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Los cuerpos ausentes: estrategias performativas de investigación, reclamo y presencia

14.02.2024

por Bárbara Pohlenz de Tavira

Las imágenes generadas y construidas a partir de la estética forense no son las imágenes de la violencia sino imágenes que evocan el acto violento de la desaparición de personas a partir de la representación simbólica.

En América Latina, el fenómeno de la desaparición forzada se ha efectuado en el marco de dictaduras cívico-militares, conflictos armados internos, guerras de contrainsurgencia, guerras antiterroristas y de control de narcóticos; además, se ha manifestado de manera más precipitada e intensa en ciertos períodos en algunos países.

Este fenómeno se inscribe, en el contexto latinoamericano, en una década en la que la desaparición forzada emerge con fuerza, derivada de las detenciones masivas y arbitrarias llevadas a cabo en Chile y Argentina luego de los golpes militares de 1973 y 1976, respectivamente. La desaparición forzada se volvió masiva y generalizada en periodos relativamente cortos en las dictaduras militares. El contexto latinoamericano, marcado por los golpes militares en Argentina y Chile, y reforzado por la vigencia de dictaduras militares en Paraguay, Uruguay, Brasil y Guatemala, constituía una realidad posible para el resto de los países latinoamericanos.

En Colombia, todos los actores armados, incluidas las fuerzas estatales, han usado la desaparición dentro de sus repertorios de violencia: en las últimas cuatro décadas de conflicto se ha podido observar un sostenimiento de este tipo de crimen.

De acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV), hasta diciembre de 2022, se sumaban 190.889 víctimas de desaparición forzada: 50.911 directas y 139.978 indirectas, es decir, sus familiares. A su vez, el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (SIRDEC) del Instituto de Medicina Legal reporta 3. 340 desaparecidos en 2021 y 3.652 en 2022 en todo el país (CNMH, 2022)1.

En México, durante los años setenta del siglo XX, esta práctica se articuló a una gobernabilidad populista, con un Estado fuerte, centralizado y autoritario, que utilizó políticas diferenciales para el tratamiento de las disidencias, aplicando múltiples formas de represión.

Jornadas de Búsqueda realizada por diversos colectivos y familiares que buscan a sus familiares víctimas de desaparición forzada en las montañas del sur de la ciudad de México, Ciudad de México, abril 2023. Fotografía: Bárbara Pohlenz.

Existe una continuidad de la desaparición forzada en México, aunque esta adopta características específicas en dos momentos en particular: la lucha contrainsurgente de la llamada “Guerra Sucia” (en octubre del 2021 se crea la Comisión por el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico y Justicia a las Violaciones graves a los Derechos Humanos cometidos entre los años 1965-1990) y la llamada Guerra contra el narco y el crimen organizado” a partir de 2013 en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa2.

La violencia extrema en México, a partir de la llamada “Guerra contra el Narcotráfico” ha llevado al crecimiento de las cifras de violaciones graves a los derechos humanos y a un incremento incesante del número de víctimas. La desaparición de personas es una lacerante realidad en México, que alcanza un número de 111.285 personas, cifra que además no deja de crecer (Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas - RNPDNO, 19 de mayo de 2023)3.

Los casos de Colombia y México exigen una revisión y complejización del concepto mismo de ‘desaparición forzada de personas’, pues en su definición originaria se consideraba como un crimen de Estado, históricamente ligado a los regímenes políticos dictatoriales. En México y Colombia se observa la tendencia hacia una “perversa privatización” de este delito, con o sin participación de funcionarios del Estado, que ha llevado a que tanto las fuerzas paramilitares y las bandas criminales pos desmovilización —en el caso de Colombia— o el crimen organizado, los carteles de la droga y los contextos de migración —en el caso de México— terminen haciendo suya esta forma de violencia.

Esta realidad ha dado lugar a un enorme esfuerzo de familiares, amistades y personas interesadas para exigir que el Estado cumpla con su tarea de búsqueda, localización y justicia de las personas desaparecidas. Esta tarea les ha demandado organización, denuncia y demanda persistente para lograr que se establezca el marco jurídico y, sobre todo, que se pongan en marcha las políticas públicas necesarias.

Los familiares de víctimas de desaparición forzada, organizados y no organizados, han estado a la vanguardia al poner en evidencia la magnitud de este fenómeno, principalmente frente a la inacción de las fiscalías y la falta de instituciones especializadas, ya que la institucionalidad planteada para investigar las desapariciones en México ya no parece responder a aquellas establecidas tradicionalmente para investigar a las víctimas de desaparición forzada. No son instancias especiales de investigación del pasado sino de justicia cotidiana.

En este contexto violento es donde aparecen nuevas formas de denuncia y de representación simbólica frente a la desaparición y a la exigencia de la búsqueda. Narrar sus testimonios, marchar, plantarse, evidenciar los espacios del horror mediante estrategias performativas; estrategias para representar el dolor, refundar la cotidianidad, proclamar los relatos de ausencia y dolor valiéndose de diversos medios expresivos. Muchas de ellas son memorias ancladas en el cuerpo y en los sentidos que no pueden confinarse a esferas mentales o subjetivas únicamente; se trata de prácticas materiales mediadas por la cultura, que sin una aspiración artística constituyen estrategias de representación, por ello es factible hablar de prácticas estéticas sonoras, visuales, táctiles, coreográficas, escénicas, etc. Es decir, prácticas corporales de acción política que abren nuevos lenguajes y espacios para hacer visible lo oculto por el miedo y la violencia. Lo anterior se manifiesta mediante una práctica estética y de denuncia que permite a los familiares darle un nuevo significado a los espacios que han sido transformados por la violencia.

En México observamos la presencia de colectivos de familiares de personas desaparecidas como la Red de Enlaces Nacionales (REN) y Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México FUNDEM, enfocándose en las acciones que puedan dar cuenta y enmarcarse dentro de prácticas y expresiones artísticas, culturales, de representación simbólica y memorísticas en torno a la desaparición forzada. Entre estas dos organizaciones suman más de 200 colectivos de búsqueda en todo el territorio nacional, que a pesar de no tener cercanía al ámbito artístico, en el desarrollo de su lucha se han convertido en actores y actrices, compositores, cantantes, pintores y creadores de nuevos mecanismos para contar sus historias y erigir sus exigencias. Algunos ejemplos de estas prácticas son las acciones performativas realizadas por el colectivo Luciérnagas de media noche, del estado de Morelos, impulsado por familiares en búsqueda y colectivos artísticos a través del Fondo Nacional para Cultura y las Artes (FONCA); el proyecto Narrativas y Memorias, del estado de Puebla, desarrollado por el colectivo artístico Técnicas Rudas y familiares en búsqueda que llevan a cabo gestos performativos, sonoros, plásticos; el Colectivo una luz en el camino, que realiza intervenciones estéticas en territorios del Ajusco, al sur de la Ciudad de México, para visibilizar y denunciar territorios de fosas clandestinas.

Estrategias del Arte para buscar Vidas proyecto del Foro Elefante y ElefentEsBúsqueda que acompañan la búsqueda de las familias de las víctimas de desaparición forzada, Ajusco Ciudad de México, 27 de abril de 2023. Fotografía: Bárbara Pohlenz.

En el caso de Colombia, existen cientos de colectivos, casi todos de carácter local. Como la experiencia de Las Madres de la Candelaria–Línea Fundadora de Medellín; Asociación de Familiares Unidos por un Solo Dolor, que emergió en 2009 por las desapariciones forzadas que tuvieron lugar en el Caribe colombiano desde el año 2004; Colectivo de las Madres de Soacha, Tejedoras de vida, que a lo largo de años de búsqueda han conformado un repertorio de prácticas estéticas y de representación, si bien los familiares en búsqueda realizan diversas actividades que abarcan lo jurídico, legal, forense, formativo, la búsqueda en campo, etc.

Existen también artistas que han abordado la desaparición forzada desde sus prácticas y estéticas, formatos y lenguajes como la exposición Restablecer memorias, en torno al emblemático caso de desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, del artista Ai Weiwei, presentada en el MUAC-UNAM en el 2019; la exposición Hacia una estética investigativa de Forensic Architecture, presentada en el MUAC-UNAM en el 2017, también en torno al caso Ayotzinapa; Performatividades de la búsqueda, presentada en la Galería Metropolitana UAM en 2022, reuniendo a diversos colectivos de familiares en búsqueda y artistas; Proyecto Huellas de la Memoria, que surgió el 10 de mayo de 2013, y desde entonces registra las historias de personas y los procesos de búsqueda y lucha de sus familiares en México y América Latina. La estrategia es plasmar en suelas de zapatos, a través de la técnica de grabado, un mensaje en forma de relato que nombra a la persona desaparecida, recuerda el día y lugar de la desaparición.

Conmemoración del Día de las madres, que se festeja en México el 10 de mayo. Desde hace varios años, las madres con hijas e hijos víctimas de desaparición forzada convocan a diversas manifestaciones en las plazas y espacios públicos como forma de protesta y resistencia ante la pérdida de sus hijxs. Ángel de la independencia, Ciudad de México, 10 de mayo de 2023. Fotografía: Bárbara Pohlenz.

En Colombia, las obras fotográficas de Juan Manuel Echevarría Réquiem NN, Magdalenas por el Cauca y 327 huellas del olvido Gabriel Posada, en las que el artista trabaja con los familiares de las víctimas de los ríos Magdalena y Cauca. El Ausente, de Felipe Botero, lleva al escenario teatral la larga espera de un cadáver que no podrá ser sepultado. Donde se descomponen las colas de los burros, de Umbral Teatro, o Antígonas, tribunal de mujeres, de Tramaluna, son otros ejemplos de obras dramáticas que tratan el tema de la desaparición forzada. Río abajo, de Erika Dietes, remite también a la imagen de los ríos y mares como ríos-tumba. Por mencionar algunos ejemplos de estos umbrales o espacios liminares donde arte, protesta, denuncia y búsqueda se entrecruzan.

El campo de investigación del fenómeno de la desaparición forzada lleva a itinerarios que convocan enfoques multidisciplinarios al momento de plantearse estudios sobre la violencia —sea estructural, cultural o espacial—, con una tipología expandida que va del daño directo a lo simbólico y lo epistémico.
Una desaparición significa que no se pueda pasar un duelo, y sin el duelo, deja de haber una línea clara entre la vida y la muerte. Por esto, los familiares de un desaparecido no pueden regresar nunca a una vida normal. El sufrimiento interminable provocado por la desaparición, va creando “círculos concéntricos de silencio”; unos vacíos en el tejido de la comunicación humana que están dejando a las sociedades mexicana y colombiana llenas de agujeros.

La comprensión multifacética de la instrumentalización y aumento exponencial de la desaparición forzada con la medición del daño, la agencia y victimización, y la movilización por el reclamo de verdad y justicia, han sido abordadas desde múltiples enfoques disciplinarios: jurídicos, forenses, históricos, sociológicos, antropológicos periodísticos.

Ante este panorama, se hacen necesarios los estudios sobre la participación de las expresiones artísticas y culturales que trabajan en torno a la representación simbólica y memorística sobre la desaparición forzada como prácticas realizadas por los familiares en búsqueda, congregaciones religiosas, artistas, periodistas y académicos, que permiten abrir espacios a las víctimas y convocar reivindicaciones de verdad, justicia, memoria y no repetición.

Frente a esta realidad, importa analizar cómo inciden las representaciones artísticas, los actos de la representación, de la presencia, realizados como actos de la vida. Una acción directa como una demostración simbólica y la mirada como un acto subversivo. Las diversas intervenciones urbanas, instalaciones o acciones performativas, las prácticas y expresiones artísticas, culturales, de representación simbólica y memorísticas en torno a la desaparición forzada realizadas por los familiares en búsqueda en las calles, plazas, galerías y otros espacios públicos en México y Colombia, dan cuenta de los cambios que han estado ocurriendo en las prácticas artísticas y de protesta social.

En los actuales escenarios, familiares en búsqueda y ciudadanos en general, ponen en acción imágenes y relatos de la más reciente memoria colectiva: lo político no se configura por las problemáticas y los temas, sino especialmente por la manera en que se construyen las relaciones con la vida, con el entorno, con los otros, con la memoria, la cultura con prácticas no exclusivamente artísticas, en las que se involucran familiares en búsqueda, ciudadanos y creadores artísticos, utilizando dispositivos estéticos para la elaboración de nuevos discursos en torno a la desaparición forzada4.

En estos escenarios fúnebres. Diéguez plantea la figura del “cuerpo expandido”, que permite expresar la superposición de cuerpos que se configuran en quienes buscan a sus seres queridos. El cuerpo liminar es portador de un tejido de presencias y ausencias, el cuerpo expandido que cobija y sostiene otros cuerpos. Podemos reconocer en ellos la carga que llevan consigo con solo mirarlos5.

Las imágenes generadas y construidas a partir de la estética forense no son las imágenes de la violencia sino imágenes que evocan el acto violento de la desaparición de personas a partir de la representación simbólica. Son imágenes que sacuden fuerte la mirada, capaces de recoger el legado del ausente, haciendo presente algo que falta con el fin de reconocer la pérdida y el sufrimiento.

Estas imágenes tienen la capacidad de convocar la presencia de los trazos que deja la ausencia de aquello que ya no está ahí, presentemente vivo a la mirada, y que permite construir imágenes como testimonio político susceptible de guardar la memoria y la herencia de los asesinados y los desaparecidos. Es la capacidad representativa la que intenta transformar la lógica dominante que configura los marcos de lo visible y lo decible, convirtiendo la representación de las imágenes de la violencia en un dispositivo para visibilizar el horror y el dolor de la ausencia de los cuerpos. ¿Acaso el cuerpo no es precisamente aquello que resiste a la representación, lo real irrepresentable? El cuerpo es indisociable de su imagen; el cuerpo es siempre su propia imagen. Pero esa imagen se convierte en representación solo cuando se prescinde del cuerpo que la sustenta, cuando el cuerpo está ausente o cuando se priva al cuerpo de aquello que lo define como cuerpo subjetivo.

Es necesario también abordar el campo de la memoria, que es amplio e involucra procesos de la sociedad mediante protestas, manifestaciones e iniciativas estéticas. Fueron las familias quienes comenzaron a invertir la lógica represiva de las desapariciones. Cuando los perpetradores les decían que sus desparecidos estaban muertos, que dejaran de buscar, las madres respondieron con vehemencia: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”. Y cuando les han dicho que no tiene sentido buscar más, que mejor olviden, la respuesta ha sido: “Si estás en nuestra memoria, no estás muerto”.