La energía de estas y otras poetas afrocaribeñas ha generado pequeñas vibraciones que tal vez sin ser evidentes o reconocidas, han ampliado las posibilidades de expresión y autorrepresentación de muchas otras. Del mismo modo, en la historia de las exposiciones del arte centroamericano, hay también eventos pioneros que activaron movimientos multiplicadores y potenciaron los lugares de enunciación de los cuerpos feminizados. Uno de ellos fue el MUA Instala 99’, ocurrido en Tegucigalpa en la semana entre el 19 y el 26 de marzo de 1999.
Este evento se realizó luego de que el huracán Mitch golpeara fuertemente Centroamérica y el Caribe en octubre de 1998. En Honduras, el impacto en el territorio fue tan devastador que los mapas geográficos existentes fueron declarados obsoletos. Pese a ello, un grupo de mujeres conformado por artistas e investigadoras se decidió, unos meses después del huracán, a realizar entre los escombros un evento artístico de proporciones inéditas para el arte de la región. La propuesta incluía una muestra de cine y video, el primer festival regional de artes escénicas y danza, una serie de conferencias y la exposición Evidencia y memoria, una exhibición internacional de arte contemporáneo. A este evento fueron invitadas numerosas artistas y curadoras de toda Centroamérica, incluyendo también la presencia de algunas artistas caribeñas, para realizar intervenciones radicales en torno a las nociones de cuerpo, memoria y espacio público. La exposición se desplegó en los espacios culturales de la Pinacoteca “Arturo H. Medrano” del Banco Central de Honduras, el Instituto Hondureño de la Cultura IHCI, la Galería Nacional de Arte, la sala de exposiciones temporales del Museo Nacional, la Fundación para el Museo del Hombre Hondureño, la Galería Portales y la sede de Mujeres en las Artes9.
Desde Nicaragua, la artista y educadora Patricia Belli fue invitada como curadora y como artista. Allí presentó su exposición individual La casa (domesticada) curada por Bayardo Blandino. En recientes conversaciones con la artista, como parte de la serie de podcasts sobre la historia reciente del arte centroamericano Relatos extemporáneos, producida por el colectivo Casa MA, Belli recuerda sobre el contexto de precariedad extremo en el que se desarrolló el evento: “Mis pensamientos están asociados al gozo, al esfuerzo y al asombro. El gozo y el asombro de la mano, el esfuerzo pues porque había que hacerlo todo, mis obras eran difíciles de transportar, eran grandes, eran incómodas, eran frágiles. La escalera la tuve que partir en dos para que alcanzara en la parte de abajo del bus, y para rearmarla en Tegucigalpa fue una producción. Además, asumí el rol de curadora: trabajé con las fotografías de María José Álvarez, Claudia Gordillo, Celeste González, Patricia Villalobos. Y además de la selección, trabajamos en el enmarcado, el embalaje, la subida al bus, la bajada en la frontera. Así era todo en ese tiempo que ahora parece tiempo lleno de glamour y estaba lleno de glamour, el glamour del entusiasmo y la solidaridad y las ganas de conocernos y la alegría. Eran mujeres monumentales y entendí o vislumbré que esta exposición de mujeres, no sólo estaba completa, sino desbordada”10.
Este desborde al que se refiere Belli está también presente en otras delegaciones centroamericanas, como el trabajo de las artistas guatemaltecas María Dolores Castellanos, Diana de Solares, Irene Torrebiarte e Isabel Ruiz. Esta última realizó dos instalaciones. En una de ellas presentó una versión de su instalación Autoinmersión / Transición (versión 1999), en donde Ruiz cuestionaba las injusticias y desigualdades de la sociedad guatemalteca que simplifica o minimiza los horrores de la guerra en las comunidades indígenas y campesinas. La artista también exhibió Diálogo de ausentes / monólogo presente (1999) una inquietante instalación en la que un juego de sillas enfrentadas se sostienen sobre cenizas y restos de objetos carbonizados.
Otra de las exposiciones dentro del marco general de MUA instala’ 99 fue Momentos de un proceso, con la participación de las artistas costarricenses Sila Chanto, Karla Solano y Emilia Villegas, curada por Virginia Pérez-Ratton. Las artistas de Honduras realizaron tres exposiciones individuales en un mismo espacio: Soy ese signo, el enigma y su respuesta de Johanna Montero Matamoros, Expresión Máxima del control sobre la humanidad / Fabrique su propio bebé de Regina Aguilar, y Verdades fragmentadas de Alejandra Paredes. El evento también contó con la presencia de las artistas Lidzi Alvizi (Cuba), María Elena Portales (Puerto Rico), Priscilla Monge (Costa Rica), Marta Eugenia Valle (El Salvador) y Belkis Ramírez (República Dominicana). Se presentó también la exposición Cinco artistas de Panamá, con trabajos deIraida Icaza, Sandra Eleta, Victoria Haydee Suescum e Isabel de Obaldía, bajo la curaduría de Mónica Kupfer, quien remarcó en el catálogo que “el MUA instala 99’ permite abrir una ventana a las contribuciones del arte realizado por las mujeres en Centroamérica”. Sin embargo, el evento no se autodenominó como feminista. Como señaló recientemente la curadora guatemalteca Rosina Cazali11, las conversaciones no estaban abrazando esos conceptos aún, pese a que se abordaron temas de género urgentes. Esto se hizo evidente en las obras pero también en la presentación de un documental sobre las niñas trabajadoras en la calle, No todos los sueños han sido soñados, de María José Álvarez y Martha Clarissa Hernández; el trabajo de las compañías de danza Barro Rojo de México y Danza Desequilibrio de Nicaragua; y una serie de conferencias que incluyó temas como “La perspectiva de una mujer en s.XXI”, “La mujer y la escritura”, “Feminizando el arte en Centroamérica”, “Pinturas murales”, “Ideología y lenguaje”, entre otros.