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Sonia Sanoja

La danza del espíritu: ideas y enseñanzas de Sonia Sanoja

20.11.2023

por Claudia Capriles Sandner

Por el alcance de su legado, [...] se hace urgente el análisis y la reflexión en torno a su aporte en la labor docente, ya que es en ese espacio integral donde podemos multiplicar la esencia de su saber y perpetuar su espíritu.

SONIA SANOJA: naturaleza de su espíritu creador

Sonia Sanoja. Fotografía de estudio. Fotografía: Miguel Gracia. Cortesía: Fundación Sonia Sanoja-Alfredo Silva Estrada.

«Con los pies sobre la tierra danzamos. No hay tierra que no haya sido humedecida y amasada con el sudor y el peso de quienes inventaron una de las primeras expresiones humanas» [1].

Sonia Sanoja

Sonia Sanoja (Caracas 1932–2017), bailarina, coreógrafa, filósofa y poeta2, es una referencia fundamental de la danza moderna en Venezuela, ya que además de su gesto, sus danzas solitarias, sus propuestas coreográficas grupales, su obra como poeta que integra con absoluta brillantez el cuerpo y la palabra; es esencialmente una maestra. Sus escritos sobre el movimiento danzado, que en forma de ensayos abordaron los laberintos del pensamiento con rigor y solidez, son materia esencial para la composición coreográfica, el campo académico, la investigación y la creación artística en general.

La forma auténtica y única de abordar los procesos de transmisión de sus conocimientos, nos conduce necesariamente a una revisión conceptual y estética de su obra que lo integra todo. Por el alcance de su legado, que más allá de nuestras fronteras tiene una resonancia universal, se hace urgente el análisis y la reflexión en torno a su aporte en la labor docente, ya que es en ese espacio integral donde podemos multiplicar la esencia de su saber y perpetuar su espíritu.

El universo creativo de Sonia Sanoja nace de la exploración de sus impulsos viscerales. Su obra genuina en contenido y forma, parece surgir desde la total abstracción, revelando en sus obras una cualidad mágica ancestral. La danza, en ella, fue probablemente un descubrimiento espontáneo que abrió el sendero de la investigación autodidacta en el aún incipiente mundo de la danza moderna.

Sonia Sanoja pertenece a un grupo de artistas que propulsó el quehacer cultural en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX. En medio de este ambiente creativo, más allá de su trabajo coreográfico y literario, realiza colaboraciones y establece un diálogo permanente con interesantes artistas y creadores de la vanguardia venezolana como Gertrud Goldschmidt, Gego; Colette Delozanne; Jesús Soto; Alfredo del Mónaco; Carlos Sanoja; Alfredo Silva Estrada; Enriqueta Arvelo y Ana Enriqueta Terán; entre otros. La dinámica relación entre las diversas manifestaciones artísticas se evidencia en los procesos de creación; así, la obra coreográfica que propone desde la singular originalidad, revela una enorme profundidad de sus significados en la forma de interpretar y de comprender los conceptos asociados al acto creador.

Inició sus estudios en la cátedra de ballet del colegio Andrés Bello en Caracas con los maestros irlandeses Eva y David Grey. Junto a ellos adquirió las bases en la técnica de ballet clásico, pero su formación en la danza moderna llega más tarde en el “Teatro de la Danza”, primera escuela de esta disciplina con el patrocinio del Estado; creada en 1950 por el bailarín, coreógrafo y maestro de origen mexicano Grishka Holguín, considerado el precursor de la danza moderna en Venezuela.

Sonia Sanoja. Fotografía de estudio. Fotografía: Miguel Gracia. Cortesía: Fundación Sonia Sanoja-Alfredo Silva Estrada.

Para Sonia Sanoja, la formación en la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela fue medular en la identificación de las ideas que inspiraron su trabajo. El fuerte vínculo que la unía a intelectuales y escritores, en especial a su compañero, el filósofo y poeta Alfredo Silva Estrada, definieron su forma de aproximarse a la creación; juntos viajaron a París una vez finalizados los estudios universitarios.

Su primer acercamiento a la creación coreográfica muestra la substancia de sí misma, en su obra Duración Uno y Cuatro, breve unipersonal creado en 1960, en el marco del Festival de Jóvenes Coreógrafos celebrado en el Teatro de la Ciudad Universitaria de París, y que sería celebrado por la crítica como “una pequeña obra maestra”; se aprecia la originalidad de su gesto: en este primer experimento, la bailarina revela por medio de la plasticidad de sus movimientos, lo que sería el material substancial de su obra futura. Era apenas el inicio de una larga y asombrosa carrera como creadora.

Sonia Sanoja regresa a Caracas y se desempeña como bailarina, coreógrafa y profesora de la agrupación Danzas Venezuela, proyecto artístico dirigido por la maestra Evelia Beristain, y presenta sus primeras coreografías; en ellas se manifiesta el espíritu experimental y auténtico de una coreógrafa cuya fuerza fascinaba por la precisión de sus gestos, el perfecto dominio de su cuerpo, la expresión inusitada a través de formas orgánicas, de una belleza inusual nunca antes vista en los escenarios de la danza moderna.

En 1961, se incorpora como codirectora de la Fundación Danza Contemporánea junto a Grishka Holguín; esta agrupación tuvo como espacio de trabajo el Museo de Bellas Artes de Caracas y se convirtió en un referente de la danza hasta su disolución en 1964. En esta misma década, presenta por primera vez un conjunto de sus obras en solitario en un emblemático recital en los espacios experimentales del Teatro del Ateneo de Caracas. Con un repertorio como solista y creadora inicia su recorrido internacional. A finales de la década de 1960, regresa a París por un corto período como becaria de la Fundación Fina Gómez. Además de continuar desarrollando su investigación coreográfica en solitario, interviene en acciones performáticas junto a compatriotas creadores que hacían vida en la capital francesa.

De regreso a Caracas, dirige a partir de 1970 la Compañía Nacional de Danza y crea paralelamente su propia agrupación: Sonia Sanoja Danza Contemporánea de Venezuela, con la cual se presenta en varias ciudades de nuestro país y en el exterior. Su extraordinaria acción docente la acompañó en todo momento; si bien los caminos transitados en este ámbito parecen menos visibles, es necesario señalar que, como investigadora, sus procesos se caracterizaron por el intercambio de rico conocimiento y la integración multidisciplinaria. Su incesante labor se extendió por toda la geografía venezolana. Dedicó especial atención al desarrollo de la enseñanza y promoción de la danza en los espacios universitarios. En la década de 1970, es designada directora del Departamento de Danza del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), y funda el Centro Coreográfico de la Universidad Simón Bolívar en Caracas.

En las últimas décadas del siglo pasado, desarrolló su actividad en el Taller Permanente de Formación del Instituto Superior de Danza de Caracas y posteriormente fue fundadora y miembro del Consejo Directivo del Instituto Universitario de Danza. Su presencia en estos espacios fue, para los artistas y profesores que hicimos vida en este proyecto pionero para la formación académica de la danza contemporánea, absolutamente esencial. Además de impartir la cátedra de Historia Social del Arte, dirigió el curso de ampliación en el postgrado titulado “La Danza y la Palabra” dentro del programa Las Fronteras del Cuerpo. En el año 2008, este Instituto pasa a incorporarse a la Universidad Nacional Experimental de las Artes. En 2009 se le otorga el título de Maestra Honoraria de esta universidad.

Sonia Sanoja. Fotografía de estudio. Fotografía: Miguel Gracia. Cortesía: Fundación Sonia Sanoja-Alfredo Silva Estrada.

Las enseñanzas de Sonia Sanoja emergen desde la naturaleza instintiva y ancestral de su cuerpo, tanto en el gesto como en la palabra se hace evidente la indagación respecto a las cuestiones sobre las acepciones del ser, el espacio, y el tiempo. De allí que en su conjunto, su danza trasciende lo íntimamente personal al abordar conceptos filosóficos que sustentan el acto poético y expresivo de la obra escénica. Sus clases se orientaron hacia la libertad en la indagación de estos elementos, tomando como base la propia experiencia autodidacta. Sonia Sanoja condujo a sus estudiantes hacia la exploración auténtica de los principios de la danza como manifestación del espíritu.

En sus últimos años, se mantuvo activa en el escenario y en el aula, con más de medio centenar de obras coreográficas en su haber, su figura auténtica y enigmática ha permanecido indeleble en nuestra memoria. La forma particular de acompañar a los jóvenes bailarines en sus procesos de investigación recuerda más bien a una chamana guiando mágicamente a sus discípulos. En ese camino, su palabra pertinente, su elocuente silencio, la plasticidad de su cuerpo escultórico, sus ideas iluminadas y sus visiones mágicas, guiaron a varias generaciones hacia la autoconsciencia reflexiva en la creación de una danza propia y esencial del ser.

El PENSAMIENTO: Sobre los conceptos propuestos

«El cuerpo como posibilidad de pensamiento: Más que el solo cuerpo pensante: El cuerpo que se vuelve pensamiento y sale de sí mismo, se expande» [3].

Sonia Sanoja

Sonia Sanoja enseña mientras trabaja sobre su propio cuerpo. Su quehacer consiste en proponer desde su íntima experiencia, moviéndose desde sí misma y en el propio acontecer dialoga con los cuerpos presentes, busca transmitir a través de la acción y con su energía la totalidad de un conocimiento ancestral. En el transcurso de la propia danza se abren preguntas, se proponen ideas y, en ese andar, fluye su pensamiento que se mueve entre la lógica del método y el puro instinto energético.

En el aula, la maestra invita a la reflexión en torno a los conceptos vinculados a la naturaleza del cuerpo, por medio de un conjunto único de expresiones sensoriales, pero no descarta la palabra; al contrario, la integra como herramienta fundamental para la estructuración y organización de la imagen corporal y de los conceptos de energía, espacio y tiempo. La experiencia trasciende los límites de la danza, y se extiende hacia territorios de otras áreas del conocimiento como la poesía, la historia y la filosofía. Ahí donde surge la danza de Sonia, el espacio es algo vivo, es el lugar que se dispone. El espacio creado por la artista es único, es imposible comparar sus propuestas con la de otros creadores, este principio de autenticidad en sus procesos no fueron exclusivos de la maestra, forman más bien parte de la génesis de un arte que apenas emergía en esos años. La danza moderna.

A través de la palabra y de la acción física se propuso estimular y provocar en cada sujeto un proceso de investigación individual sobre la naturaleza del tiempo, la realidad del espacio, y la exploración profunda de los impulsos auténticos del flujo y la dirección de la energía del cuerpo en movimiento. Desde cada cuerpo presente sucede a la vez un acto colectivo, que tiene la función de vincular a todos los cuerpos de la danza en un campo mágico y particular del conocimiento y la cultura universal. Sonia Sanoja se refería a la danza como un ente total universal que pertenecía a todos y a cada uno de los cuerpos danzantes.

LA SUBSTANCIA: Sobre el método desarrollado

«Apenas una respiración es el impulso inicial. Con ritmo respirado, una fuerza subterránea nos proyecta en inagotables variaciones, nos lleva hacia el sentido. Lo sentimos habitando en nosotros. El sentido toma cuerpo, se deja ver» [4].

Sonia Sanoja

La danza contemporánea es un territorio para la indagación del universo interno del bailarín-creador y su interpretación del entorno cultural; así lo entendía Sonia Sanoja, y en este sentido defendió en sus propuestas la plena libertad creadora, el trabajo de autor y la mirada solitaria desde el sentir interno y la subjetividad frente a un mundo amplio, que no contempla límites; de allí que sus procesos de enseñanza-aprendizaje y los métodos aplicados se fundamentan en el intercambio de experiencias y vivencias que anidan en el cuerpo, que provienen de los espacios más íntimos y subjetivos del ser y que proponen como modelo lógico la integración de las emociones y la razón.

La danza que aprendimos de Sonia Sanoja deja en evidencia su fuerza emancipadora, proponiendo, junto a sus contemporáneos, una nueva concepción filosófica del cuerpo. Se trata justamente de restaurar la relación escindida de cuerpo, mente y espíritu, y para ello, abordó desde múltiples ámbitos el estudio del cuerpo sensible y de su expresión.

El conocimiento en la danza se construye primero en la experiencia del cuerpo, a través de los sentidos externos, ya que en el mismo instante que se realiza el esfuerzo neuromuscular para danzar, se manifiestan los sentidos internos por medio de la excitación del órgano central, donde nacen las imágenes sensoriales que a la vez afectan el conocimiento. Sonia Sanoja inicia su danza desde el principio esencial: la respiración; inspiración-expiración, a través de esta acción elemental revela en sus danzas la inequívoca interacción del mundo interno y el mundo exterior; esta fantástica sinergia se expresa con totalidad en la poética de su danza.

Sonia Sanoja. Fotografía de estudio. Fotografía: Miguel Gracia. Cortesía: Fundación Sonia Sanoja-Alfredo Silva Estrada.

Los contenidos presentes en las lecciones provienen de las ideas filosóficas sobre el tiempo y el espacio, estos conceptos forman el eje de gran parte de su trabajo poético y por supuesto de los estudios coreográficos. Propone en sus procesos la idea de una cuatridimensionalidad del espacio para la interpretación y la composición espacial de sus obras: el espacio determinado por los límites de la epidermis y que explora las sensaciones fisiológicas a partir de la respiración; el espacio que alcanza el cuerpo al extender sus extremidades en todas las direcciones; el espacio escénico en el cual se desplaza el cuerpo y diseña los trayectos coreográficos, y por último, el espacio que se encuentra fuera del alcance de los sentidos externos y que es evocado por medio de la imaginación. Con respecto al tiempo, en sus textos se remite a un tiempo subjetivo que se expande o su contrario, un tiempo objetivo y finito que dan sentido a la poética de su composición.

En sus exploraciones, Sonia Sanoja indaga las posibilidades biomecánicas por medio de la improvisación. Desde su natural impulso y sin ceñirse a fórmula alguna, partiendo del movimiento auténtico, surgen formas no codificadas del cuerpo que responden a principios naturales; así, la columna vertebral se articula, se pliega y se extiende esbozando formas milenarias, conectando por medio de su vibración la cabeza a la pelvis, integrando por medio de estos movimientos ancestrales el pensamiento, el instinto y la emoción, generando contenidos llenos de símbolos y significado en su danza. Como ejemplo de estas experiencias, observamos en su ópera prima Duración Uno y Cuatro cómo un volumen plegado en el centro de un espacio vacío, bajo la escultórica luz, inicia casi imperceptible una danza de exploración pura de su espacio interno; los movimientos se originan en las vísceras y se despliegan en un tiempo inusual hacia las extremidades superiores; el cuerpo arraigado a la tierra respira y pone en cuestión el origen de la vida, el ritmo lo dicta su respiración; desde otro espacio surge la palabra poética de Alfredo Silva Estrada, de pronto la forma primigenia y orgánica se ha transmutado en vida y muerte, instinto y razón, tierra y cielo. Es el inicio de todo y el retorno al origen.

Así, en los encuentros con los estudiantes, se discutía teórica y prácticamente la compleja relación entre el cuerpo, la razón y el espíritu como llave para el desarrollo del bailarín creador. El objetivo era conocer y explorar las herramientas para la creación de una danza que revelara en el instante una verdad trascendental.

EL MISTERIO: sobre la interacción docente

«Los muros se alejan, me irradio. Me sitúo a cielo abierto. El punto de partida es esta tierra imaginada. Construyo el círculo de un cero. Me entrego al juego libre de la expansión y el límite» [5].

Sonia Sanoja

La naturaleza de esta relación entre maestra y discípulo tiene una importancia preciosa; es a través de esta interacción que evolucionan los preceptos conceptuales y estéticos que se propone. La maestra no impone, no establece límites, no pretende convencer a los cuerpos dúctiles de danzar bajo un esquema preconcebido, sino que abre los caminos de la experimentación por medio del despertar de los sentidos y la consciencia, estimulando a los participantes a crear de forma propia y original.

Sonia Sanoja se deja sorprender ante las propuestas que recibe, las aprecia como semillas germinantes de un futuro, la imagen previa, el gesto que precede es entendido como legado del pasado, como medio de conexión entre el ser de sí mismo y todo el campo de conocimiento que antecede, que se constituye de forma infinita en el tiempo, garantizando la viva presencia de la danza. La maestra aparece, desaparece y reaparece, se transforma en medio de un interesante proceso de alquimia, su metamorfosis muestra su increíble capacidad para materializar lo invisible, para entender la danza como una manifestación del espíritu.

Sonia Sanoja. Fotografía de estudio. Fotografía: Miguel Gracia. Cortesía: Fundación Sonia Sanoja-Alfredo Silva Estrada.

El Ser vive rodeado de espíritus, intenta hacerse individuo en contradicción con las exigencias de la propia especie, la vida y la muerte abarcan los dos grandes mitos que hacen al ser humano y de allí se desprende la magia que reúne el ser, el tiempo y el espacio. El aporte singular de Sonia Sanoja recobra un importante lugar en el pensamiento en medio de la inmediatez de un arte efímero como este. Las enseñanzas de Sonia Sanoja guardan en sí un misterio necesario, su cuerpo poderoso resulta capaz de retar el tiempo y el espacio; lleva nociones e ideas del pasado al presente y su voz trae la fuerza del poema total; su danza nos demuestra que lo real es menos material de lo que parece y que lo imaginario es mucho más real de lo que creemos.