educativas que fundó. A’cani se traduce del zapoteco al español como un llamado a que algo se haga, se realice, se construya. Con la música de fondo de esta especie de llamado, las líneas que siguen a continuación, intentarán reflexionar no tanto sobre las metodologías y los recursos de aprendizaje generados por Fransisco Toledo1, sino sobre la dimensión educativa de los emprendimientos alternativos que creó y que proponemos aquí concebir como Escuelas del A’cani, escuelas que han replanteado ciertas preguntas fundamentales, por ejemplo: ¿por qué educar?, ¿quiénes enseñan y quiénes aprenden? y, ¿en qué contextos?

Como veremos más adelante, las enseñanzas de las Escuelas del A’cani tienen que ver no únicamente con poner en marcha procesos de aprendizaje artísticos, sino con la disrupción/creación de las condiciones mismas de posibilidad de estos procesos, es decir, con proveer de espacios culturales para defender la imaginación política y la contingencia de la realidad, recordando que es un constructo susceptible de ser transformado.

Las Escuelas del A’ cani nos permiten reimaginar los límites naturalizados entre el arte, el activismo, la educación y lo que entendemos por democratización, derechos culturales, pertinencia social, emancipación, autogestión, solidaridad, colaboración, política pública y construcción colectiva.

Francisco Toledo en protesta pública (2017). Fotografía: Emanuel Salinas.

Al menos en sus inicios, la Casa de Cultura de Juchitán, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), la Biblioteca para Invidentes Jorge Luis Borges, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el Taller Arte Papel Oaxaca del Centro de Artes de San Agustín (CaSa), el Jardín Etnobotánico y la Biblioteca Francisco de Burgoa, partieron estratégicamente del diagnóstico de ciertas lagunas “infraestructurales” a subsanar en el contexto oaxaqueño, pero lejos de sus registros meramente monumentales o utilitarios, incluidos desde luego, los turísticos o inmobiliarios. Al contrario, en un contexto de inmensas carencias y problemáticas educativas, estas Escuelas A’cani movilizaron infraestructuras hacia otras inscripciones políticas, para la desburocratización de la política cultural y la educación; la participación ciudadana a través de prácticas culturales; la búsqueda de modelos alternos de agencia y de redes de gobernanza; la defensa de los derechos humanos, el territorio, el patrimonio y las lenguas indígenas (siendo precisamente Oaxaca la entidad donde se hablan más lenguas en el territorio mexicano).

Cada una de estas Escuelas A’cani, desarrolladas en colaboración con diversos agentes, asociaciones u organizaciones civiles e instancias gubernamentales, impactaron considerablemente contextos diversos de Juchitán, la ciudad de Oaxaca y San Agustín Etla, al crear espacios culturales que respondían a necesidades específicas de sus contextos, donde antes no existían. La Casa de la Cultura Lidxi Guendabiaani de Juchitán (‘Casa de la cultura’ en zapoteco), fundada en 1972, integrada por un museo, una biblioteca y un espacio para talleres y exposiciones, incidió en el tejido social y cultural de la ciudad en la que el mismo Toledo nació, erigiéndose también como un lugar fundamental en la historia política de Oaxaca y del país, al haber sido el centro de operaciones del Partido Popular Socialista (PPS) y la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (COCEI). La colección arqueológica de la Casa de la Cultura Lidxi Guendabiaani de Juchitán cuenta con más de 700 piezas, hoy bajo el resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y se formó con piezas arqueológicas donadas por amigos de Toledo y habitantes de Juchitán.

El Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) creado en 1992, el Taller Arte Papel Oaxaca abierto en 1998, y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) fundado en 1998, que cuenta con importantes acervos y colecciones, así como con la Biblioteca (BIAGO) especializada en arte, el Cineclub “El Pochote”, el “Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo”, la “Fonoteca Eduardo Mata”, y un espacio de exposiciones, han contribuido no solo a desarrollar la escena cultural de la comunidad artística de pintores, escultores, fotógrafos, cineastas, músicos, promotores y gestores de la ciudad, sino que generaron una oferta cultural diversa para el amplio espectro de públicos que, desde su creación, convocan estos espacios con una marcada vocación educativa, que apoya especialmente a los estudiantes de distintos grados.

El Centro de Artes de San Agustín (CaSa), ubicado en la fábrica de Hilados y Tejidos La Soledad en la localidad de San Agustín, Etla2, fundada en 1883 por José Zorrilla Trápaga, abandonada en la década de 1980, fue restaurado por el impulso de Toledo, el acompañamiento de la arquitecta Claudina López Morales y el apoyo de CONACULTA a través del Centro Nacional de las Artes (CENART), el Gobierno del Estado, así como la Fundación Harp Helú y los Amigos del IAGO. Desde que abrió sus puertas en 2006 como el primer centro de artes ecológico de Latinoamérica, ha realizado un programa de exposiciones de alcance internacional y de residencias artísticas, pero especialmente ha desarrollado un sólido programa de educación artística en articulación con urgencias medioambientales (artes visuales, literatura, textiles, cerámica, vidrio, danza, diseño, dramaturgia, música, cine, arquitectura, curaduría y gestión cultural). En un sentido similar, el CaSa ha puesto al alcance de artistas en formación espacios de producción como talleres de gráfica, diseño textil o laboratorios fotográficos ecológicos para revelado e impresión. Esta Escuela del A’cani ha dejado una profunda huella de experiencias de aprendizaje en varias generaciones de artistas, gestores y curadores que en él se han formado o de alguna manera han colaborado.

La Biblioteca para Invidentes Jorge Luis Borges generó, desde 1996, una oferta cultural para un sector de públicos habitualmente olvidado en las instituciones culturales. La Biblioteca resguarda una colección de libros en braille e imparte una serie de talleres permanentes de lenguaje braille y lengua de señas mexicana, así como becas y acompañamiento para ciegos y débiles visuales que están estudiando. Igualmente, la labor de inventariar, clasificar y conservar el acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa, que cuenta con aproximadamente 30.000 títulos que en su mayoría pertenecieron a los conventos, ha tenido una amplia incidencia patrimonial, universitaria (pertenece a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca), y para los investigadores, pues su trabajo de rescate de documentos y libros antiguos con un importante valor histórico, ha sido uno de los más relevantes en México.

Finalmente, como parte del Centro Cultural Santo Domingo, donde también se encuentran la Biblioteca Francisco de Burgoa y la Hemeroteca Néstor Sánchez, el Jardín Etnobotánico de Oaxaca se comenzó a proyectar por iniciativa de Toledo y la asociación civil PRO-OAX (Patronato para la Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca, A.C.). El Jardín Etnobotánico cuenta con un vivero, un banco de semillas, un herbario, una biblioteca y un programa de actividades. Se enuncia como “etnobotánico” ya que parte del presupuesto de que las plantas tienen un significado cultural con la capacidad de abrir otros universos que renueven nuestras miradas del mundo, para desarrollar otro tipo de relación más respetuosa y de cuidado con nuestros entornos. El Jardín muestra una gran variedad de plantas endémicas de Oaxaca plantadas desde 1998, en donde viven la mayor cantidad de especies de flora y fauna en el país, y también realiza un intensa labor de colectar, plantar, cuidar y propagar, investigar, conservar y divulgar la importancia de la diversidad biológica así como sus poco reflexionados vínculos con la historia cultural del estado.

Si prestamos atención, detrás de todas estas Escuelas del A’cani o “empresas culturales”3 como en algún momento las llamó el escritor, periodista y cronista mexicano Carlos Monsivais, aparecen algunas interrogantes comunes detrás de cada una de ellas:

¿Qué es necesario e inaplazable transformar? ¿Cómo y dónde encontrar formas y espacios menos elitistas, centralistas, sustentables y más horizontales de educación, creación, producción, alimentación y cuidado entre nosotres, seres vives? ¿De acuerdo a qué estrategias la cultura puede activar la imaginación política para convertirse en una herramienta que reinvente, sin replicar, los modos de acceso y funcionamiento de la educación tradicional y las posibilidades mismas de enseñar o activar experiencias de aprendizaje fuera y dentro de las instituciones?

Francisco Toledo con papalotes. Fotografía: Jorge Luis Plata. Fuente: Reuters.

Las Escuelas del A’cani nos iluminan ciertos caminos para avistar con la sangre de quiénes están hechos nuestros ojos4; redescubrir los posibles; desnaturalizar la injusticia, la desigualdad y trabajar a partir de las urgencias sin obviarlas; generar estrategias que reinventan el papel del arte en labores comunitarias de responsabilidad colectiva y de ejercicios de resistencia; protestar y confrontar el dominio epistémico del Norte y apelar a saberes contextualizados, situados y útiles, que acompañan luchas y se emplazan como prácticas transformadoras. O tal vez simplemente, dicho de otro modo, recuperar hoy más que hace un par de años, el deseo de hacer para aprender, la pasión y el ánimo de organizar y sostener desde la generosidad, cambios educativos como movimientos sociales.