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El museo y el aula: espacios de experimentación y prácticas liberadoras

17.11.2023

por Elena Ketelsen González

Curadora, investigadora y docente, Elena Ketelsen González (San José, Costa Rica, 1990) ha centrado sus intereses en espacios transfronterizos y comunidades latinxs en los Estados Unidos, impulsando programas bilingües de mediación en museos, y proyectos colaborativos con artistas y comunidades.

Fue fundadora de La Salita, un proyecto curatorial dedicado a la investigación de artistas latinoamericanos trabajando desde Latinoamérica, el Caribe, y sus diásporas. Actualmente es curadora asociada en MoMA PS1.

Lower East Side Girls Club interns painting garden shed at Queensbridge with artist Nani Chacon in the summer of 2021. Photo by Eliot Engelmaier.

Educación

Formación

Llegué a la curaduría después de haber sido profesora en escuelas públicas en Nueva York por cuatro años, aunque en la universidad fue cuando empecé a pensar en museos e instituciones como lugares en los que pudiera trabajar. Durante mis estudios universitarios, trabajaba en la galería de mi universidad y fue ahí donde me enamoré de todo lo que era montar exhibiciones, escribir textos, y trabajar con artistas. Mis estudios eran en filosofía, con un enfoque en teoría crítica. Al trabajar con estudiantes en Nueva York me di cuenta de que el salón de aprendizaje y el museo tenían mucho en común, y que ambos podían ser espacios liberadores.

Después de ser profesora, trabajé un par de años freelance en varios museos, hasta llegar al Museo Whitney, donde trabajé en educación enfocándome en estrategias bilingües y establecí un programa llamado ‘tours para familias migrantes’. A la vez, sentía que dentro del discurso del “arte estadounidense” se quedaban afuera artistas que habitaban espacios transfronterizos, así como yo, creciendo entre Costa Rica y California. Quise formar un espacio donde pudiéramos ser libremente nosotros, teorizar nuestras propias prácticas, y no tener que code switch.

Así nació La Salita, un espacio de exhibiciones y programas en mi apartamento. Hicimos varias exhibiciones, programas, y por supuesto, algunos perreos también. Ahora trabajo de curadora asistente en MoMA PS1 y traigo todo lo que he aprendido en esos espacios a mi trabajo actual, igual pensando cómo PS1 —un museo contemporáneo ubicado en un antiguo edificio escolar— puede también ser un espacio de experimentación y prácticas liberadoras.

Henna en la apertura de Malikah. Foto: Sandy Ismail.

Enseñanza

Las estrategias que más utilizo como curadora jamás las habría aprendido en un programa formal de curaduría. Siendo profesora aprendí realmente lo que era colaborar con estudiantes, colegas, familias, y otras organizaciones. También en ese espacio fue donde entendí el valor de mi experiencia como migrante y como alguien que viene de la clase trabajadora. De repente, todas esas horas que pasé traduciendo documentos a mi mamá, siendo una niña, y aprendiendo sobre luchas laborales y sociopolíticas con mi papá, se convirtieron en logros y parte clave de mi formación profesional. Durante esos años en el salón aprendí mucho sobre prácticas interseccionales y cómo a través de la pedagogía se podían transformar realidades políticas y materiales.

Al comenzar a trabajar en museos en NYC, rápidamente vi que los modelos educativos que utilizaban eran muy cercanos a lo que Paulo Freire llamaba el “método bancario”. Estudiantes, especialmente estudiantes migrantes, o pobres, o no blancos, llegaban al museo a ser educados en el canon occidental, y a salir del museo más “civilizados” de lo que entraban. Hacían tours o talleres que tenían objetivos puntuales, y no se tomaba en cuenta sus experiencias ni lo que los estudiantes le podían enseñar a la institución. La meta siempre era transformar a los estudiantes, cuando yo lo que quería era transformar la institución.

Ahora en PS1 manejo un espacio comunitario llamado Homeroom en donde colaboro con artistas, activistas y organizaciones para hacer proyectos que ellos mismos proponen. En ese espacio, mi rol curatorial es más uno de establecer enlaces y ayudarles a realizar sus ideas, entendiendo cómo la institución puede utilizar y subvertir sus recursos y alcance para lograr proyectos que no serían posibles sin esa infraestructura. Muchas veces es una práctica más de desaprender que de aprender, y ese proceso termina siendo tanto parte de la obra como la exhibición final.

Aprendizaje

En general, creo que todo lo que viví al crecer entre Costa Rica y California me ha impactado tremendamente y me ha ayudado a entender los matices que informan mi práctica curatorial. Trabajando desde los Estados Unidos he notado que hay una insistencia en formar categorías e implementar pensamientos muy binarios dentro de las instituciones. Por ejemplo, ahora está muy en tendencia el discurso del “Sur global” y el “Norte global”, pero quienes crecimos afectados por las políticas y oligarquías de nuestros países natales, para luego sufrir esas mismas dinámicas y consecuencias en los Estados Unidos, sabemos que esas divisiones no existen. El enemigo perfecto no existe. Recientemente invitamos a la socióloga boliviana-aymara Silvia Rivera Cusicanqui a MoMA PS1, y al finalizar su charla comentó: “estamos en proceso de construir alianzas posnacionales, feministas, transgénero, transidentiarias”. Ese discurso transfronterizo e interseccional es uno que me alienta mucho, y ese es el espacio que deseo habitar con mi trabajo.

Procesos

Inicios

En general, muchos de mis proyectos surgen de relaciones y conexiones que comienzan de forma muy orgánica y que son de largo plazo. Algunas organizaciones con las que trabajo las conozco desde que fui profesora en Nueva York, como por ejemplo, Make the Road, una organización de justicia migrante. Con ellos trabajé de profesora cuando mis estudiantes necesitaban servicios legales, luego de nuevo en el Whitney cuando estaba haciendo tours en español, y ahora en PS1 donde hicimos una exhibición juntos con Nuevayorkinos, un archivo digital creado por Djali Brown-Cepeda y Ricardo Castañeda. Ahora sigo colaborando con Make the Road y sus miembros ahora vienen siempre al museo para ver exhibiciones, tener reuniones, o simplemente compartir.

Vista de la instalación 'Breath Maps', una exhibición de trabajos de Cassandra Mayela y Basie Allen en el estudio de su casa, organizado por La Salita. Cortesía: Elena Ketelsen.

Lo mismo pasa con exhibiciones individuales. A lo largo de mi carrera he conocido a muchos artistas viviendo en Nueva York, a través de la comunidad de La Salita y también en viajes de investigación. Al momento de trabajar con algún artista pienso mucho en el porqué: ¿qué está diciendo este artista con su obra y por qué es importante en este momento? También siempre pienso mucho en el contexto de PS1, tanto el espacio arquitectónico como la historia institucional y las exhibiciones que ha habido en el museo. Por ejemplo, ahora estoy trabajando con Leslie Martínez, y estoy pensando mucho en su obra dentro de un linaje de la pintura que se ha mostrado en PS1. Luego está siempre muy presente el contexto de Queens, un lugar donde se hablan más de 400 idiomas y hay migrantes de todo el mundo; además de ser un territorio originalmente canarsie que fue ocupado, industrializado y luego gentrificado. Es importante para mí entender todos estos contextos y pensar sobre cómo presentar la obra dentro de ellos. No se trata necesariamente de responder a estos contextos, sino entender cuáles son las conversaciones que pueden surgir a través de ellas, y cómo presentarlo al público.

Cuestionamientos

Al principio me asustaba mucho cometer errores, porque sentía que tenía que moverme siempre con total certeza. Ahora entiendo que la duda y el error son partes muy provechosas de mi proceso curatorial, sobre todo en los Estados Unidos, donde el acto de dudar es importante, porque va en contra de los discursos hegemónicos de la historia del arte en este país, donde a partir de esa certeza fabricada por una mirada capitalista, nacionalista y patriarcal se han dejado a muchos afuera. Al dudar y cuestionar podemos desarrollar nuevas metodologías capaces de abrazar a muchos más.

Un texto muy referente para mí sobre estos procesos ha sido Gestionar la duda: ensayos sobre una ficción operativa (2022), publicado por María Paola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac y Paula Piedra con TEOR/éTica. Es un libro que dialoga con Virginia Pérez-Ratton y su cuestionamiento de Centroamérica como una región —una ficción operativa— que se puede definir más por la intuición y la duda que por fronteras o una definición homogénea de la región y sus prácticas. En fin, plantea más dudas y cuestionamientos que respuestas, y de ahí surgen discursos muy ricos y amplios.

Diálogos

Todos mis proyectos son muy colaborativos, y hay personas involucradas desde el comienzo de una idea hasta el final. Tengo mentores, colegas y amigues con quienes puedo discutir ideas, y ese proceso de pensar y repensar puede tomar varios meses o años, dependiendo del proyecto. En cuanto al proceso curatorial, he adoptado procesos abolicionistas para colaborar y buscar consenso con los artistas, activistas y organizaciones con quienes trabajo. Especialmente cuando trabajo con colectivos es primordial que haya varios momentos de conexión, sea en persona, por Zoom, o incluso en grupos de WhatsApp. Esas conversaciones son constantes y hay mucha comunicación. También aprecio mucho los momentos informales, donde compartimos un café o un almuerzo. Es fácil perdernos en logística y producción y olvidarnos de que somos personas compartiendo ideas y deseos; hay mucha vulnerabilidad en eso y es importante desacelerar.

Proyectos

Tengo varios proyectos que estoy manejando a la vez. En noviembre abriré en MoMA PS1 una presentación individual con Leslie Martínez. Esta exhibición es muy importante para mí porque estamos viviendo un momento sumamente politizado en los Estados Unidos, donde la sociedad y sus instituciones se sienten cada vez más conservadoras, y en estados como Florida, Texas, y más, están ganando favor legislaciones fascistas. Leslie abarca todo esto a través de la abstracción, lo cual es un gesto poderoso ante estas retóricas que buscan allanar existencias bajo términos, categorías, o imágenes fáciles de entender. Estoy pensando mucho sobre cómo la abstracción puede ser una forma de rechazar estos discursos esencialistas y reductivistas, y la necesidad de sentir alegría y crear futuros alternos juntxs.