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Beatriz Nascimento

Compostar "Composteras": autoformación y coformación en grupo de estudio con Beatriz Nascimento

02.06.2023

con Millena Lízia

y Walla Capelobo

La propuesta de construcción del grupo de estudio fue relacionar esta tecnología terrestre como método para desarrollar investigaciones y materializar conocimientos [...] De esta manera, nuestras reuniones involucraron aprender con tecnologías de compostaje como una forma de conectarnos con dinámicas regenerativas a partir de materiales vivos.

Retrato de Beatriz Nascimento. Fuente: Decolonising Geography.

En medio de crisis ambientales y civilizatorias, donde la naturaleza y las humanidades se entienden como recursos a consumir, estimamos urgente la necesidad de imaginar la transformación de los destinos de la historia. En este recorrido, entre los caminos que hemos tomado en los últimos dos años, estuvo el de conjurar nuestras existencias a través del proyecto "Composteras: conocimiento regenerativo con Beatriz Nascimento"1 —en tiempos marcados por la pandemia y por el recrudecimiento del proyecto genocida de un Brasil entregado a los milicianos.

La propuesta de estos encuentros fue una invitación a organizarnos como un grupo de estudio dedicado a la producción de existencias cuyas composiciones de saber nos permitieran tener intercambios nutritivos en el sentido de las dignidades, en las diversas formas de ser-estar en el mundo, entendiéndonos como seres integrales de colectividades que se construyen sobre las relaciones. Para ello, en el sentido de valorar vidas y sus tiempos, nos pareció poderoso enumerar el aporte de un/a/e autor/a/e en específico y también adentrarnos en el bosque que es cada uno/a/e.

Durante este período, hubo intercambios surgidos de la profundización de conocimientos producidos por la historiadora, guionista, docente, activista y poeta María Beatriz Nascimento (1942-1995), que propiciaron nuestros encuentros con las participantes, principalmente en formato online. A partir de la contribución de la intelectual brasileña sobre el quilombo, fuimos invitadas a indagar en la lucha por existir en una sociedad fundada en el autoritarismo. Las respuestas a las tiranías, desde la perspectiva quilombola que ofrece Beatriz, se revelaron en las formas encontradas de estar juntos, de entendernos profundamente identificados con la tierra y con lo que de sustento y memoria intercambiamos, desde donde estamos y luchamos por existir. A partir del contacto con este conjunto de saberes, fuimos invitadas/es/os a alimentar el círculo con los saberes teóricos y/o prácticos que nos constituyen, que han formado parte de nuestras investigaciones e, inseparablemente, de las formas en que construimos.

Cabe señalar que los procesos de compostaje no solo se entendían en esta propuesta como una forma ambientalmente responsable de gestionar los residuos del día a día.

La propuesta de construcción del grupo de estudio fue relacionar esta tecnología terrestre como método para desarrollar investigaciones y materializar conocimientos comprometidos con el cuestionamiento de las lógicas hegemónicas de descarte, producción de escasez y precariedad. Fue a partir de la relación con los alimentos, la digestión, la descomposición, la recomposición y nuestro andar por el mundo (físico, psíquico, emocional o espiritual) que se construyó nuestra propuesta de grupo de estudio, de pesquisa composteira.

Las dinámicas nutritivas que hacen posible nuestro sustento distan mucho de ser lineales, ya que estos caminos son cíclicos y llenos de transformaciones que se dan por asimilación y exceso. Todo esto fue/es materia y no aceptamos que se siga tratando la idea de la producción de residuos como un fin. De esta manera, nuestras reuniones involucraron aprender con tecnologías de compostaje como una forma de conectarnos con dinámicas regenerativas a partir de materiales vivos que solo pueden transformarse en materia viva, nutrientes para el mundo.

¿Residuo/Registro/Resisto? Sin principio y sin fin, somos medios. El compostaje nos llega como una forma de ofrecer continuidad de vida ejerciendo vías de fecundidad para los residuos generados en la cotidianidad, teniendo a la gran Beatriz Nascimento como guía de este camino. ¡Reverenciamos tu vida, maestra!

¿Sería necesario perder los cimientos para que le demos el debido valor a la (T)tierra?

(con Millena Lízia)

Esta fue la pregunta que me vino a la mente cuando me preparaba para escribir las primeras líneas del día, después de las bendiciones de un almuerzo generoso.

Agradecer por la comida, una costumbre habitual entre las personas mayores, cobra cada vez más sentido aquí. Tal vez sea solo el síntoma (que adquiere un aire de lujo ante nuestras pérdidas) de envejecer en este territorio. O, incluso, la constatación de la proximidad de fantasmas que parecían inofensivos para gran parte de nuestra generación, como los de la inseguridad alimentaria y el hambre, a pesar de que invariablemente pueblan los relatos contados en casa por nuestros antecesores.

Tengamos cuidado: que las circunstancias no se interpreten como desgracias o fatalidades, pues estamos frente a un escenario múltiple de precariedad proyectada, estructural y criminal. Porque hay quienes se benefician, se aprovechan, tienen comodidad y, al final, gozan de seguridad.

Cuando compartimos situaciones que son insostenibles (para uno mismo, para los/las/les suyos, y para toda una población) los debates sobre la sostenibilidad se debilitan si no se entienden las urgencias de lo que nos ofrece un sustento, una base, un terreno, apoyo. Quizás por eso, en los últimos años comencé a concebir la investigación como búsqueda de caminos que nos ofrezcan dignidades.

Esta elaboración ciertamente hace eco de una pregunta que (además de brindarme cierta organización de las angustias) me viene guiando desde 2018 en distintos territorios: ¿Cómo producir vida? Este cuestionamiento me pareció tan central que se convirtió en el único texto que ocupaba repetidamente una de las páginas de mi tesis de maestría2, en un programa centrado en estudios de las artes contemporáneas. En ese momento, no era posible otro texto, puesto que no contemplaría las emergencias que atravesábamos. En este gesto de escritura, lo que finalmente se asentó en la página fue un fragmento de la pregunta inicial: Com?, una derivación que, lógicamente, no llega gratis y añade una capa de complejidad, con el capricho de presentarse como otra cuestión que se suma a la roda3.

Millena Lízia: Ser Sutura (2020). Dibujo a bolígrafo de la ocupación del agua sobre papel vegetal durante su evaporación, aguja de coser y hebra de cabello. Cortesía: Millena Lízia.

A partir de ahí, las intuiciones apuntaron a que un lugar donde encontraría formas de responder a estas preguntas sería en la producción de Beatriz Nascimento. Hasta entonces, el único contacto que había tenido con la investigación de Beatriz había sido a través de la emblemática película Ôrí (1989)4. Sin embargo, muchos de los aprendizajes que comparto hoy sobre la obra de esta gran historiadora comprometida con su tiempo, como le gustaba decir, están en esa producción audiovisual. Pero tal vez me tomaría un tiempo asentarme para incorporar a mi existencia la idea que perder los cimientos —la expresión que abre esta sección— no es en lo absoluto una figura de lenguaje. La propia Beatriz nos orienta que somos donde estemos, aunque necesitemos migrar para estar. Nuestra herencia de desplazamiento, de movimientos, es mucho más antigua que la diáspora moderna forzada, y se sabe desde hace mucho tiempo que cuando uno pierde cimientos, se pierde.

Por lo tanto, si hubiera alguna fuga posible, sería hacia adentro, siguiendo un movimiento sabio que conecta profundamente con quien se es, con donde se está —como bien lo señala Beatriz—, manteniendo el rumbo de lo que nos guía en las circulaciones. Esto es algo que se establece, por tanto, nutriendo las relaciones, los intercambios con todo en este mundo. Porque, en verdad, no hay afuera; lo que somos se compone de todas y cada una de las gotas. Hay fertilidad: todo un océano. Atlântica.

Semillas, hongos, compuestos y sueños color tierra

(con Walla Capelobo)

“Por eso pienso que los quilombos surgieron, no solo como resultado de una situación negativa, escapando de la esclavitud, sino como una acción positiva para recrear la conexión primordial entre el hombre y la tierra. La tierra no como propiedad, sino como elemento indispensable para toda la vida humana, en su sentido espiritual”.

Volta à terra da memória - Beatriz Nascimento5

Tomé un poco de tierra del patio trasero, de la roja que veo al bajar, y allí sentí la variedad de tiempos que nos conforman. Parece algo pequeño, que informa la necesidad de oscuridad, sentimientos y poca visión. Se vuelve más pequeño, más silencioso, del tamaño de un granito, que en las palabras de Gilberto Gil en la canción “Iansã”, es tan grande por saber quién se es/siendo. Es conflictivo vivir en el flujo de persistir en ser dentro de una sociedad que impone el no ser, como nos dice Beatriz Nascimento al hablarnos de los desafíos de la existencia en un territorio invadido; nos orienta en la percepción de los múltiples caminos que se rehacen a diario en busca de organizaciones, a favor de la vida próspera que intentaron hacernos olvidar que ya vivimos, conocimos y perpetuamos.

En las reuniones, aunque fuese de forma remota y virtual, encontré maneras de rehacer este olvido. Intercambiábamos sueños terrenales de recuerdos encarnados en nuestras vidas delineadas por sueños negros. Fue como tomar la tierra roja que encarné. Beatriz apuntó la flecha hacia antes del horror de la esclavitud, hacia las profundidades de los tiempos no subyugados, para recordarnos las herencias civilizatorias de transmutación de las que descendimos. Fue como bajar al fondo del pozo, como enseña la Madre Stella de Ochosi, un espacio húmedo y terroso, capaz de regenerar, recordar y volver a empezar.

El suelo, compuesto por múltiples formaciones rocosas en un fenómeno cíclico, continuo e infinito, guarda en su materialidad la historicidad encarnada del planeta. Desde el magma en ebullición hasta el mineral erosionado de las montañas, en un tiempo infinito para la existencia humana individual, habita en las historias que nos componen. El hierro rojo de la tierra que ahora tengo en mi mano se conecta con el hierro que le da a mi sangre su color y me susurra acerca de nuestras similitudes en la composición sincrónica de la vida planetaria. Es en la tierra, en el suelo, como señala Beatriz, que la entidad quilombola se hace y se rehace en el tiempo como respuesta a la desconexión relacional cósmica entre nosotros y la piel del mundo. Y de ese deseo de conectar surge el deseo de hacer tierra, de afrontar los ciclos con responsabilidad y de involucrarse de manera radical en la existencia.

Compostera de “Una vez soñé que su fin era nuestro medio” (2022). Fotografía: Sesc Paraty. Cortesía: Walla Capelobo.

Recientemente desempeñé un trabajo que muy probablemente no hubiera existido sin las ricas conversaciones que se dieron durante los ciclos de estudio y encuentros. Desde marzo de 2022, estoy investigando la comunidad quilombola Campinho da Independência en Paraty, en la costa verde de Río de Janeiro, con orientaciones de la líder jongueira de la comunidad, Laura dos Santos, quien enrumbó mis pasos hacia los caminos firmes de la continuidad de nuestras liberaciones. Mi idea inicial fue regalarle al quilombo de Campinho da Independência una germinación, una plántula de tamarindo, un fruto de origen africano que, como miles de seres, cruzó el Atlántico hacia el establecimiento de raíces en otro territorio. La semilla presente vino del Quilombo de Pinhões, en Minas Gerais, donde vive parte de mi familia, de un árbol importante para la comunidad y nuestras vivencias. En el transcurso del proceso, noté la negativa a germinar de las semillas que, con el paso de los días, no daban señales de que brotarían. Simultáneamente, comunidades de hongos —seres que me encantan— aparecieron en ellas. Beatriz Nascimento nos recuerda los fundamentos de los pueblos de origen bantú en los que el respeto a las fuerzas vitales de todos los seres es muy importante para el equilibrio y ejercicio de la vida terrenal. A partir de ese conocimiento, me enfoqué en comprender lo que esas semillas me presentaban. Incluso en los dos suelos sagrados de resistencia como son los quilombos mencionados, nos atraviesa el proyecto deshumanizador de Brasil, que insiste en nuestra extinción como modelo de civismo, perjudicando nuestra germinación de múltiples formas. ¿Qué fuerzas necesitamos desencadenar para florecer en tierras invadidas? Quizás algunas de estas fuerzas estén en la memoria encarnada de la tierra, del buen morir y del buen vivir. Con los hongos y las semillas creé una video instalación llamada um dia sonhei que seu fim era nosso meio [un día soñé que su fin era nuestro medio], compuesta por tres objetos, entre ellos, una compostera. En la obra registro el diálogo de varios meses con las semillas y los hongos, creando una fábula de que estas semillas quilombolas serán las que descompondrán el centro histórico colonial de Paraty, ciudad conocida como "oro negro" en el siglo XIX, por el tráfico ilegal de seres de origen africano en Brasil.

Es necesario descomponer las estructuras que nos amenazan, que estructuran el poder a favor de nuestra aniquilación. Regresar a la tierra, en lo profundo de la materia oscura intuitiva capaz de regenerarnos, para que logremos ser las semillas criollas que realmente somos. Es cuestión de tiempo, la tierra volverá.

Nuestras aguas correrán

(Con Millena, Walla y contigo)

La comprensión del poder para los negros también se construye sobre las posibilidades de dejar un legado para las siguientes generaciones, como sugiere Beatriz Nascimento en su película Ôrí. Intuimos que también podemos recoger de esto elementos que aporten reflexiones sobre cosmologías, sobre sabidurías experimentadas de carácter vital-temporal. Nuestras obras y logros estarían interconectados y nuestras existencias hoy tienen el potencial de ser herramientas de costura entre todas las vidas y tiempos. Nuestras vidas, por lo tanto, no terminan en nosotros, porque estamos constituidos en continuidades, y así eludimos paradójicamente las aniquilaciones sistémicas que nos invierten. Reconocer en cada una/o/e estas tecnologías ancestrales del futuro conforman el trabajo que emprendemos, pero no sin antes reconocer estos recursos en nosotras mismas.

Registro del taller de bomba de semillas ofrecido por Lohana Montelo en el encuentro de Composteras (2022). Foto: Renata Figueredo. Cortesía: Millena Lízia y Walla Capelobo.

La sociedad que dará lugar al grupo "Composteras: saberes regenerativos con Beatriz Nascimento" encuentra apoyo, en primer lugar, en la acogida resultante de una violencia sufrida trabajando en un espacio de arte en Río de Janeiro. Esta red de protección es la que posibilita el acercamiento y las aproximaciones entre nuestros proyectos. Por lo tanto, lo que antecede a Composteras es el encuentro entre "¿Cómo producir vida?" y “No seremos minadas”, frases que fueron las pautas para nuestra investigación. La conformación de un grupo de estudio tuvo como objetivo fortalecer redes de protección, acogida y el aprendizaje de herramientas que le den fuerza a las terquedades del bienestar. Sin embargo, ante el trágico escenario de pandemia en el que vivíamos, fue la tierra la que nos convocó a su conocimiento.

Nuestra intención inicial para el proyecto era adoptar periódicamente un/a/e autor/a/e específico/a para activar nuestros intercambios, pero cuando nos adentramos en la obra de Beatriz Nascimento nos encontramos un mundo en el que nos sumergimos. En aquellos años, Composteras pasó a ser, por lo tanto, inseparable de los estudios de la historiadora. O, mejor dicho, trabajamos con ella, ya que todas y cada una de las discusiones que surgían en nuestros círculos eran consideradas a través de Beatriz, desde su conocimiento, cuando volvíamos a leer sus textos. De las tecnologías de encantamiento ancestral que no reconocen coincidencias, que no se pueden explicar, que llegan a los/las/les pueblos de hoy en día, invitándolos/as/es, a las tecnologías que seguirán.

Registro del taller de bomba de semillas ofrecido por Lohana Montelo en un encuentro de Composteras. Foto: Millena Lízia.

Llenas de puntos de vista sofisticados, que solo nos daban el placer de componer los colectivos que se formaron (con los que estamos inmensamente agradecidas), llegamos a la conclusión de que las experiencias que multiplicamos juntas permitieron entender que el compostaje era una forma de llevar a cabo la investigación. Vale la pena mencionar que la pesquisa composteira cambió nuestra comprensión como investigadoras. Gracias a movimientos como estos, y a todo lo que hemos vivido, empezamos a percibirnos en este camino como investigadoras de continuidades, en las contradicciones de las continuidades que nos privan. Para nosotras, continuar no significa seguir de la misma manera, sino todo lo contrario. Cuando las fuerzas de aniquilamiento no dejan de invertirse en contra de nosotras, no nos queda otro camino que cambiar para seguir, para conectarnos profundamente con lo que somos y con lo que queremos: la transformación.

“El cimiento del quilombo es la tierra, el hombre identificándose profundamente con la tierra. Entonces, el Ebó se entrega a la tierra, todos los elementos vivos están en la tierra y participarán de ese banquete que es el Ebó. Habrá virus, habrá microbios, habrá células que se descompondrán y se transformarán en otras células… ese es el principio del ‘axé’, de la fuerza”.6

Maria Beatriz Nascimento