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Reis Malunguinho: En el mato solo hay uno

06.08.2023

por Ariana Nuala

Leia este artigo em português aqui.

El esfuerzo de darle una cara a alguien es un movimiento sin fin, una acción que no se agota, porque ese hombre representado sería un vislumbre del retrato de ese rey que no circula en un solo cuerpo y emite ecos.

Intentan darle una cara al rey. En sus gestualidades, cantan-pintan-diseñan-esbozan el contorno de un hombre negro de mediana edad, con algunas cicatrices aparentes a lo largo de un cuerpo atento y preparado para la guerra. El esfuerzo de darle una cara a alguien es un movimiento sin fin, una acción que no se agota, porque ese hombre representado sería un vislumbre del retrato de ese rey que no circula en un solo cuerpo y emite ecos. Su título de REY es entonado en plural, un REIS (Reyes). Su presencia declara a las personas bien atentas su esencia que está imbricada en la multiplicidad. Su creación, la creación de su título, se da en la perspectiva de malungos, compañeros, un fuerte lazo construido dentro de las embarcaciones que violaron y subyugaron las vidas de varios grupos como bakongos, kimbundus, yorubás, entre otros.

Los Reyes de los cuales estamos hablando, luchan para que su pueblo pueda pasar, abren veredas en sus caminos, construyen alambres de púa para los enemigos y festejan bebiendo cachaza; sus prácticas en común son las mismas cultivadas por su comunidad, el quilombo al cual pertenecen. De esta manera, los Reyes podían también ser grandes reinas, al final, las personas llamadas malungo eran quienes sembraban ese fuerte lazo.

Hay una importancia de la representación de ese Reyes, el Reis Malunguinho como una figura histórica importante en la lucha contra-colonial en la mitad del siglo XIX. Su retrato, que viene siendo reproducido, llega de habladurías que surgieron durante el período imperial: la corona, que cazaba esa figura por los infortunios que su poder de articulación le generaba, la describió con el fin de capturarla por 100 contos de reales1. Sin embargo, su lado desconocido era tan raro que ni siquiera quienes lo perseguían lo conocían.

Por ignorancia de la blanquitud, vemos el apego a una única imagen. Fueron engañados por la estrategia de los pueblos que integraban el quilombo; no percibieron que el Quilombo de Catucá, el mato sagrado, no era liderado solamente por un cuerpo, sino que era levantado por la trama de tantos malungos. El kimbundu daría origen al término malungo, que con todo el proceso colonizador recibiría el sufijo -inho2 que, en la lengua portuguesa, tiene un valor semántico que puede ser asociado a un valor diminutivo, a veces también con valor peyorativo o atenuando adjetivos negativos; algunas veces, demostrando sarcasmo, otras, expresando precisión. También aparece como lugar de delicadeza e, inclusive, de manera afectuosa.

El Reis Malunguinho, escrito así en plural, hace mención a todos aquellos que fueron Malunguinhos en vida: líderes de Quilombo do Catucá que se “encantaron” y hoy son espíritus que actúan en defensa de los pueblos que refuerzan su no-muerte, al practicar sus cultos en el catimbó —religiosidad de origen indígena que de forma porosa incorporó trazos de cultos afro-religiosos (ej: quimbanda)—. Catimbó es una unión de Ka’a = mato y Timbó = vapor blanco; el término también puede relacionarse al acto de fumar pipa, hacer humo.

Un quilombo tan fuerte que serpenteaba el suburbio de la ciudad de Recife en Pernambuco, creciendo entre las aguas de los ríos Capibaribe y Beberibe, cortando ingenios y adentrándose en el mato que abrazaba un territorio de otro estado brasilero, Paraíba, más específicamente, la ciudad de Alhandra, donde hasta hoy es posible encontrar resquicios del paso de maestros y maestras catimbozeiros.

Sería un absurdo seguir representando al Reis Malunguinho como un cuerpo único. Su pulsión se siente en el eco de muchos y vuelve imposible la captura de su imagen. La representación de un líder, así como sucedió con Zumbi de los Palmares, podría servir a Malunguinho como figura política e histórica; sin embargo, su culto activo solo refleja aún más su andanza que abarca distintas personificaciones e identidades.

Existe entonces un desdoblamiento inmensurable de su cuerpo-prisma, donde su reflejo es asociado a una no centralidad, pero sí potencializa el devenir malungo, que es el reconocimiento de que Malunguinho también soy yo.

Protectores de la llave de las siete ciudades, los Malunguinhos hacen eco en el mato y atraviesan los portales al balancear del viento. ¿Cómo puede, entonces, la imagen traducirlo?

Aquí nada se enseña, pero todo se aprende

"Al lado de cada cosa que existe y puede ser vista, siempre hay otra cosa que no se ve, pero está presente". Este fragmento, tomado de un texto del curador nigeriano Okwui Enzewor, clarifica una idea presente en la cultura igbo acerca de los objetos, donde lo invisible y lo performático se vuelven en alguna esfera más importantes que lo que se ve.

Pido permiso para caminar con esa idea igbo para que podamos reflexionar sobre el acto de retratar, sobre ese gesto que permea la blanca historia del arte, que al servir a una élite europea en el período del Renacimiento, ayudó a envanecer de manera narcisista al ser humano y le otorgó destaque al individuo, buscando inmortalizarlo.

Entre los siglos XIV y XVI, la perpetuación del Humanismo —la entidad que valorizó determinados cuerpos y sobrevalorizó otros al dictar la diferencia como principal método de juicio— fue construida utilizando el retrato como uno de sus mecanismos de manutención. De modo que reyes y reinas eran remodelados a través de los pinceles de artistas renacentistas con todas las licencias poéticas permitidas; es decir, eran recreadas narrativas que privilegiaban el eurocentrismo delante de la creación de imágenes icónicas que intentaban mostrar una realidad inventada, dejando afuera a todos los que eran considerados bestiales.

No sería tan simple deshacer esas herencias, siendo imposible que un malungo del Quilombo de Catucá, en el siglo XIX, tuviera su rostro pintado o su busto esculpido por algún artista. Es significativa, por lo tanto, la inquietud y pulsión de algunos artistas contemporáneos como Dalton Paula, que vive en la ciudad de Goiânia, lugar donde fomenta el quilombo-escuela Sertão Negro Atelier y Escuela de Artes. En el año 2020, Paula retrató al Reis Malunguinho como una serie de otras personalidades negras que fueron tragadas por una historia única, siendo retirados de una memoria oficial nacional brasilera.

Dalton Paula: "Malunguinho" (2020). Óleo y hoja de oro sobre tela, 61 x 45 cm. Foto: Joerg Lohse. Cortesía: Ariana Nuala.

Entre tonos azules que remiten a la tradición de la foto pintura, y hojas de oro como un símbolo de la realeza, Paula recrea los rostros de personas que tuvieron en sus vidas un movimiento huidizo como estrategia de sobrevivencia. Gente que no tuvo su imagen retratada mientras estuvo viva, sino historias que encuentran en Paula la posibilidad de aparición a través de lastres que se mezclan con fábulas y ficciones.

Siento que ese esfuerzo de Paula se aleja del retrato que fue común en el Renacimiento y que acompañó otros movimientos de la historia de las artes plásticas encontradas en libros clásicos de historia del arte. Paula disloca la creación de la imagen, no buscando repetir lo que ve con sus ojos sino reinventando —casi con ojos que miran hacia adentro— las referencias de imágenes para componer su pintura, trayendo de otros lugares, tal vez invisibles, elementos que componen su proceso, pero que pueden, inclusive, extrapolar los límites de su propia realización en cuanto artista.

Asimismo, podemos pasear los ojos por otro ejercicio realizado por la artista paulista Micaela Cyrino, que en el año 2020 fue invitada a retratar al Reis Malunguinho para la Enciclopedia Negra (2021), exposición que aconteció en la Pinacoteca de São Paulo y que, juntamente con la publicación del libro Enciclopedia Negra: biografías afro-brasileras (2021), retrató diversos protagonistas negros y negras que recorrieron algunos territorios brasileros a través de términos y comisiones visuales proyectados por algunos artistas, entre ellos Cyrino.

Micaela Cyrino: "São Paulo" (2020). Acrílico sobre tela. Foto: Enciclópedia negra. Cortesía: Ariana Nuala.

Cyrino pinta una persona negra de piel oscura, con un collar atravesado en su tronco, cuyo material está hecho de cuentas en colores verde, rojo, blanco y negro, con una estrella de siete puntas. Su rostro, sin emabargo, lo cubre con un cuadrado de tono vibrante amarillo, que casi se mezcla con el mar dorado que llena el fondo de la pintura.

La artista retira el rostro del Reis Malunguinho en un gesto que mantiene el misterio de la identidad, abriendo caminos al derecho a la opacidad, al contrario de creer que el acto de la reparación sería la revelación de la ausencia de su rostro. De esta manera, Cyrino nos da pistas, aunque no nos deja en una única presencia. Casi como un sombrero que cubre nuestras cabezas de fuertes rayos de sol y también esconde la mirada cuando se hace necesario, Cyrino no permite, entonces, que todos los ojos se crucen con la mirada del Reis.

Signos y sistemas, visión y experimentación

Diversos artistas han construido caminos fuera de una literalidad esperada, e, inclusive, imposible de lo que sería darle un rostro a Malunguinho. Su imagen en los terreros de jurema, muchas veces edificadas a través del yeso —material que reproduce diversas imágenes en diferentes religiosidades—, es vista muchas veces en forma de un niño negro desnudo con los brazos rodeando sus piernas, así como también exhibiendo una forma de joven adulto que lleva un collar con dientes de algún animal y otro con plumas. La figura aparece vestida con pantalones y lleva una pequeña cartera y un cuchillo y, generalmente, la llaman Malunguinho Caboclo. Tenemos también la imagen de Malunguinho Rei, que presenta una imagen de un hombre negro con ropas más pomposas, generalmente en rojo y amarillo, y presenta una corona en la cabeza.

Estas son las imágenes más comunes en los mercados públicos, espacios que venden esas imágenes, y que son regalos principalmente en Pernambuco. Ese imaginario nos ayuda a percibir cómo más allá de lo que se sabe por los practicantes de jurema, hay también algo indecible que no es oído, sino sentido. Así, estas imágenes no son lo que es Malunguinho, pero continúan siendo ejercicios que mezclan también la ficción; no aquí como algo falso, sino como algo que amplía o limita capas.

Este hecho nos enseña a entender la complejidad de la creación narrativa de quien hizo y hace estas imágenes, atravesando también los procesos artísticos y dejándonos en una dimensión de no finitud, aunque tampoco infinita, porque está unida a conocimientos y saberes cultivados dentro de esta cosmología de jurema. Hay un interés creciente en signos y sistemas, lenguaje y simbología, subjetividad en vez de representación, visión en vez de mirada y experimentación entre textos e imágenes.

Caminamos con Paula y Cyrino, y ahora me gustaría mostrar a algunas otras personas del arte que están geográficamente más próximas del imaginario sobre la jurema sagrada en su territorio. Natália Ferreira, o simplemente Nathê, es grafitera y educadora social, habitante de Jaboatão dos Guararapes; ella viene trayendo la presencia de mujeres negras en sus grafitis. La artista, al pintar sobre una idea de protección que no se limita a los cuidados de los vivos, trae apenas el símbolo de la cuenta —elemento usado por los juremeros— como la encarnación de Malunguinho, en un grafiti de 158m² pintado en el Túnel Josué de Castro, en la ciudad de Recife, titulado Corporificação de Malunguinho Menino (2023). Así también, la artista multimedia biarritzzz trae en su álbum musical Eu não sou afrofuturista (2020) pasajes de enseñanzas presentes en religiosidades de matrices indígenas y africanas, pero sin permitir que su proceso artístico caiga en la demanda por una transparencia y literalidad.

Donde debe estar
La casa para vivir
En el mato
De los entes perdidos
Donde debe estar
La casa para vivir
En el mato de los entes perdidos
Mis dientes caídos
Debajo de donde yo piso
Debajo de donde yo piso

(Fragmento de la canción “Escorrendo céu pela canela” del álbum Eu não sou afrofuturista, 2020.)

Por último, traigo al artista Bozó Bacamarte, nacido en la ciudad de Recife. Bacamarte creció entre varios barrios, y entre ellos en Bomba de Hemetério, una de las regiones de mayor concentración de terreros de candomblé y también conocida por ser base de Maracatu Nação Elefante y por la Orquesta Popular de la Bomba de Hemetério. En Permanência (2023), el artista articula un paisaje ficcional circundado por símbolos y figuras que se encuentran en la cosmovisión de una de las caras de jurema. En la mesa vemos tres imágenes que representan a entidades antiguas como el Maestro Galo Preto, el Maestro Zé Pelintra y Malunguinho Caboclo. Así como platos y copas, acompañan los asentamientos de algunas entidades, piedras u okutás posicionadas encima de la casa: que son espacios de las entidades como el propio Malunguinho, los maracás —de donde la música del mundo puede ser escuchada—, la preaca como marcador de caza, el cruce como lugar sagrado y de confluencia entre los saberes maestros.

En este caso, la presencia en la pintura de Bacamarte está compuesta por seres/entidades o, simplemente, personas, como la vegetación puede ser tan solo botánica figurada, sin embargo, para algunas personas remite a las plantas utilizadas en los rituales de jurema sagrada. Diferenciándose de las otras pinturas del artista, esta obra trae elementos simbólicos de un ritual, pero fabuladas como un pasaje entre mundos y enseñanzas. Vuelvo a preguntar, entonces, ¿puede la imagen traducirlos?