Nosotras —Catalina, Mariela y Marga— nos unimos para trabajar en arte, educación y gestión en 2018, tras coincidir en un taller de herramientas de mediación artística impartido por Carmen Oviedo, de Pedagogías Invisibles. Nos movió una intuición compartida sobre cómo esta práctica del arte pensada como epistemología se correspondía con la forma en que nosotras ya abordábamos algunos aspectos de nuestras prácticas individuales. Fue un junte muy orgánico que eventualmente nos llevó a pensar en proyectos conjuntos, desde lo que entonces llamábamos arte-educación.
Nos movió la libertad y apertura que encontramos en esta práctica híbrida. Con el tiempo, hemos comprendido que también nos une la necesidad de construir colectivamente gestiones más cercanas, menos protocolarias e institucionales y más colectivas. Hacer una red entre nosotras fue un primer paso para pensar en construir redes con otras personas que hacen lo mismo en Costa Rica, nuestro país, y también en la región.
Encontramos en la hibridación y la interdisciplinariedad muchas fortalezas. Las tres hacemos cosas desde distintos lugares, funcionamos con lógicas distintas, pero compartimos intereses, deseos, micropolítica, posicionamientos y éticas de trabajo. Cuando esas cercanías y divergencias se juntan, cosas bonitas y poderosas suceden.