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Nuevas pedagogías: prácticas del arte y del activismo ciudadano en el Perú

03.10.2022

por Víctor Vich

Estos tres proyectos son signos de lo mucho que la escuela puede aprender del activismo ciudadano. Se trata de innovar pedagógicamente desde las prácticas del arte y, sobre todo, de las luchas que hoy se libran para resignificar la democracia [...] con nuevas imágenes de la historia y con la diversidad cultural de todos sus habitantes.

¿Cómo se articula la escuela con los artistas locales, los grupos de cultura comunitaria y el activismo social? En muchos casos, la innovación de contenidos y pedagogías en el aula escolar no surge de sectores especializados sino, más bien, de las prácticas del arte o del activismo ciudadano. Este artículo comenta tres iniciativas producidas en el Perú que han propuesto nuevas maneras de abordar la historia, la relación con el patrimonio y la diversidad lingüística. Las tres buscan promover una mayor articulación entre la escuela y diversos colectivos artísticos que vienen desarrollando importantes intervenciones en el presente.

La violencia, la memoria, el relato histórico

¿Cómo enseñar en la escuela la historia del presente? ¿Cómo reflexionar sobre la violencia política más allá de los estereotipos, los rencores, los intereses políticos y los silencios? Diseñado por Verónica Zela, el Archivo personalizable: violencia política reciente / Perú se constituye como una de las intervenciones de memoria más interesantes de las producidas en el Perú actual. Se trata de una herramienta pedagógica para promover la construcción de nuevas narrativas que superen los innumerables silencios del discurso oficial.

El archivo consiste en la recuperación de un conjunto de imágenes y documentos sobre la época de la violencia política en el Perú (1980-2000). En su mayoría, se trata de noticias periodísticas aparecidas en los diarios, pero también fueron seleccionados algunos párrafos de novelas, versos de la poesía peruana y algunos relatos testimoniales. Se imprimieron numerosas copias de cada uno de estos documentos y se prepararon alrededor de 500 blocs con noticias. Estos fueron dispuestos en las paredes de una sala de la Casa de la literatura peruana, a manera de una gran instalación gráfica. La selección no solo procuraba abarcar una gran cantidad de temas, sino ofrecer distintos lugares de enunciación para activar una interacción más abierta.

El proyecto consiste en que cada alumno debe seleccionar las noticias que más lo impacten a fin de construir un relato personal sobre lo que fueron aquellos años. Cada una de estas noticias interpela al visitante, ya sea por su relevancia histórica, por su condición desconocida o por un desencadenamiento emocional o ideológico. No deben seleccionarse más de 20 noticias. Luego, todos deben sentarse en una mesa para ordenar el material y construir una narrativa propia al respecto. Concluida esta tarea, y ya en una especie de plenaria, cada quien deberá exponer la selección explicando su lógica y sus intereses.

Es una propuesta donde el alumno debe ser protagonista de su propio relato. Mucho más que espectadores, ellos se convierten en historiadores: “Si no narro, no me siento responsable, no me involucro, no me siento en deuda hacia el futuro. Si narro, comienzo a comprometerme”, me explicó la creadora del proyecto cuando la entrevisté.

Lo más importante de esta dinámica no es, sin embargo, la producción del relato personal, sino hacer dialogar la propia selección con los relatos de los demás para, desde ahí, observar y cuestionar las faltas y parcialidades.

Es decir, si cada narrativa implica la construcción de un posicionamiento personal, la puesta en común es decisiva porque ahí todos los relatos personales son observados críticamente al notar lo que uno mismo ha dejado de seleccionar. Se trata, entonces, de asumir la historia como un lugar para confrontar relatos diferenciados y para relativizar lo propio, a fin de ampliarlo y enriquecerlo.

En última instancia, el objetivo consiste en subrayar la imposibilidad de una versión autosuficiente y sin faltas.

Muchos estudiosos han sostenido, como Jameson, que hoy vivimos en un momento que fomenta la crisis de la historicidad. Hoy los ciudadanos solo estamos expuestos a fragmentos de la historia y ya no tenemos capacidad de unificarlos al interior de un nuevo relato. Este es un proyecto que intenta neutralizar la desorientación existente ante el pasado. Más allá del particularismo del relato personal, el archivo promueve la construcción de una narrativa más dialógica y con un nuevo sentido.

El cuidado del patrimonio

El patrimonio es el signo (material o inmaterial) de una historia compartida. Su presencia sirve para unificar a los grupos humanos marcando una tradición y visibilizando las relaciones entre el presente y el pasado. Este proyecto surgió como reacción ante la indignante destrucción de los antiquísimos geoglifos que existían en el sitio arqueológico Quebrada Santo Domingo, en Trujillo, Perú. Se trata de un impactante lugar donde los antiguos pobladores dibujaron diversas figuras en la tierra, similares a las de las famosas pampas de Nazca. ¿Un mensaje a los dioses? ¿Un tipo de escritura dirigida a ellos? Hay pocos estudios al respecto, pero los geoglifos pueden ser fechados entre el 1200 y el 1500 D.C., e identificados como pertenecientes las culturas gallinazo, cupisnique y chimú.

Sin embargo, el lugar ha sido constantemente invadido por traficantes de tierras y por proyectos inmobiliarios. La destrucción del Triple Espiral ocurrió el 11 de abril de 2015 y fue realizada con un tractor. Los invasores sabían de su valor arqueológico, pero no les importó destruirlo. Fue un acto adrede, pero tanto más grave fue el hecho de que el Ministerio de Cultura del Perú, a pesar de haber sido notificado, no tomó las medidas necesarias para protegerlo.

El proyecto Intangible surgió como una iniciativa para restaurar la presencia del geoglifo en el imaginario colectivo de la región. Las intervenciones consisten en volver a dibujarlo o proyectarlo en algún espacio público para llamar la atención sobre la pérdida de la historia compartida. Hasta el momento, la imagen se ha proyectado en las oficinas del Ministerio de Cultura, en el frontis de la Corte Superior de Justicia, en la fachada de la Municipalidad del pueblo de Santo Domingo y en muchos otros lugares más.

Sin embargo, la intervención más importante fue realizada en el colegio del pueblo —la Institución Educativa 81526—, donde se han comenzado a realizar muchas actividades: charlas arqueológicas, proyecciones de películas, muestras fotográficas, varias salidas de campo y visitas a museos con los escolares, talleres con los estudiantes, un celebrado concurso de dibujo y, sobre todo, la reconstrucción humana del espiral, donde participaron 160 escolares, todos llenos de emoción.

Escolares y docentes participantes en el proyecto "Intangible", I.E. 81526. Centro poblado Santo Domingo, Perú (2018). Cortesía: José Carlos Orrillo.

Estas intervenciones sostienen que las propias comunidades deben apropiarse de su historia local, convirtiéndola en un eje de identidad y desarrollo. Esta es una intervención política y estética que insiste en expandir la energía de esta figura ancestral hacia muchos lugares. Busca entrar en contacto con esa huella de la cultura para imprimirla, tercamente, en nuestro presente.

La diversidad lingüística

Se dice que en el Perú se hablan 47 lenguas (4 en los Andes y 43 en la Amazonia), pero la mayor parte de la población nunca ha escuchado hablar muchas de ellas y desconoce sus nombres. Se calcula que alrededor de cuatro millones de personas hablan una lengua originaria, pero el quechua, el aimara, el ashaninka o el shipibo (que son las lenguas que definen buena parte de la historia del país) no son fáciles de escuchar fuera de contextos rurales. Según el Ministerio de Cultura, actualmente 21 lenguas se encuentran en extremo peligro de desaparecer.

Insistiré en subrayar que las lenguas son el primer elemento de identidad de una comunidad. Su existencia es un recurso para la construcción de Estados democráticos y pluriculturales. Preguntémonos entonces: ¿cuáles son los proyectos que fomentan la diversidad lingüística? El Perú moderno nació con una falla estructural y, luego de casi 200 años de vida republicana, son pocas las medidas para neutralizarla. El castellano sigue siendo la lengua del poder y, a pesar de pequeñísimos avances, casi no existen políticas que fomenten el uso de lenguas originarias en espacios públicos.

Hoy, sin embargo, podemos notar que en la sociedad civil han comenzado a surgir un conjunto de iniciativas abocadas a defender las lenguas, a promoverlas, a cambiar sus representaciones y a construir nuevas prácticas que las utilicen. Es resaltante, por ejemplo, la irrupción del quechua en distintos géneros musicales. El rock en quechua del grupo Uchpa comenzó a llamar la atención desde hace tres décadas y hoy el hip-hop en quechua de Liberato Kani se difunde mucho en las redes sociales. Hay que destacar también la lírica andina de Silvia Falcón, las canciones de Renata Flores y de grupos como Chintatá.

Clases del colectivo Quechua para Todos. Cortesía: Virginia Zavala Cisneros.

De otro lado, el colectivo Quechua para Todos tiene una plataforma en línea con materiales virtuales y una página de Facebook donde promocionan sus clases y actividades. Hasta ahora, este grupo ha enseñado el quechua en municipios de varios distritos y en universidades públicas. En estos cursos suelen inscribirse jóvenes urbanos hijos de migrantes, así como personas mayores que saben la lengua pero buscan recordarla. En las clases, es notable la presencia de abuelos con nietos en el marco de una necesidad por reestablecer un vínculo emocional que se había perdido cuando se “bloqueó” el uso de la lengua en la transmisión intergeneracional.

Todas estas iniciativas reafirman que el quechua es una lengua como cualquier otra y que nada debe serle ajeno. Todas ellas deconstruyen las fronteras entre zonas rurales y urbanas, entre indígenas y citadinos, entre lo local y lo global, y entre necesidades y derechos. Este es un punto clave que han señalado muchos estudios como los de Zavala en el Perú: la política lingüística no es solo luchar por la lengua en abstracto, pues se corre el riesgo de convertirla en un objeto fetichizado. Estos activistas saben bien que la revitalización de la lengua debe articularse con el combate contra el racismo, con la lucha hacia la igualdad de género y con la defensa de las comunidades indígenas frente a la expropiación de sus territorios.

Las políticas lingüísticas que consiguen verdaderos efectos positivos son aquellas que están articuladas con luchas no-lingüísticas que responden a la vida cotidiana de los usuarios. ¿Qué hace la escuela por dar a conocer la diversidad lingüística de nuestros países? ¿Qué hace por articular el estudio de las lenguas excluidas con la reflexión de los derechos de las comunidades indígenas?

Estos tres proyectos son signos de lo mucho que la escuela puede aprender del activismo ciudadano. Se trata de innovar pedagógicamente desde las prácticas del arte y, sobre todo, de las luchas que hoy se libran para resignificar la democracia; vale decir, para convertirla en un verdadero sistema articulado con los derechos ciudadanos, con nuevas imágenes de la historia y con la diversidad cultural de todos sus habitantes.