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Ana Victoria Jiménez

¿No escuchas el rumor del futuro? Archivos que pulsan desaprender

16.03.2024

por Andrea Ancira García

El AAVJ no solo articula la militancia, el interés por la fotografía, la edición y la performance de Ana Victoria Jiménez sino también documenta amplias redes de colaboración de activistas y artistas visuales de las que formó parte [...] incluyendo grupos de mujeres que no se autodenominaban feministas o incluso rechazaban dicha categoría.

El feminismo es una forma de indignación creativa y plural. Es un lugar desde donde accionar no solo en relación con un pasado, sino hacia algo que quizás aún tiene que articularse o que todavía no es. Pese a la razón ilustrada que lo asedia, es una política contingente, que permite interrogar las categorías que lo constituyen y crear lenguajes con los cuales responder al dolor que producen las distintas formas de poder e injusticia. Es, también, una forma de leer y aprender de dicho dolor y orientarlo hacia diversas formas de resistencia política colectiva1. Nos (con)mueve, nos instiga a movilizarnos, a aliarnos, a conspirar, a escuchar y a organizarnos con otrxs. Pero este proceso de politización y concientización crítica del dolor no es inmediato, se aprende. Depende de actos de traducción que nos permitan comprender cómo las normas de género regulan los cuerpos y los espacios, y cómo la violencia de género está imbricada2 con otras formas de poder, incluyendo la raza, la clase social y la sexualidad. ¿Cómo interviene un archivo como el de Ana Victoria Jiménez en estos procesos situados de (des)aprendizaje?

¡Llegó la hora de un despertar de las mujeres!
Queremos ser dueñas de nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Exigimos aborto libre y gratuito.
Aborto libre para no morir.
No somos mercancía.
Ni objeto decorativo ni sufrida madre abnegada.
Destruyamos la sociedad machista que denigra a las mujeres incitándolas a competir.
Miss Revolución. Nuevo concepto de belleza.
El tiempo de trabajo doméstico ES tiempo y ES trabajo.
En el desarrollo y en el subdesarrollo el machismo impera por igual.
Derecho a casa propia.
Por un feminismo combativo, nacional y popular.
Mujer ¿no escuchas el rumor del futuro?

Intervención del Movimiento Nacional de Mujeres (MNM) en el Monumento a la Madre de la Ciudad de México, 1976.

Archivo Ana Victoria Jiménez. Cortesía: Ana Victoria Jiménez.

Las frases anteriores se leen en las pancartas que aparecen en algunas de las imágenes del Archivo Ana Victoria Jiménez (AAVJ). Organizado en seis secciones, este acervo cuenta con 4.250 registros documentales, 250 carteles, 300 folletos y programas, 100 ejemplares de revistas y periódicos, 3.319 fotografías y 550 libros. Luego de que Ana Victoria Jiménez (Ciudad de México, 1941) lo donara en 2011 a través del Proyecto Memora3, este archivo forma parte de los Acervos Históricos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana. El AAVJ no solo articula la militancia, el interés por la fotografía, la edición y la performance de Ana Victoria Jiménez sino también documenta amplias redes de colaboración de activistas y artistas visuales de las que formó parte entre los años sesenta y noventa, incluyendo grupos de mujeres que no se autodenominaban feministas o incluso rechazaban dicha categoría. 

Ana Victoria dice nunca haber tenido la intención de crear un archivo, lo cual invita a imaginar lo que la pudo haber motivado a ensamblar esta colección. Más que una pulsión nostálgica, parecería que fue su propia militancia: “un feminismo pensado y vivido en la cotidianidad”4. Y es que el gesto de registrar y documentar un movimiento que sacude formas de vida impuestas y que exige un cambio en las estructuras que menoscaban la posibilidad de que las mujeres se instituyan como sujetos de derechos, es una intervención política en sí misma, pues dichos registros conforman regímenes de visualidad alternativos que cuestionan los estereotipos de género y reivindican los derechos laborales y de reproducción sexual de las mujeres y, al hacerlo, impugnan las representaciones normativas del cuerpo femenino, tanto en el plano estético como en el político5.

Contornos de memoria y lucha política

Tras afiliarse a la Liga Juvenil Comunista de la Ciudad de México, Ana Victoria Jiménez participó en la creación de la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas (UNMM)6. Durante los años setenta, colaboró en diversos colectivos y organizaciones feministas como Mujeres en Acción Solidaria (MAS)7, el Movimiento Nacional de Mujeres (MNM)8, la Coalición de Mujeres Feministas (CMF)9, y el Frente Nacional por La Liberación y Los Derechos de Las Mujeres (FNLIDM)10.

Como integrante de estas organizaciones, Ana Victoria documentó distintos eventos y acciones. Entre ellos, las acciones convocadas por el MAS con motivo de las celebraciones del Día de la Madre (1971) y del Día del Padre (1972), cuyo propósito fue denunciar la desigualdad de los roles de género en el núcleo familiar, la manipulación de los medios de comunicación y la cosificación de las mujeres.

En esta misma línea, en el marco de las actividades del certamen Miss México (1978), documentó la protesta frente al Auditorio Nacional organizada por la CMF en contra de los cánones de belleza impuestos por el sistema patriarcal y capitalista. También se pueden encontrar fotografías del evento convocado por el MNM con motivo del Día de la Madre (1976), en el que, desde una perspectiva legalista, se denuncian los privilegios que los hombres gozan en el Código Civil Federal, específicamente en el artículo 382 que trata sobre el reconocimiento de la paternidad fuera del matrimonio11. Sobre el tema del aborto, destacan imágenes en las que denuncia la muerte de miles de mujeres a causa de los abortos mal practicados, a la vez que se exige el acceso libre y gratuito a este procedimiento y su despenalización12.

Los registros documentales de este archivo no solo incluyen iniciativas en las que Ana Victoria participó activamente. De hecho, quienes lo han consultado, han constatado el amplio abanico de grupos de mujeres que abarca: grupos sindicalizados, movimientos de base, urbanos e indígenas, y disidencias sexuales. La diversidad de esta colección habla de una pluralidad de luchas que, desde distintas perspectivas ideológicas y posicionamientos respecto al feminismo, tocan y tejen experiencias de dolor que constituyeron coaliciones amplias encauzadas a transformar las estructuras que socavan el reconocimiento de la humanidad de las mujeres.

Tramas e imbricaciones

En paralelo a la militancia, Ana Victoria se vinculó con creadoras y grupos como los colectivos Cine-Mujer13 (1975-81) y Tlacuilas y Retrateras (1983-85). Con el primero, colaboró como fotógrafa fija e investigadora en dos películas dirigidas por Rosa Martha Fernández: la ganadora del Ariel Cosas de mujeres (1975-78) y Rompiendo el silencio (1979). En estas películas, el cuerpo femenino aparece vulnerable, expuesto, grotesco, pero también políticamente activo. A través de estrategias cinematográficas documentales y de ficción, estos filmes operan como registros de un archivo potencial de reivindicaciones feministas, condiciones de vida de las mujeres y modos alternativos de representarlas14.

La colaboración con el colectivo Cine-Mujer y su mayor implicación en la comunidad artística provocaron que, a partir de 1978, el interés de Jiménez por la fotografía adquiriera un tono más poético. Por ejemplo, Cuaderno de tareas (1978-81), es una agenda que Ana Victoria creó en el marco de su colaboración con Atabal, un colectivo dedicado a la lucha por los derechos de las trabajadoras domésticas. En ese mismo periodo, participó en Traducciones: Un diálogo internacional de mujeres artistas (1979)15, y co-organizó la performance International Dinner Party (1979) de Suzanne Lacy y Linda Pruess en homenaje a Adelina Zendejas, Amalia Castillo Ledón, Elvira Trueba y Concha Michel, referentes destacados, según Jiménez, en el movimiento feminista en México16.

En 1984, Ana Victoria Jiménez, Consuelo Almeida, Karen Cordero, Lorena Loaiza, Patricia Torres y Elizabeth Valenzuela crearon el colectivo Tlacuilas y Retrateras. Este grupo feminista se propuso analizar las condiciones de trabajo de lxs artistas mexicanxs y promover el arte como herramienta de concienciación política17. En la polémica performance La fiesta de quince años (1984), que tuvo lugar en la Escuela San Carlos, el colectivo buscaba reflexionar en torno a esta fiesta popular que suele marcar el tránsito de la niñez a la vida adulta de las mujeres. Además de  participar en la organización de la fiesta, Jiménez presentó El juego de la sirena. Tratando de romper el círculo sin fin (1984)18 un juego de mesa que muestra el “destino” de las mujeres en la sociedad mexicana como un camino inevitablemente marcado por tradiciones reaccionarias, arquetipos femeninos y relaciones violentas. No obstante, mediante figuras retóricas como la sátira y la ironía, esta pieza abre un espacio para imaginar rituales, celebraciones y vínculos afectivos que pudieran trazar otros caminos posibles para las mujeres.

Pedagogías del archivo

El AAVJ abarca diversas facetas del movimiento de mujeres, incluso aquellas que disentían entre ellas y que aún hoy marcan las diferentes posturas de los feminismos. La pedagogía de este archivo revela que aunque el nodo central de acción política de algunos grupos de mujeres no era el feminismo, persistía una voluntad y urgencia de articular y tejer alianzas. Por ejemplo, hay registros de agrupaciones que se posicionaban a favor del aborto, el lesbianismo y el trabajo sexual y también de aquellas que se posicionaban en contra; o aquellas que veían el camino de la legalidad como una vía factible para combatir la explotación y violencia que padecían las mujeres y aquellas que no; las que mantenían una postura separatista en relación a la participación de los hombres en la lucha feminista y aquellas que planteaban la necesidad de crear puentes con estos; o las que veían el arte como una herramienta de transformación social y las que lo veían como un aparto burgués, desvinculado de las luchas de la clase trabajadora. 

Ejemplos concretos de ello en el archivo son los registros de las actividades de la Unión Nacional de Mujeres, encauzadas en la lucha de las mujeres de clase trabajadora o la intervención de Domitila Barrios durante la Conferencia Internacional de la Mujer (1971) en la que nombra las violencias que padecen las esposas de los mineros en Bolivia, una problemática que no era parte de la agenda de la conferencia celebrada en la Ciudad de México, cuyas asistentes fueron principalmente mujeres blancas o mestizas de clase media. El feminismo descolonial ha mostrado cómo esa vertiente del feminismo (blanco y eurocentrado) ha invisibilizado y marginado sistemáticamente las experiencias, demandas y reivindicaciones de las mujeres racializadas, migrantes y en situación de pobreza19.

Este entramado de iniciativas esclarece y complejiza las historias del movimiento feminista en la Ciudad de México. Pone en cuestión los relatos del feminismo hegemónico sobre la igualdad de opresiones entre mujeres y, también, contrarresta la penumbra cognitiva desde la cual se concibe el feminismo como un bloque unificado. Al atisbar la historia, motivaciones y estrategias de estos grupos, más que un bloque de lucha uniforme, el archivo revela tramas colectivas múltiples con iniciativas diversas de organización y resistencia, así como formas distintas de nombrar y posicionarse frente aquello contra lo que luchan. Esta falta de un objeto común o “universal” de indignación, más que un fracaso, es un indicio de la capacidad y el alcance del activismo feminista para moverse o convertirse en movimiento20. Es decir, de la potencia de accionar desde una heterogeneidad que le permita inscribir sus reivindicaciones en el flujo de la acción, tejiendo tramas colectivas desde la diferencia.

Este acervo es una infraestructura de memoria, y como tal, tiene la potencia de radicalizar nuestra relación con el pasado y transformar lo que vive y respira en el presente. En una ineludible conversación con el presente, nos recuerda que, aunque la indignación y la furia sean legítimas, habrá que seguir insistiendo mediante repertorios de lucha política que ya existen y otros por-venir.

El valor de sus materiales gravita en las historias potenciales que estos puedan abarcar, así como en la tenacidad con la que nos aproximemos a ellos para movilizar narrativas que fisuren o pongan en tensión los pactos de silencio, olvido e impunidad. Por ejemplo, una lectura descolonial de esta colección, invitaría a rastrear otros repertorios históricos de organización política de mujeres de la época que, al no estar cifradas en el paradigma occidental eurocentrado de la protesta/resistencia, suelen ser descartados por los llamados regímenes de autorización discursiva del feminismo hegemónico.

Cada activación, lectura, escucha e interpretación de este archivo es un acto que traduce el dolor y la indignación en conocimiento21. Es una posibilidad de expandir el campo de visión para leer el mundo y moverse desde la indignación hacia un mundo corporal diferente. Una oportunidad para pausar o titubear, para aprender a ver el mundo como algo que no tiene que ser así y rechazar lo que se da por sentado. Abrir afectivamente la historicidad, más que suspenderla, es quizás la forma más clara en la que este archivo nos enseña a desaprender.