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Colectivo Warmi Muyu

Educar desde la autenticidad, el amor y la sensibilidad

09.02.2024

Manaii Kowi

y Gabriela Remache

con Anamaría Garzón Mantilla

Warmi Muyu es un colectivo de mujeres artistas de diferentes pueblos indígenas de Ecuador y Colombia, entre ellos el pueblo Kichwa asentado en la sierra norte del Ecuador y el pueblo Inga-kamentsa ubicado en el putumayo Colombia. Entienden el arte como una posibilidad para transformar, proponer y crear nuevas dinámicas interrelacionales, a partir de las dinámicas y prácticas comunitarias como elementos fundamentales para la producción artística.

Conversaciones | Colectivo Warmi Muyu con Anamaría Garzón Mantilla

Aprender de la comunidad

Anamaría Garzón Mantilla: Ambas vienen de escuelas de formación occidental muy tradicionales, y cuando empiezan a trabajar juntas en esta exhibición también empiezan a vincularse con la comunidad. Con ello, van replanteando su propia educación y encontrando otra forma de trabajar donde entran maneras de tratar con las historias, leyendas, mitos, de sus comunidades. ¿Cómo fue para ustedes aprender a entender ese método de trabajo?

Manaii Kowi: Para mí fue un aprendizaje dar talleres. Tuvimos ese proceso en un día de taller con niños y niñas, en el que trabajamos en base a los mitos que hay en Imbabura. Fue bien bonito porque les dimos la oportunidad de crear y para ellos fue muy emocionante crear personajes que no les eran ajenos porque eran mitologías de ahí, y ellos se imaginaban cómo son. Y luego, la experiencia de ver expuesto su trabajo ahí con nosotras. Pero también tuvimos nervios, porque no sabíamos cómo iba a recibir esa muestra la gente, porque las propuestas allí eran de arte contemporáneo... Pero tuvo una muy buena acogida, la gente se enganchó y se involucró con nosotras.

Después de esta exposición en Peguche, su siguiente proyecto grande fue el encuentro que organizan con mujeres artistas de pueblos y nacionalidades indígenas de Abya Yala. ¿Cómo pasan de una exposición, digamos, pequeña, contenida, a organizar un encuentro transnacional que tiene otro alcance y empuje?

MK: Fuimos pasito a pasito: primero fue esa exposición, luego nos planteamos exponer también en Quito, cosa que sentimos muy necesaria, porque en ese entonces no había espacios para nosotras y nosotros como artistas de pueblos y nacionalidades indígenas; ahora veo que hay mucha más apertura. Fue todo un proceso de ir caminando, y de ahí nos dijimos: oye, ¿y por qué no ampliar estos debates que se están desarrollando aquí en el país a nivel latinoamericano?, ¿por qué no conocer qué están debatiendo y proponiendo en Abya Yala? Entonces ahí se nos ocurrió lanzar el primer encuentro de mujeres artistas de pueblos y nacionalidades del Abya Yala, para el que recibimos financiamiento del Estado. Siempre nos ha parecido importante reconocer todo el trabajo artístico, porque lamentablemente en el país no se reconoce todavía, el arte se ve como un hobby.

Gabriela Remache: En mi caso, yo soy quiteña, mis abuelos migraron a Quito, y para mí el arte ha sido un mecanismo para identificarme, enraizarme, entonces he estado en una búsqueda constante. Cuando yo integro este colectivo de mujeres artistas, veo que a partir de esta identidad vamos reforzando conceptos o cosmovisiones que, de alguna manera, se quedan marcados en nuestros entornos familiares, que no se pierden a pesar de que estés en otro país o en otra ciudad. Entonces, al momento de integrar este colectivo, comenzó a fortalecerse todo: compartir e intercambiar estos conocimientos, decir esto existe y esto es fuerte.

Personalmente, esto fue estructurando y aclarando mucho más esa memoria que estaba presente. Y, claro, era un conflicto distinto aquí porque, primeramente, es la ciudad, hay otras tradiciones, pero aun así, se mantienen estas mezclas. Siempre está presente de dónde vengo, por qué creo en estas deidades, por qué creo mucho en la tierra, por qué las comunidades defienden la tierra. Desde ahí comenzaron a fortalecerse esas visiones y las comunidades nos ofrendaron todo ese conocimiento y ese poder. Entonces entendí que, si encuentras algo que te gusta, que tiene un sentido, defiéndelo y sigue compartiéndolo con la gente para fortalecer esos principios.

Creo que el arte tiene la capacidad de ser insurgente, de siempre motivar o timbrar algo que está mal en la sociedad, o tal vez resaltar más cosas humanas. Creo que es un lenguaje netamente de todo el universo de los seres humanos. Nosotros, como entorno o comunidad que ha tenido varios acontecimientos fuertes en la historia, creo que el arte ha sido un modo de evidenciar esas problemáticas y también de sanar.

MK: A nosotras nos ha parecido importante, cuando damos talleres, la forma como nos vinculamos con la comunidad, conocer sus realidades. Hemos dado talleres en Inta, en la Cordillera del Cóndor, en Gualaquiza, y la realidad lamentable de esas comunidades es que se estaban enfrentando a una invasión extractiva, minera y petrolera, en sus territorios. También ha sido un aprendizaje porque tú puedes pertenecer a un pueblo pero desconocer lo que están planteando otros pueblos. Entonces nos parecía que el arte podía ser un mecanismo con el que podíamos concientizar y trabajar, sobre todo con niños y niñas, acerca de la importancia de defender esos territorios, y por qué sus padres, sus madres, sus abuelos, sus abuelas, sus tíos, sus tías, están defendiendo esos territorios. Así dimos, por ejemplo, un taller que terminó en un mural realizado por los niños y niñas, otro donde realizaron pancartas en defensa de su territorio, y fueron bien bonitos.

¿Qué cambia para este segundo encuentro que están organizando? Es decir, ¿cuál es el enfoque que le están dando, qué creen que han aprendido y cómo le están dando forma esta vez?

MK: En este segundo encuentro hemos progresado en el reconocimiento de un pago. Esto creo que ya tiene que establecerse, no solo entre nosotras sino a nivel general. Yo, por ejemplo, he participado en exposiciones donde no se reconoce esto, pero creo que ya es importante que se haga porque los y las artistas no vivimos del aire. También hemos buscado dar oportunidad en este encuentro a artistas emergentes que tal vez no se les conozca mucho en el circuito pero que nos parece importante incluir.

Manaii Kowi and Gabriela Remache.

Conversations (LA ESCUELA___, 2023).

Metodologías comunitarias

¿Cuáles son las metodologías que utilizan para aproximarse a estas criaturas con las que trabajan?

GR: El trabajo que hemos realizado siempre ha sido estar al tanto de las prácticas comunitarias y combinarlas con las prácticas artísticas. Nos hemos enfocado más en enseñar a niños, a través de experimentar y crear en las comunidades. Un ejemplo es el trabajo de la minga, hacerlo, digamos, una minga mural: construir todo desde la moral, a partir de una idea, de un objetivo; entonces es una construcción más de hablar, de dibujar, de ver que todo tiene un sentido en esa pared. Otras prácticas que hemos hecho es sentir la tierra. También instalaciones y otras metodologías artísticas pero implementadas a la comunidad y sus temas. Hemos hecho dibujos con tierra, cuentos hablados... La oralidad es muy fundamental en esta metodología de enseñanza, el compartir e identificar en ese contar códigos que están en la realidad, y dibujarlos; es una metodología que aprendimos tanto de nuestras comunidades como de la parte artística.

La metodología también es de liberar un poco la sensibilidad o el desbloqueo del pensamiento a través de los dibujos. Otra cosas que me gusta bastante trabajar con los niños son las tintas naturales, que fabricamos con ellos desde la recolección y luego pintamos.

Shuk Makilla: 1st Encounter of Women Artists from Indigenous Peoples and Nations of Abya Yala.

Courtesy: Warmi Muyu.

Hablemos del libro que hicieron. ¿Cuáles fueron sus motivos y los vínculos con las artistas que participan?

GR: El libro lo hicimos hace dos años, se llama Shinami Kawsanchik. Viviendo en armonía con la naturaleza [1]. Fue en la época de la pandemia, donde no podíamos tener eventos presenciales, así que nos pareció importante, dentro de estos espacios digitales, enseñar problemáticas o conceptos y cosmovisiones andinas. Para eso, igual participamos en el fondo de Estado y logramos ganar. Invitamos a varias artistas, tanto indígenas como mestizas, que también son activistas y están ligadas con los procesos de defensa de la naturaleza: Angie Vanessita, Angélica Alomoto, Milena Cabrera y yo. Cada una planteó varias temáticas que queríamos plasmar dentro de esta defensa de la naturaleza, entonces hubo el trabajo de las fiestas agrícolas, el trabajo de los saberes, medicina ancestral, y también mucho relacionado a la selva. El libro es casi netamente ilustrado, tiene un poco de texto pero más ilustraciones de nuestras experiencias en estos conocimientos y de toda esa simbología de la oralidad. Está en línea, lo pueden encontrar con el mismo nombre y ojear, ver las varias técnicas que trabajamos ahí, de ilustración digital mezclada con ilustración manual, acuarela, pintura.

También quisiera hablar un poco sobre cómo manejan tener su propia obra, ser parte del colectivo y, al mismo tiempo, tener sus propias formaciones académicas. ¿Cómo se ven entre estos tres mundos?

GR: Creo que todo ha estado siempre de alguna manera entrelazado. Tal vez, lo que nos cuestiona de la educación tradicional es que siempre se ha impuesto desde el dominio, desde imponer conocimientos. Entonces tal vez se trata de darle la vuelta para educar desde la autenticidad, desde el amor, desde la sensibilidad.

Claro, venimos de una escuela donde nos enseñaron de esa manera, de universidades clásicas de arte, pero cuando nos permitimos abrirnos a este entorno de comunidad y comenzamos a aprender de ellas y, en el momento que enseñamos, también es una manera de compartir, se genera una especie de intercambio. Yo pienso que eso siempre ha sido la educación: intercambiar.

Actualmente, estando en la ciudad, siempre ha sido mi interés abordar lo comunitario, entenderlo también desde la ciudad. He encontrado muchos colectivos de artistas y he pertenecido a varios, y siempre ha sido un asunto de cómo ayudarnos entre grupos. Creo que mantenernos en colectivo ha sido también una manera de reforzar futuras acciones: siempre te buscan también porque tú estás ligada a estos movimientos de activistas, de mujeres, entonces siempre van de la mano.

MK: Yo me he vinculado un poco a la academia porque me ha parecido importante que todos los debates que hemos tenido en colectivos, escribirlos, teorizarlos, porque creo que como artistas de pueblos y nacionalidades originarias también es nuestra responsabilidad. Cuando yo estudié la carrera, no había información sobre el arte de pueblos y nacionalidades. En la historia del arte, máximo encuentras el arte precolombino, pero no los debates que se están desarrollando actualmente; no encuentras una investigación de cómo se entendía el arte en el Abya Yala. Entonces creo que, si bien hay un vacío, como artistas, ya que estamos aquí, tenemos también la responsabilidad de investigar sobre el arte en nuestros pueblos, y por esa razón yo me he vinculado a la academia.

Ambas están en espacios que son de alguna forma conflictivos: el museo, por un lado, con su pretensión de contar la historia, y la academia que construye la historia, entonces, su papel es también de resistencia, de cómo replantear lo escrito o cómo escribir lo no escrito. ¿Cómo miran ustedes la memoria de los artistas de generaciones como las de sus papás o sus abuelos? Porque allí hay huecos y parecería que la presentación de lo indígena se queda congelado en el pasado.

GR: A mí me parece interesante una frase que me enseñó una compañera del colectivo donde nombra esto. Dicen que los abuelos lucharon por la tierra, nuestros padres por la educación y nosotros para que el conocimiento se expanda; entonces, es una lucha de generación en generación y todavía hay cosas que mostrar, cosas pendientes, cosas que resistir. Como mencionas, el arte también ha sido una forma de resistencia y de perduración del conocimiento.

Siempre ha estado el asunto de devolver lo que ellos defendieron, lo que todavía existe —porque no todo está en la historia, todavía existe—: todavía convivimos con los Apus, con sectores ceremoniales, estamos llenos de montañas, son cosas que existen. Nunca se ha perdido, y ahora tenemos la potestad de decirlo: esto hay. Pues entonces ¡defendámoslo! Continuemos con este conocimiento.