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Torbellino de nuestras palabras: Prácticas de la educación autónoma zapatista

14.03.2023

por Natalia Arcos Salvo

Las artes zapatistas están cumpliendo la doble función de, por un lado, narrar su propia historia para el ejercicio de la memoria colectiva y por otra parte, hacer pedagogía sobre la praxis cotidiana actual de la autonomía.

Este texto es ante todo un recuento acotado de un período de aprendizaje presencial y de observación directa realizado en territorio zapatista durante varios años. Las voces que aquí surgen son de los propios compañeros.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), esa fuerza de hormiguitas que se distribuye por prácticamente la mitad del territorio del estado de Chiapas, al sur de México, se compone de seis grupos étnicos (tsotsiles, tzeltales, tojolabales, chol, mam y zoque). Allí, entre los paisajes de la fría alta montaña y las zonas calientes tropicales de las tierras bajas, el Movimiento ha ido desarrollando una ‘confederación de autonomías’1, bajo una estrategia progresiva que va desde la insurrección armada (1994) a los Acuerdos de San Andrés (1997) —donde aún se confía en la palabra del Gobierno de México—, hasta la formación de los Caracoles, centros administrativos donde se asienta el proceso autonómico actual del EZLN (del año 2003 en adelante).

Durante mis siete años de estadía en Chiapas (2013-2020), pude aproximarme al Movimiento Zapatista de diversas maneras. La primera de ellas fue a través de la Escuelita La Libertad según los Zapatistas. Esta iniciativa del EZLN surgió después de unos años de silencio mediático (entre 2008 y 2012), donde el Movimiento se mantuvo alejado de los medios de comunicación, sin realizar apariciones públicas, afirmando en sus territorios sus propios procesos de organización, administración y las áreas que configuran la autonomía zapatista: salud, justicia, educación, comunicaciones, agroecología, etc., ya sin la colaboración ni la intermediación de las ONG u otras redes solidarias internacionales2.

Así es como, ya entrado el año 2013, el EZLN sorprende invitando a miles de compañeros y compañeras de todo el mundo a la Escuelita La Libertad según los Zapatistas. Sería esta una experiencia pedagógica masiva, ejecutada de un modo práctico, físico, corporal, concreto, y por supuesto, desde el ‘sentipensar’3.

La Escuelita fue una iniciativa de los zapatistas para sembrar semillas4 de su propia experiencia creando la autonomía. Para esto, primero recopilaron testimonios colectivos de las bases de apoyo zapatistas en cada Caracol; esas compilaciones formaron los cuatro cuadernos de texto del primer grado del curso que se nos entregó a cada alumno. Luego, se movilizaron para recoger a los alumnos y alumnas llegadas a San Cristóbal de las Casas. Allí seríamos divididos en grupos de varios cientos y dirigidos a diversos Caracoles, donde recibiríamos una clase a auditorio lleno sobre cómo se construye, administra y organiza la autonomía zapatista. Después, volveríamos a ser divididos en grupos de cinco a ocho personas y trasladados a comunidades al interior de la selva o la montaña. Nos alojaron por varios días, durante los cuales se nos asignó tiempo para estudiar, trabajar el campo, compartir charlas, cocinar tortillas y beber posol. Combinamos vivencialmente teoría y práctica a través de un dispositivo educacional de generosas dimensiones estratégicas sin precedentes.

«Lo que estamos haciendo de la escuelita es muy grande para nosotros, es un avance para nosotros porque también ya conocimos a otros tipos de hermanos de diferentes países del mundo y también ya nos conocieron a nosotros como compañeros de nuestros pueblos y municipios. Ya entendieron cuál es la forma de gobernarnos, cuál es la forma de hacer la unidad entre compañeros y ya aprendieron también cómo es hacer el trabajo en colectivo».

Testimonio de Braulio, base de apoyo del Municipio Francisco Gómez, Caracol III La Garrucha- Rebeldía Zapatista, 2014: 26. [5]

El Gobierno Autónomo Zapatista tiene funciones, deberes, derechos y obligaciones en sus tres niveles: local, municipal y Junta de Buen Gobierno (JBG). Una de estas es, por supuesto, la Educación primaria y secundaria.

Antes del levantamiento armado, los pueblos indígenas de Chiapas estaban en el olvido total: el Estado mexicano no proveía las mínimas condiciones de salud, educación o justicia. Ni siquiera hacía censos para saber cuántos niños nacían y morían de enfermedades curables. Así es que cuando los pueblos se levantaron en armas esa mágica madrugada del 1 de enero de 1994 y presentaron sus 13 demandas, entre esas estaba, por supuesto, la educación.

La educación primaria hoy en día se cumple dentro del Movimiento con una escuelita designada a los niños y niñas en cada comunidad, por pequeña y alejada que sea. En estas escuelas, los promotores y promotoras zapatistas de educación enseñan las siguientes materias: Matemática, Vida y medio ambiente, Lengua e Historia. A excepción de la primera, que es universal y objetiva, las demás fueron modificadas o creadas diferenciándose respecto a los contenidos que define la Secretaría de Educación Pública del gobierno de México, cuyas escuelas fuerzan a los indígenas a recibir clases exclusivamente en español6, profundizando la aculturación y las definiciones hegemónicas de raza/clase. En las escuelas zapatistas, los niños aprenden a ser bilingües y orgullosos de su lengua materna indígena. Entienden la historia desde la perspectiva de los pueblos y se instruyen del trabajo colectivo en el campo, pilar económico y social de la autonomía.

«Entonces nace la idea entre varios compañeros y luego se amplió la discusión y se vio entre todos la necesidad de iniciar una escuela. Es cierto que primero se pensó la secundaria. Qué locura tan grande, si el pueblo no tiene estudio, no sabe leer ni escribir, qué tontería empezar o hablar de escuela secundaria. Como quiera así se hizo, se pensó una escuela secundaria tomando todavía la idea de las escuelas oficiales, no pudiendo encontrar la mejor forma para decirlo y por eso se llamó secundaria. Fue algo chistoso cuando empezó así y luego… se pensó qué educación vamos a empezar. ¿Alfabetización? ¿Escuela más o menos que sea formal? ¿Primaria o qué?».

Testimonio de Abraham, integrante de la Junta de Buen Gobierno-Caracol II Oventik- Gobierno Autónomo II, cuaderno de texto, 2013. [7]

La educación secundaria se lleva a cabo en las sedes ubicadas en cada Caracol. Allí, los adolescentes zapatistas también practican deportes y bailes a medida que profundizan las materias. Sin embargo, los propios Subcomandantes Insurgentes Moisés y Galeano han afirmado que los jóvenes, nacidos en territorio rebelde años después del levantamiento (por lo tanto totalmente libres y empoderados), hoy exigen acceder a mayor formación académica. La universidad zapatista es todavía un sueño a largo plazo, pero la demanda de la juventud rebelde ha sido, de cierta forma, satisfecha a través de los Festivales de Arte, Cine, Danza, Ciencias y los Seminarios como El Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista, que los zapatistas han organizado desde 2016, permitiendo que artistas, intelectuales y científicos de todo el mundo compartan sus saberes con las bases de apoyo del EZLN, conviviendo con las creaciones artísticas e intervenciones de los propios zapatistas.

Me voy a detener ahora en el tercer núcleo de pedagogía rebelde que me interesa explorar: el Festival Comparte por la Humanidad.

Con dos versiones, una en 2016 y otra en 2017, el Comparte ha significado un despliegue de la pedagogía política que busca mostrar al mundo un antes, un durante y un después del zapatismo. Podemos entenderlo como una extensión de La Escuelita con los mismos objetivos pero desde una ventana a las disciplinas artísticas desarrolladas al interior de las comunidades base de apoyo zapatistas.

Esa pedagogía discursiva se emplaza en obras que además conllevan un relato cronológico/contextual. Esa línea temporal y narrativa de las artes desarrolla temáticas colectivas, autónomas y referidas a su propia historia de liberación.

Un primer eje aborda el pasado, representado principalmente por el teatro y la danza. En este espacio temático/temporal, se reflejan las cosmologías indígenas de los abuelos y los antepasados mayas, principalmente en danzas de carácter ritual para la agricultura, la lluvia y la fecundidad de la tierra, acompañados de música repetitiva y elementos naturales como hojas, maíz y fuego. También en esta circunscripción ubicamos las obras de teatro donde se relata la explotación colonial, latifundista y partidista. Con la participación de comunidades enteras, estas puestas en escena de larga duración (un promedio de 2 a 3 horas, con diálogos y escenas de tiempo real, es decir, análogas al tiempo del evento representado) detallan los abusos y atrocidades sufridas por los pueblos chiapanecos antes del zapatismo.

Danza zapatista: trabajo colectivo en la milpa. Festival Comparte por la Humanidad, Caracol II Oventik, agosto 2016. Foto: Natalia Arcos Salvo.

El segundo espacio temático/temporal es la línea que aborda el presente. Son aquellas creaciones destinadas a contarnos cómo se practica la autonomía, cómo deciden y laboran las JBG, los colectivos de trabajo, cómo se vive la resistencia diaria, cómo se forman los promotores de salud y educación, etc. Representando estos temas también mediante obras de teatro, donde se demuestra expresamente cada paso de los procesos autonomistas y se ejemplifica desde la venta de ganado hasta la instalación de las tiendas de productos, así como se satiriza a partidistas, paramilitares y medios de comunicación de paga.

En este conjunto también se incluyen las pinturas, disciplina que refleja los procederes del proyecto autonómico: escenas de trabajo colectivo se funden con imágenes de resistencia ante la presencia militar, en composiciones atiborradas dispuestas en el plano abierto, llenos de color e información visual. Estas pinturas realizadas en colectivo fueron presentadas micrófono en mano con una detallada descripción de cada escena y cada elemento. Destaca la frecuente representación de la ‘Hidra Capitalista’, concepto que se adhiere al vocabulario zapatista en años recientes y que ejemplifica al monstruo de mil cabezas del capitalismo salvaje.

En el orden del futuro, caben principalmente las alabanzas que se oyen en declamaciones de poemas sobre la autonomía zapatista inspirando al mundo. Estas presentaciones orales proyectan en la poesía los caminos de la autonomía global en base al esfuerzo del ser colectivo, la fuerza de las mujeres y el respeto por la Madre Tierra.

El arte zapatista (descolonizado, no elitista, no profesional, no mercantilizado, colectivo, anónimo, emancipador, estéticamente resistente y discursivamente integrado) es producto de una movilización de las masas campesinas organizadas que confirma la estructura profundamente política y poética a la vez que constituye al Zapatismo.

De esta manera, las artes zapatistas están cumpliendo la doble función de, por un lado, narrar su propia historia para el ejercicio de la memoria colectiva y por otra parte, hacer pedagogía sobre la praxis cotidiana actual de la autonomía. Ambos elementos se adhieren a la tradición cultural de los indígenas maya-descendientes y responden a la necesidad de resistencia a largo plazo de los pueblos, en el contexto sociopolítico contemporáneo de exterminio y explotación de seres humanos y no-humanos.