Hay una importancia de la representación de ese Reyes, el Reis Malunguinho como una figura histórica importante en la lucha contra-colonial en la mitad del siglo XIX. Su retrato, que viene siendo reproducido, llega de habladurías que surgieron durante el período imperial: la corona, que cazaba esa figura por los infortunios que su poder de articulación le generaba, la describió con el fin de capturarla por 100 contos de reales1. Sin embargo, su lado desconocido era tan raro que ni siquiera quienes lo perseguían lo conocían.
Por ignorancia de la blanquitud, vemos el apego a una única imagen. Fueron engañados por la estrategia de los pueblos que integraban el quilombo; no percibieron que el Quilombo de Catucá, el mato sagrado, no era liderado solamente por un cuerpo, sino que era levantado por la trama de tantos malungos. El kimbundu daría origen al término malungo, que con todo el proceso colonizador recibiría el sufijo -inho2 que, en la lengua portuguesa, tiene un valor semántico que puede ser asociado a un valor diminutivo, a veces también con valor peyorativo o atenuando adjetivos negativos; algunas veces, demostrando sarcasmo, otras, expresando precisión. También aparece como lugar de delicadeza e, inclusive, de manera afectuosa.
El Reis Malunguinho, escrito así en plural, hace mención a todos aquellos que fueron Malunguinhos en vida: líderes de Quilombo do Catucá que se “encantaron” y hoy son espíritus que actúan en defensa de los pueblos que refuerzan su no-muerte, al practicar sus cultos en el catimbó —religiosidad de origen indígena que de forma porosa incorporó trazos de cultos afro-religiosos (ej: quimbanda)—. Catimbó es una unión de Ka’a = mato y Timbó = vapor blanco; el término también puede relacionarse al acto de fumar pipa, hacer humo.
Un quilombo tan fuerte que serpenteaba el suburbio de la ciudad de Recife en Pernambuco, creciendo entre las aguas de los ríos Capibaribe y Beberibe, cortando ingenios y adentrándose en el mato que abrazaba un territorio de otro estado brasilero, Paraíba, más específicamente, la ciudad de Alhandra, donde hasta hoy es posible encontrar resquicios del paso de maestros y maestras catimbozeiros.
Sería un absurdo seguir representando al Reis Malunguinho como un cuerpo único. Su pulsión se siente en el eco de muchos y vuelve imposible la captura de su imagen. La representación de un líder, así como sucedió con Zumbi de los Palmares, podría servir a Malunguinho como figura política e histórica; sin embargo, su culto activo solo refleja aún más su andanza que abarca distintas personificaciones e identidades.
Existe entonces un desdoblamiento inmensurable de su cuerpo-prisma, donde su reflejo es asociado a una no centralidad, pero sí potencializa el devenir malungo, que es el reconocimiento de que Malunguinho también soy yo.