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Susan Rocha

Mediar a través de una pedagogía transformativa con una dimensión crítica

01.07.2023

Susan Rocha

con Félix Suazo

La curadora, crítica de arte y docente ecuatoriana Susan Rocha se desenvuelve activamente entre las pedagogías no formales, la actividad académica y el trabajo museístico. En esta entrevista comenta sobre la importancia de la educación en el proceso de profesionalización de la práctica artística. Igualmente, aborda el papel de la mediación educativa en la formación del público del arte. Según afirma, “un proceso educativo bien estructurado abre formas distintas de acercarse al arte y a la propia vida”.

Félix Suazo: ¿En este momento tienes algún vínculo con la pedagogía del arte?

Susan Rocha: Sí, en este momento soy directora del Sistema Integrado de Museos y Herbarios, así como docente de Arte y Estética de la Universidad Central del Ecuador. En una y otra aplico metodologías de educación no formal que son experimentales y experienciales. Tanto en los museos como en la docencia, considero que un proceso educativo bien estructurado abre formas distintas de acercarse al arte y a la propia vida.

¿Cuál es tu apreciación sobre los artistas docentes en la configuración y desarrollo de las corrientes de renovación artística en el Ecuador? ¿Podrías indicarnos algunos nombres que consideres relevantes? ¿Cuáles son, según tu punto de vista, sus aportes en materia educativa?

Considero que en la educación formal del arte es de trascendental importancia que quienes enseñan arte tengan una trayectoria artística vinculada a la materia que imparten. Esto garantiza una comprensión y acercamiento al campo del arte, como se observa, por ejemplo, en la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de las Artes UARTES, gracias a docentes como Lupe Álvarez, Saidel Brito, Cristian Villavicencio o David Uttermann. O como acontecía en el Instituto Tecnológico de Arte del Ecuador ITAE. También la Escuela de Artes Visuales de FADA - PUCE cuenta con artistas importantes como José Luis Macas, Pamela Cevallos, Gonzalo Vargas, Pilar Flores y otros. Por ello, los estudiantes de estas instituciones son parte de la programación expositiva local e incluso algunos han internacionalizado sus carreras.

Por otro lado, cuando los profesores se dedican solo a la enseñanza de la técnica, casi nunca exponen ni ven exposiciones y, por lo tanto, carecen de una trayectoria que los valide en el campo artístico, o de un conocimiento de lo que acontece en el mundo cultural a su alrededor, es muy difícil que ellos puedan aportar en el proceso de profesionalización de los estudiantes. Es de conocimiento público que lograr un título en arte, aún de cuarto nivel, no convierte a nadie en artista.

En la Carrera de Artes Plásticas de la Universidad Central existen contados docentes que forman parte del campo del arte, como Angélica Alomoto, María del Carmen Oleas, César Portilla, Edison Vaca o David Jara Cobo.

Cabe destacar experiencias de educación no formal sostenidas en el tiempo, tales como ArteEducarte, que ha recibido aportes de María Dolores Ortiz, Christian Tapia, Pablo Gamboa, Paulina León o Daniela Merino. Igualmente, los programas de mediación comunitaria y de museos de la Fundación Museos de la Ciudad o de los museos que conforman el Sistema Integrado de Museos y Herbarios de la Universidad Central del Ecuador. Existen muy buenos aportes a la educación y gestión de museos de quienes estudiaron arte, como el caso de Lenin Santacruz, Adriana Coloma o Alejandro Cevallos.

Te has interesado en las pedagogías no formales y sus posibilidades de aplicación en museos. ¿Qué aspectos de las pedagogías no formales consideras de mayor interés para la práctica museal?

Sí, de hecho, he construido varios espacios educativos dentro de curadurías de mi autoría como Inhumano: el cuerpo social en el arte ecuatoriano, Mauricio Bueno, Horizontes Variables, Testimonia Rock, El ojo del Jaguar, entre otras, cuidando mucho que estos no constituyan procesos de escolarización del visitante, sino insumos para la reflexión crítica.

Un aspecto fundamental es considerar que la expectación del arte no se trata de una trasmisión cerrada de conocimientos, sino de una experiencia vital que puede ser incluso transformativa. Siguiendo las ideas de Ranciére (2010) pienso en El espectador emancipado, que realiza varios procesos intelectuales y creativos al mirar una obra de arte y que no requiere que un guía que le diga qué pensar o cómo interpretar el arte, sino de dispositivos que le permitan conectarse a través de su propia experiencia vital.

Como curadora, crítica de arte y profesora ¿qué importancia le concedes a la mediación educativa?

Pienso en mis estudiantes como espectadores emancipados, que traen su propia carga simbólica, su biblioteca interna y su propia concepción de la forma, la materia y el tiempo. Intento siempre mediar las obras de arte a través de una pedagogía transformativa que posea una dimensión crítica, utilizando interacciones y talleres colaborativos de aprendizaje.

Creo que la mediación educativa bien estructurada posee una dimensión pragmática, afectiva y cognitiva que permite una afectación mutua durante la interlocución. Esto implica un no tener miedo a la incertidumbre o al error, así como situarse en un contexto específico de análisis: aprender a mirar desde el presente, reconociendo los antecedentes formales y conceptuales del arte.