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Marta Traba

Ver y educar: Marta Traba en la televisión colombiana

11.04.2023

por Katia González Martínez

La labor de Marta Traba en el país logró combinar la crítica de arte con la enseñanza universitaria, los programas de radio y televisión, la edición de revistas y la gestión de exposiciones. Así mismo, contribuyó a la creación y dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Por lo demás, su labor en favor de la internacionalización del arte colombiano representó un indudable legado.

Marta Traba en el estudio de televisión, 1955. Fuente: BADAC, Fondo Marta Traba.

En 1984 se vieron 20 capítulos de la Historia del arte moderno contada desde Bogotá1, un programa para la otrora pantalla chica conducido por la crítica de arte argentina Marta Traba Taín (Buenos Aires, 1923 – Mejorada del Campo, Madrid, España, 1983). Era la transmisión post mortem, bajo el auspicio de Colcultura, de una serie que quedó inconclusa debido a su inesperada muerte el 27 de noviembre de 1983. Un testamento que homenajeaba a la mujer que, durante los 15 años de vida en Colombia, sacudió la escena artística con su carisma, sus provocaciones, gran vocación educativa y un notable conocimiento sobre las artes que lograba expresar con gran dominio del lenguaje. La labor de Marta Traba en el país logró combinar la crítica de arte con la enseñanza universitaria, los programas de radio y televisión, la edición de revistas y la gestión de exposiciones. Así mismo, contribuyó a la creación y dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Por lo demás, su labor en favor de la internacionalización del arte colombiano representó un indudable legado.

Marta Traba en grabaciones para televisión. Fuente: Archivo Señal Memoria.

Mientras residió en Colombia, entre 1954 y 1969, en un primer momento, los juicios estéticos de Marta Traba establecieron relaciones históricas con el modernismo europeo basando su valoración en ideales universalistas2. Este marco de análisis daba cuenta de lo aprendido con Jorge Romero Brest3 en Buenos Aires y de la sociología del arte de Pierre Francastel en París. Luego, a mediados de la década del sesenta, replantea su marco crítico-teórico para pensar las artes plásticas desde un punto de vista local y latinoamericano. La Revolución cubana y la política norteamericana para América Latina incidió en su visión antiimperialista de la región y en las reflexiones sobre aquello que distinguía la plástica de Latinoamérica de las manifestaciones artísticas estadounidenses4 que en ese entonces dominaban el ámbito contemporáneo de la escena. Su capacidad de criticar o confrontar sin tapujos ocasionó que el Gobierno colombiano declarara su expulsión del territorio nacional por un pronunciamiento que consideraron una intervención en la política interna del país5.

El medio y el mensaje

Indicios de la deriva de su pensamiento se notan en su trayecto por la televisión colombiana. Marta Traba arribó a Bogotá en 1954 con su esposo Alberto Zalamea y su pequeño hijo Gustavo, procedentes de Italia, casi tres meses después de la primera emisión de la televisión en el país. La recibió este recién nacido medio de comunicación y su rápida incursión en él la convirtió en una de las pioneras.

El 13 de junio de 1954 se había inaugurado la televisión con el himno nacional de Colombia y las palabras desde palacio del general Gustavo Rojas Pinilla, presidente de la República (1953-1957) quien había dado un golpe de Estado con apoyo de unas fracciones de los partidos Liberal y Conservador. Esas primeras imágenes se vieron en cafés y bares, y en los hogares que por su poder adquisitivo contaban con un aparato telerreceptor6.

Alrededor del ingreso de Marta Traba a la televisión pública confluyen dos circunstancias que lo explican. El círculo sociocultural de la familia de su esposo le brindó espacios de sociabilidad con políticos e intelectuales liberales que facilitaron su rápida inmersión en la radio —en particular la emisora cultural ‘HJCK. El mundo en Bogotá’ (1950)—, la televisión, los diarios de gran circulación y las revistas. Relaciones que alimentó la joven pareja desde París en donde residía un selecto grupo de escritores, políticos, arquitectos y periodistas colombianos, con quienes compartieron intereses. Amigos suyos la impulsaron a pararse frente a las cámaras y hablar en directo. Creía que la televisión era un medio excepcional de difusión cultural para llevar a cabo una labor crítica formativa, que brindara pautas de valoración y una didáctica con tal fin.

Para Marta Traba era contraproducente que la obra de arte fuese tratada sobre todo desde un punto de vista literario, que se publicaran textos laudatorios, hiperbólicos, o con prejuicios que, para ella, perjudicaban la formación de un público. Su vocación era transmitir conocimientos, con gran dominio del tema y don de la palabra, sobre las obras que había recibido en sus estudios, lecturas y viajes. También de ser espectadora de museos, teatros y de la televisión de otros países.

El artista e investigador Nicolás Gómez Echeverri señaló que las primeras apariciones de Marta Traba en la televisión se dieron a finales de 1954. Fue invitada al programa La rosa de los vientos para que hablara de sus viajes por Europa. Luego, en diciembre de ese mismo año, la prensa destacaba El museo imaginario en el que mostraba reproducciones de obras de arte europeo, que se veían en blanco y negro, acompañadas de un texto7. Este programa seguramente tiene un punto de partida en las ideas de André Malraux expuestas en su libro El museo imaginario (1947), que convidaban a crear museos sin paredes agrupando reproducciones fotográficas de diversa naturaleza. Acercar las imágenes del pasado a las personas para su conocimiento y relectura era una intención que subyacía en el libro y en el programa de televisión. En una de las fotos que incluye Gómez en su libro En blanco y negro. Marta Traba en la televisión colombiana 1954-1958, se ven las láminas pegadas a la pared de un precario set de grabación de la antigua Radiodifusora Nacional de Colombia en donde ella improvisaba una exposición. Marta Traba, frente a la cámara, sostiene una de estas reproducciones mientras la comenta fungiendo de guía de su propio museo. Es elocuente una foto de la revista Cromos para un reportaje de 1956, en la que aparece sentada en el piso de su casa hojeando un gran álbum de imágenes de obras, su propio museo imaginario, recopiladas en sus viajes y que debieron ser la base de sus programas y cursos de historia del arte8.

La presencia de Marta Traba en la televisión colombiana, mientras vivió en el país, es posible enmarcarla entre 1954 y 1966. La dificultad de establecer los períodos específicos se debe a los escasos archivos fílmicos que perviven. En esa época se transmitía en directo, sin filmar, y por eso hoy no existen muchas de esas emisiones. También por la pérdida de archivo o porque falta identificar materiales de esa época. Sin embargo, gracias al trabajo de digitalización del archivo fílmico de Señal Memoria9 es posible ampliar la huella de Traba en este medio. Como resultado de dicho proceso, está disponible en línea una edición del programa A control remoto10 en el que Marta Traba dirige un recorrido por las salas del Museo Nacional de Colombia.

Marta Traba en los inicios de la televisión educativa y cultural

En 1983 regresó a la televisión, año en el que finalmente recibe la nacionalidad colombiana y, por un destino aciago, coincide con su fallecimiento. Fungió de corresponsal de notas sobre arte desde distintos lugares de París para Globo Televisión y grabó la serie Historia del arte moderno contada desde Bogotá, cuando la televisión a color era la gran novedad. Apenas cuatro años antes, los colombianos habían conocido el nuevo sistema con una alocución del entonces presidente Julio César Turbay Ayala11 (1978-1982). Esto indica que la labor educativa y cultural que Marta Traba desempeñó en la televisión pública marcó el inicio y el fin de su relación con Colombia.

Después del programa El museo imaginario y desde 1955, se produjeron varios programas cuyas fechas de inicio exactamente aún no se conocen: los lunes se emitía Historia del arte; los miércoles, El ABC del arte, y los viernes, Una visita a los museos12. Un reportaje de la revista Cromos logra ilustrar lo que significaba su realización. En sus vacaciones del fin de año de 1955 buscó documentarse y aprovisionarse de libros y material gráfico para no fallarle a una teleaudiencia que en ese momento a vuelta de correo le demostraba su sintonía. Así lo expresaba Marta Traba:

«Estoy obligada a mejorar cada día mis lecciones, por honradez profesional, y para corresponder a la confianza que me dispensa el público. Los temas cambiarán este año un poco, dentro naturalmente de mi especialidad. Los lunes haré historia del arte. Comenzaré por Leonardo y le seguirán Miguel Ángel y Rafael. Por cierto que he propuesto una idea, que parece ha tenido buena acogida en la Televisora. Cuando termine el curso sobre Leonardo, invitaré a cuatro especialistas para que cierren la serie de conferencias y las complementen. Luego se abrirá un concurso entre los teleoyentes para premiar el mejor ensayo sobre Da Vinci. Y así sucesivamente con los otros» [13].

Esos tres programas estaban en la línea de intereses de las directivas de la Televisión Nacional de Colombia que pretendían convertir este medio en “vehículo de difusión cultural” y de “expresión artística autónoma”. Eran conscientes de que se requería formar un público y un equipo humano de libretistas, escenógrafos, en el nuevo lenguaje televisivo14. En 1955, entre los varios frentes de trabajo declararon que una cuarta parte de la parrilla fuera educativa y cultural. Quizás por eso, en este año se incrementaron las apariciones de Marta Traba en la pantalla chica con los tres mencionados programas. Incluso asistió al curso de actuación, basado en los métodos de Stanislavski y Meyerhold, dictado por el director de teatro japonés Seki Sano en el Instituto de Artes Escénicas, creado por la Entidad para formar el oficio actoral de lo que se llamó el teleteatro15.

Marta Traba en Bogotá, conduciendo una visita en una exposición. Fuente: Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Las fotografías que se conocen de dichos programas, así como los artículos de prensa, logran recuperar algunas de sus características. Marta Traba fungía de cicerone en Una visita a los museos. Nicolás Gómez menciona en su investigación que se valía de pequeñas reproducciones, mapamundis y libros para realizar una visita comentada a museos europeos que ella misma había recorrido, mostrando sus aspectos más relevantes. El ABC del arte estaba dedicado a los artistas colombianos que invitaba al estudio. Una buena forma de complementar sus interpretaciones era oír de viva voz las motivaciones que atravesaban sus obras. En las fotos se alcanza a ver un reducido estudio de grabación y la escenografía que se resolvía con un telón de fondo y los caballetes en los que se ponían los cuadros frente a la cámara. Este espacio albergó las aparatosas cámaras y el equipo técnico que fue traído de Cuba.

En el ABC del arte con el pintor colombiano Marco Ospina, por ejemplo, en 1956, se ven tres cuadros sobre caballetes, uno del período figurativo y dos obras abstractas, un lenguaje que venía explorando desde los años cuarenta. La imagen capta a una Marta Traba vestida con un foulard, un elemento de distinción, entrevistando al también docente de la Universidad Nacional de Colombia. En ese mismo año del programa de televisión, Ospina expuso en la Biblioteca Nacional16 de Colombia y Marta Traba, quien ya estaba publicando sus críticas en diarios de gran circulación nacional, le escribió una crítica que si bien destaca el interés del pintor por buscar el ritmo interno de su pintura abstracta, despojándola de volúmenes o formas conocidas, le reclamó que unos bocetos de murales abstractos dependieran de formas que contaban una historia. En suma, lo que ella más destacaba de su pintura era la forma de configurar un propio orden de líneas, formas y colores planos. Pero la reacción de Ospina da cuenta de la renuencia a ese tipo de comentarios: publicó un artículo titulado ”La crítica de la crítica”17 como respuesta indignada a Marta Traba.

Una pantalla educativa para la historia del arte

En las entrevistas de ese entonces, destacó que la televisión cultural estaba abriendo un aula en la cotidianidad de los hogares. Valoraba su alcance para conectarse como “catedrática” con personas que vivían en rincones apartados del territorio nacional que ni ella misma conocía.

Este fue el caso del Curso de historia del arte que inició en noviembre de 1957 con emisiones los viernes en la noche. Las personas que deseaban inscribirse debían solicitarlo por carta con sus datos de contacto y edad. Durante diez meses desarrolló una metodología que le permitió una relación más directa. A vuelta de correo postal, semanalmente recibirían una conferencia mimeografiada para su lectura antes de cada programa. Según ella, su curso tendría dos tipos de alumnos: unos eran oyentes con derecho a las conferencias, y otros asistentes que, además, debían realizar mensualmente un trabajo práctico a partir de un cuestionario que ella misma elaboraba. Al final, quienes cumplieran este requisito recibirían un diploma de asistencia. Marta Traba recalcó que su intención era ampliar ese limitado circuito universitario que existía en Colombia y abarcar lugares en donde sería casi imposible asistir a un curso de esta naturaleza:

“Parece innecesario subrayar que no se trata de una historia del arte leída cronológicamente desde Altamira hasta hoy, sino de una cuidadosa selección de temas cuya última finalidad es exaltar el valor, la importancia, la necesidad y la diversidad de la obra de arte como expresión máxima del espíritu humano” [18].

Este curso que en 1958 alcanzaría una cifra de 640 alumnos en todo el territorio nacional, tal como lo señaló Marta Traba19, inauguraría una televisión educativa en historia del arte, que, como lo sugiere Florencia Bazzano, se puede ubicar en la misma genealogía donde tienen lugar la hermana Wendy Beckett o Robert Hughes.

Hacia 1958 se emitió Ciclo de conferencias que contaba en estudio con un grupo de intelectuales. En ese momento mencionó que un grupo de sacerdotes del departamento del Chocó le escribió porque dictaban unas clases basadas en las conferencias que periódicamente enviaba Marta Traba a las personas inscritas20. Entre 1965 y 1966 se transmitió Puntos de vista, un programa cultural del canal privado Teletigre que abordaba desde entrevistas, comentarios de libros, conferencias, montajes teatrales o sobre las artes plásticas. Se sintió agraviada por la intromisión de la policía en un programa al que había invitado a estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, a quienes estigmatizaban de azuzar la subversión. Entonces decidió cancelar este programa. Este suceso se convirtió en antesala del pronunciamiento de expulsión de Colombia que la acusaba de intervenir en la política interna del país.

En su último año de vida, se dedicó a dictar conferencias, escribir sobre la plástica latinoamericana del siglo XX21 y la presentación de la exposición Arte de la calle, arte del taller realizada en París con artistas colombianos. Pero el proyecto televisivo que la entusiasmaba era la grabación de La historia del arte moderno contada desde Bogotá, el cual se emitió por cadena nacional en 1984 en homenaje a Marta Traba22. Esta serie abarcó diversas tendencias de las vanguardias históricas hasta las de los años sesenta. Estos programas, como los consagrados al posimpresionismo, el cubismo, el hiperrealismo, la geometría sensible, el tejido en el arte o la no figuración, significaron una reconsideración de sus propias posturas, como fue el caso del capítulo dedicado al arte conceptual. En ese entonces, ella era una crítica acérrima de la idea de “estar al día” frente a los centros metropolitanos del arte norteamericanos y europeos. Le pareció, por ejemplo, que cierto arte conceptual que se valía del texto era mero divertimento si se tenían en cuenta las altas tasas de analfabetismo en Latinoamérica.

Es curiosa la forma como fue producida la emisión número 18 de La historia del arte moderno contada desde Bogotá. Decidió empezarlo desde la trasescena, apareciendo ella en medio del equipo técnico. Muestran las cámaras y los monitores, lo que evidencia el “proceso” para llevar a cabo cada programa. La imagen de Marta Traba es la de una señora convencional que juega a la improvisación, el error y el descuido deliberado que ponen al desnudo la realización. Se oye la voz del director Rodrigo Castaño dando indicaciones y en cuadro aparece el asistente pegando en un papelógrafo cada una de las láminas de las que habla Marta Traba de forma más libre, con mucho desparpajo, sin verse atada a un parlamento preciso o unas pautas preestablecidas. Este otro museo imaginario está configurado con imágenes recortadas de revistas y catálogos.

Lo que se nota allí es un recurso didáctico que refuerza el interés de Marta Traba por tener en cuenta al televidente, que no era precisamente un docto en la materia. En suma, se propuso articular artistas latinoamericanos entre artistas europeos y norteamericanos “para que queden ubicados donde deben estar”23.

Marta Traba dictando clases. Fuente: Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Del cometido de sus programas de televisión en los años cincuenta por sentar unas bases de comprensión de los valores artísticos que para ella eran fundantes del arte en Occidente, buscó en sus últimos programas la inserción de artistas colombianos y de otros países latinoamericanos en la historia del arte que en gran medida refería a los centros de mayor dominancia en las artes plásticas. Esos centros que se notaron importantes al inicio de su labor educativa, en sus últimos años los resituó para darle lugar político a Latinoamérica en un relato macro de la modernidad del arte.