Your registration could not be saved. Please try again.

Estrategias que promueven un espacio sin forma

14.08.2023

por Diana Rangel

Asumiendo diferentes roles y lugares de enunciación, la artista-psicóloga Diana Rangel (Caracas, Venezuela, 1987) aborda la relación entre el arte y la salud mental. Su trabajo propone una reflexión alrededor de procesos pedagógicos en los que la construcción subjetiva y la búsqueda de individuación se configuran entre archivos, encuentros y relatos compartidos, teniendo la escucha como estrategia fundamental.

Educación

Formación

Hace unos años finalizaba una especialidad en Psicología Clínica Dinámica y pensé en realizar una tesis que utilizara ciertos métodos de investigación cualitativa y pedagógica, así como recursos provenientes de las artes (como fotografía, video, narrativa, entre otros), para acceder a un tema complejo para la ciudad de Caracas: la construcción subjetiva de la violencia.

Trabajé un año en una zona caraqueña llamada Petare, considerada la segunda barriada popular (favela) con mayor población de Latinoamérica y la primera en índice delincuencial y muertes violentas. De la mano de una banda de jóvenes delincuentes, pude realizar una tesis de investigación que, además de permitirme graduarme de psicóloga, me abrió las puertas a una cantidad de proyectos que hoy, casi ocho años después, sigo trabajando en diversas disciplinas. Voces de un lugar imposible me abrió las puertas a una forma de trabajo multidisciplinaria que aún me acompaña.

Tras la tesis, las posibilidades de exploración, diversificación y profundización del proyecto privilegiaron dos ideas complementarias: la primera fue descubrir el poder del arte y la pedagogía para acceder a diversas comunidades y llegar a un intercambio fructífero de subjetividades, el cual tendrá siempre como consecuencia una transformación. La segunda tuvo que ver con hacer de la experiencia registrada en fotografías, diarios, crónicas y videos una propuesta que accediera a otros campos de difusión y que respondiera, de alguna forma, al ámbito del arte.

Esta experiencia inicial en Venezuela me llevó a estudiar fotografía contemporánea en el International Center of Photography en Nueva York, donde posteriormente trabajé como asistente docente para dos profesoras de la maestría en artes de Bard University: Jean Marie Casparian y Susan Jahoda. Ellas me abrieron al mundo de las prácticas sociales y participativas y me incentivaron a continuar mis estudios en The European Graduate School, en Suiza. Allí cambió mi manera de ver mi práctica psicológica, y entendí que lo que estaba haciendo era también arte.

Enseñanza

De la práctica pedagógica he aprendido la importancia de entenderla como una relación, utilizando esta palabra desde su mayor complejidad posible. Una relación con otro no se determina por objetivos a lograr ni por tiempos establecidos; no se basa en lógicas de producción. Una relación, la mayoría de las veces, no tiene una función específica, su razón de ser aparece después, en el proceso.

En mis proyectos, el arte opera como un dispositivo que permite trabajar por medio de la palabra. Esto facilita la creación de un espacio seguro y propio, que promueve el habla y la escucha. Un lugar en donde sucede un intercambio de subjetividades y procesos de individuación. Es importante además la presencia del juego como propuesta de nuevo lugar, cuyas reglas se van generando en un momento y espacio determinados.

El juego, para mí, se relaciona directamente con el proceso creativo, con el quehacer artístico y su lenguaje. Pero vale la pena profundizar en todos estos términos: la escucha, la subjetividad, el proceso de individuación y el juego. Saber desde dónde es mi lugar de enunciación.

Pienso que todo trabajo de carácter social, susceptible al intercambio de subjetividades, lleva en potencia dos procesos que se pueden dar en simultáneo: como sostienen Lacan y hasta Freire: «el hombre se vuelve hombre al ser hablante y hablado». Al hablar a un Otro (externo a su realidad, un Otro que no reafirma lo dicho sino que más bien se diferencia, o se mantiene en silencio, escuchando) sobre la construcción subjetiva de una realidad representada en la manifestación artística, en la palabra, la misma se pone en duda al no estar reflejada o reafirmada en el otro que escucha. Ahí se reconfiguran, se toman o se dejan algunos aspectos, y algo se reconstruye simbólicamente.

El segundo proceso es el ejercicio de libertad y emancipación. Los muchachos de Petare, al verse en una actividad creativa y constructiva, se descubrieron haciendo algo diferente, alejados de las armas pero con la misma satisfacción de deseo y sensación de libertad que puede otorgar el pertenecer a una banda delincuencial. De esta forma, muchos de los participantes se vieron con la capacidad de hacer otra cosa, y aunque la finalidad de la investigación no era precisamente que cambiaran su estilo de vida, todos lo intentaron, y dos de cinco lo lograron.

Diana Rangel: Alcatraz. Proyecto de arte participativo con jóvenes delincuentes. Fundación Santa Teresa. Instalación fotográfica. Universidad de Barcelona (2017). Cortesía: Diana Rangel.

En todas las experiencias artísticas que he realizado, siempre he celebrado con agradecimiento la importancia de la escucha. En Voces de un lugar imposible, los participantes respondieron a la escucha y, a medida que observaban sus propias fotografías, iban colocándoles palabras a aspectos de sus vidas que habían permanecido en silencio, aisladas de afecto. En Alcatraz, el proceso fue un constante vaivén de intercambios y reescrituras de la propia identidad. En La última guía para el inmigrante en Minnesota, la escucha se convertía en un acto performativo acompañado de acciones de calle.

Dice Nicolas Bourriaud en Estética relacional que el proceso de singularización/individuación consiste precisamente en integrar esos significantes en “territorios existenciales” personales, como herramientas que sirvan para inventar nuevas relaciones “con el cuerpo, el fantasma, el tiempo que pasa, los ‘misterios’ de la vida y de la muerte”, y que sirvan también para resistir a la uniformación de los pensamientos y de los comportamientos.

Y ahora me pregunto, ¿no es esta también una propuesta artística?

Procesos

Inicios

La idea que moviliza un proyecto siempre viene de una situación vivida en las circunstancias en las que estoy; no la busco, aparece como un problema, un dilema, una pregunta a responder. Para poder ver estas ideas, hay que encontrarse disponible a recibirlas, saber escuchar el ambiente y detectar las potencias que ya los mismos tienen.

Cuestionamientos

Mis proyectos se van construyendo y deconstruyendo a medida que van avanzando. En ese sentido, es muy difícil cuando debo coordinarme con una institución que busca un plan con resultados inmediatos y visibles a corto plazo. El mayor reto siempre ha sido integrar el error, la duda, la contingencia como aspectos positivos dentro de los proyectos de arte y educación. Siempre intento hablarlo desde el punto de que su base está en las relaciones humanas, y las relaciones humanas no funcionan con objetivos específicos y calendarios cerrados.

Estrategias

En pocas palabras, se comienza con un vacío. Desde mi perspectiva, debo convertirme en una caja de resonancia para poder tener suficiente espacio para escuchar y que eso recibido resuene en mí. La escucha es el elemento metodológico esencial para el comienzo de un proyecto. A partir de ahí, se detectan las necesidades, los problemas, las preguntas, los choques y contradicciones que existen en un grupo, un salón de clases, una institución.

La siguiente estrategia es la elección del medio con el que se va a trabajar, considerar si es importante o no una visibilización; dependiendo de las necesidades, los problemas y las preguntas, se determina la acción a tomar, la metodología del trabajo. Augusto Boal sostiene que se debe trabajar con el potencial del ambiente, no traer nada al lugar sino más bien trabajar con lo que se tiene, con lo que encontramos como recurso, ya sea humano, ambiental, material, histórico, etc.

El vacío, el silencio, la observación y la escucha son estrategias que promueven un espacio sin forma. Esto no implica dispersión ni falta de responsabilidad, pues un espacio sin forma tiene una estructura de base que debe ser sostenida en el tiempo, y es, desde mi perspectiva, el proceso más complejo que un artista educador puede hacer. Ya que estamos en una época en donde la forma concreta, los tiempos medidos y los espacios controlados son los bienvenidos.

Procedimientos

Cada proyecto, grupo, escuela, institución, es diferente, cada cual conlleva sus propias circunstancias y son ellas las que determinarán los procedimientos técnicos, creativos, corporales y psicológicos a utilizar. Pero venir “vacío” al aula no quiere decir que no esté acompañado de una maleta de recursos, de experiencias previas, metodologías que han tenido éxito, preguntas disparadoras, movimientos fértiles con los que usualmente trabajo.

Escucha – Palabra – Cuerpo – Juego

Cortesía: Diana Rangel.

Pienso en la escucha como un terreno fértil para explorar en el cuestionamiento sobre la educación como obra de arte. Pensar el acto de escuchar como mecanismo de aprendizaje, como punto de encuentro, como espacio vacío entre dos posibilidades o dos fenómenos. La escucha bien puede ser planteada como práctica estética y también política. He elegido indagar en esta práctica porque, alejada de la imagen visual, nos coloca en otros modos de percepción sensorial y puede fácilmente transportarnos a otro sitio; ha sido, en mi experiencia, una forma muy potente de estar en el presente contemporáneo. Entendiendo el presente contemporáneo como aquel que está aquí y está allá al mismo tiempo, el multidimensional, el presente diferido.

Sin escucha, no se configura ninguna comunidad. La comunidad es el conjunto de oyentes, según Byun Chul Han. El espacio político es un espacio en el que yo me encuentro con otros, hablo con otros y los escucho. ¿Es el espacio del arte un espacio de escucha? ¿Debería serlo? Yo pienso que sí. Es un proceso que será siempre activo, no pasivo. Un actuar que implica (y se implica) en los otros. Prefiero siempre utilizar la palabra ‘implicancia’ a la palabra ‘participación’, es una de las lecciones de la filósofa Marina Garcés sobre las políticas de la participación y de la pedagogía en los procesos creativos.

En la implicancia está “poner el cuerpo”, esto implica darse al Otro. Al hacerlo, se piensa en la dimensión del tiempo, ya que es necesaria una entrega y disposición a un tiempo para escuchar, esto sería “el tiempo del otro”. En el tiempo del otro todo acontece: el vaciamiento de quien escucha y, a la vez, el hablante se encuentra en esa caja de resonancia. La escucha propone un nuevo espacio para estar, y ese espacio se conforma como resistencia al distanciamiento que hoy en día vivimos.

Diálogos

No involucro a las personas, las personas están ahí, desde siempre, en relación. Así me planteo los proyectos y me veo a mí misma siendo parte de un engranaje; tomo muy en cuenta la memoria histórica del lugar en relación con la mía. ¿Qué hay en mí que me hace estar aquí? ¿Qué hay en este lugar, o en estas personas, que nos unen? Puntos en común, disonancias. Todo puede sonar un poco místico, pero no son mi fuerte los manuales de instrucciones, las metodologías estandarizadas. Le doy prioridad a la intuición y al compromiso, pienso a través de vínculos, produzco desde ese lugar.

Obras

En proceso

Actualmente me encuentro profundizando en temas que provienen de dos lugares: desde mi condición de migrante y de artista-psicóloga. Al migrar, la escucha expandida, la voz y el caminar como prácticas estéticas se han vuelto fundamentales para mis búsquedas y vínculos con el ambiente. Por esto, en el 2020 desarrollé un espacio llamado Voz en Tránsito, que comenzó siendo un trabajo virtual de cinco meses con un grupo de migrantes de nueve países y terminó siendo una película dividida en nueve fragmentos. A partir de ahí, Voz en tránsito ha sido mi espacio para investigar estos temas a nivel grupal e individual. En los últimos tres años, he desarrollado talleres virtuales basados en prácticas de psicogeografía y voz. Actualmente me encuentro trabajando con un grupo de experseguidas políticas que estuvieron presas en la cárcel militar El Helicoide, en Caracas.

En 2021 nació el espacio TRAMA: Laboratorio de aprendizaje comunitario, a través de la beca residencia del Centro de Arte Santa Mònica, en la que me encuentro actualmente. Es un espacio diseñado con el objetivo de proponer vías lúdicas y transversales para la reflexión crítica sobre los problemas que están en juego a nivel local. Se inspira en las primeras prácticas feministas estadounidenses llamados ‘Grupos de Autoconciencia’. Este fue un término bautizado por Kathie Sarachild quien, en 1967, en el marco de las New York Radical Women, define esta práctica como un «despertar la conciencia latente» a través de la narración de la experiencia propia.

En esta misma residencia, llevo una investigación de dos años acerca de los malestares del trabajador cultural. Siguiendo los pasos de Francesc Tosquelles sobre cómo “curar las instituciones”, problematizo mi rol de psicóloga en un centro de arte como propuesta artística y crítica.

En perspectiva

Haber empezado a trabajar como psicóloga clínica en un barrio (favela) venezolano ha determinado mi práctica. Hoy en día me he acercado a personajes como Francesc Tosquelles, Félix Guatari, Fernand Deligny, Suely Rolnik, entre otros, y confirmo que mis búsquedas e insistencias eran las correctas. Estos personajes indagan e insisten en la integración de prácticas transversales y multidisciplinares, la cultura en la vida, la expresión, el cuidado al cuerpo propio y del otro como ejes esenciales para poder vivir y, sobre todo, acompañarnos viviendo.

Contextos

Hablar de contexto en un mundo plano cada vez se me hace más difícil. En mis proyectos prefiero hablar de construcciones subjetivas, de historias personales, de paisajes memoria, de realidad psíquica, entendiendo que esas particularidades (siempre únicas) estarán en diálogo con el territorio que pisamos, sus leyes y políticas. Todo proceso de creación es político y las líneas entre lo público y lo privado son tan finas como una línea de tiza dibujada en un salón de clases.

La idea de lo público la considero subjetiva, depende del grupo y la naturaleza del proyecto en que esté trabajando. En trabajos recientes con mujeres víctimas de violencia machista, profundizamos en la idea de lo público. Para ellas, ser tocadas por un extraño en un espacio de aprendizaje, ya es estar en un espacio público. Al contrario, para un grupo de jóvenes delincuentes en activo, aparecer en cámara, hablando de sus delitos y decisiones, era un proceso necesario para ellos.

En mi práctica personal, sin embargo, busco exponer aquello privado de mi vida en lo público, al menos problematizarlo, ya que es justamente lo contrario a lo que un psicólogo haría: exponerse.