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La Ruidosa Oficina

La fiesta como espacio de reflexión

La Ruidosa Oficina es un colectivo de gestión y mediación artística y cultural radicado en Costa Rica, que propone dinámicas festivas de encuentro para el aprendizaje conjunto. Su naturaleza transdisciplinar parte de la singularidad de sus integrantes: Marga Sequeira, Catalina Tenorio y Mariela Richmond, abarcando intereses que van de la corporalidad, la danza, la sexualidad, teoría feminista, cinematografía, diseño gráfico y escenográfico, y la antropología social. Juntas, reflexionan y comparten experiencias sobre sus prácticas y recorrido.

Retrato de Mariela Richmond, Marga Sequeira y Catalina Tenorio. Cortesía: La Ruidosa Oficina.

Educación

Formación

Nosotras —Catalina, Mariela y Marga— nos unimos para trabajar en arte, educación y gestión en 2018, tras coincidir en un taller de herramientas de mediación artística impartido por Carmen Oviedo, de Pedagogías Invisibles. Nos movió una intuición compartida sobre cómo esta práctica del arte pensada como epistemología se correspondía con la forma en que nosotras ya abordábamos algunos aspectos de nuestras prácticas individuales. Fue un junte muy orgánico que eventualmente nos llevó a pensar en proyectos conjuntos, desde lo que entonces llamábamos arte-educación.

Nos movió la libertad y apertura que encontramos en esta práctica híbrida. Con el tiempo, hemos comprendido que también nos une la necesidad de construir colectivamente gestiones más cercanas, menos protocolarias e institucionales y más colectivas. Hacer una red entre nosotras fue un primer paso para pensar en construir redes con otras personas que hacen lo mismo en Costa Rica, nuestro país, y también en la región.

Encontramos en la hibridación y la interdisciplinariedad muchas fortalezas. Las tres hacemos cosas desde distintos lugares, funcionamos con lógicas distintas, pero compartimos intereses, deseos, micropolítica, posicionamientos y éticas de trabajo. Cuando esas cercanías y divergencias se juntan, cosas bonitas y poderosas suceden.

Enseñanza

Nuestras reflexiones abordan temas relacionados con espacios colectivos y procesos de enseñanza-aprendizaje, pero no buscan comprenderlos formalmente, sino que van a lo interno, lo transversal, lo micropolítico: ¿cómo se gestionan estos espacios colectivos?, ¿de qué formas se comparte la información?, ¿qué es lo que se comparte? De las prácticas pedagógicas, hemos aprendido quizás lo más oculto: cómo funcionan los espacios colectivos y los procesos diversos y particulares de cada persona dentro de esa colectividad.

Entendemos nuestra práctica como el ejercicio de un pensamiento artístico. Cualquier práctica que surja de un proceso de exploración con elementos artísticos, puede ser una práctica artística, independientemente de la disciplina desde donde se ejerza. Por tanto, la práctica educativa también puede ser una práctica artística, al igual que esta tiene el potencial de ser una práctica educativa. No nos interesa profundizar en estos límites sino trabajar ignorando esos límites.

Actualmente, nuestra práctica se trata de: idear, conceptualizar, diseñar, gestionar, ejecutar, y reflexionar en procesos que trabajan con y para colectividades, partiendo de prácticas y principios epistemológicos del arte para generar espacios de aprendizaje y reflexión.

Aprendizaje

Nuestro proceso de construcción desde lo común no solo sucede en los talleres, sino desde que nos juntamos a trabajar. Venimos de recorridos académicos y profesionales distintos, como el teatro o el activismo; esto nos ha permitido entender la necesidad de hacer juntas y con otras, no solo porque enriquece el proceso, sino porque no sería posible de otra forma.

Nuestra base común son las pedagogías críticas. Leemos y citamos a Mônica Hoff, a Ivan Illich, a Paulo Freire, a Silvia Rivera Cusicanqui. También tenemos influencias de referentes poéticos en los aspectos más formales de nuestros proyectos, desde las artes escénicas, el diseño, la visualidad en general. También utilizamos muchas herramientas performáticas y, recientemente, estamos explorando el lenguaje sonoro y el audiovisual. En algunas de las mediaciones hemos activado textos de distintos dramaturgos como Rodrigo García o textos literarios de Georges Perec, Verónica Gerber, Alejandro Zambra...

Procesos

 Inicios

No hay una forma estandarizada, cada proyecto exige en relación a su contexto. A veces alguien lleva una idea, experiencia o referencia detonadora, o surge en alguna conversación con alguien más. Pensamos en formas de conectarnos con el contexto, con las personas participantes y ellas entre sí. Nos interesa que la idea movilizadora surja de la honestidad, de un ejercicio situado, es decir, de la escucha y de la observación real.

La copia es una de nuestras prácticas favoritas. Tomamos, cambiamos y referenciamos cosas distintas cada vez: un formato, una propuesta visual, el resultado de alguna experiencia, un evento cotidiano. Fue así como llegamos a hablar de jaqueo: tomar algo y transformarlo según las necesidades propias, siempre nombrando el lugar desde donde nació la idea. Esta estrategia la hemos incorporado de forma transversal y casi inconsciente a todos nuestros proyectos, como un juego interno que permite desmontar el poder, hacer las cosas de otra manera, escuchar, aceptar el contexto, soltar estructuras, arriesgar y explorar más fácilmente.

Cuestionamientos

La contingencia es nuestra zancadilla favorita. Nos esforzamos por minimizar la incertidumbre interna en el proceso previo, pero en la mediación nos entregamos a la idea de que pase lo que tenga que pasar, confiamos en el proceso, la metodología y los dispositivos que diseñamos. Pero sobre todo confiamos en estar presentes: sentir los tiempos y energías de las personas, observar, escuchar y dar espacio al acontecimiento.

Incorporar la contingencia o la intuición es también posible por la confianza que nos tenemos, sentimos que LaRuidosa es un espacio seguro para jugar y probar ideas. Confiamos en la intuición, el criterio y el compromiso de cada una. Eso y la comunicación que hemos desarrollado en estos tres años trabajando juntas, nos permiten gestionar más fluidamente cuando el tiempo es corto (que es casi siempre).

Aunque procuramos reivindicar el error como un detonador creativo, hay cosas difíciles de soltar. Somos estructuradas y perfeccionistas, cuando diseñamos, tratamos de pensar en todo, pero cuando mediamos, sabemos que no tenemos control sobre nada. Intentamos abrazar esa idea y hacerla central durante el encuentro. No significa que sea fácil o que lo hagamos siempre bien, pero es una premisa.

Estrategias

Usualmente diseñamos primero un piso común, un planteamiento de los objetivos del encuentro. Luego, puede pasar que nos dividamos temas o ideas a trabajar y cada quien escoge desde dónde abordarla; o que trabajemos colectivamente todo el diseño de la mediación. Esta modalidad hace todo más lento, pero reconocemos que siempre es más rico el resultado.

Nos interesan las reflexiones que podemos traer individualmente, así como las fricciones, tensiones, derivas y ampliaciones que esos detonantes nos producen. A veces una propone un ejercicio, la otra se lo cuestiona y la tercera modifica la idea original. Juntas creamos el concepto final. Esto nos permite aprender constantemente de las demás, así como incorporar herramientas aprendidas en el colectivo a nuestras prácticas individuales. Un círculo vicioso digno de circular.

Procedimientos

Trabajamos desde un ejercicio performático, nos gusta la acción. Pensamos/Sentimos/Somos cuerpo. Utilizamos elementos para generar una escena o atmósfera: colocamos objetos, ajustamos luces, pensamos en la disposición del espacio y las corporalidades que lo van a usar. Siempre compartimos algo de beber y comer, y tenemos un playlist para cada mediación. En los encuentros a distancia, invitamos a que cada quien sienta y piense su espacio, que se tome un momento para reconocer el lugar y darle un carácter especial al encuentro. Pequeñas acciones que hacen que la mediación sea extracotidiana.

Nos gusta conectar previamente con quienes vamos a trabajar, así que procuramos enviar siempre antes un mensaje (un correo, un audio, una pregunta...). Luego, orgánicamente, esto puede derivar en un ejercicio de correspondencia: entregar algo, esperar la respuesta, finalizar el proyecto pero saber que la correspondencia queda abierta para enviar-recibir algo en cualquier momento. El encuentro, la convivencia, el intercambio son la base de lo que hacemos, entonces es importante generar una disposición; por eso lo performático y lo afectivo: para celebrar el encuentro.

También en la escritura hallamos una posibilidad de compartir ideas, dudas y reflexiones, a través de manifiestos. Tenemos varios temas: la fiesta, la No-Escuela, la correspondencia. Todos contienen preguntas (muchas veces sin respuesta) y posicionamientos que aclaran desde nuestro lugar de enunciación.

La importancia que damos a sistematizar y organizar nuestros procesos se ha manifestado en un gusto por el archivo. Planteamos ejercicios de documentación poética para continuar construyendo el nuestro. El archivo total abarca todos los proyectos/mediaciones/encuentros: materiales, referencias, documentación de actividades, documentación poética. Todo se almacena en nuestro Drive, se visualiza en redes sociales y se comparte en el siguiente evento. Otro círculo vicioso que nos enorgullece.

Diálogos

Consideramos que nuestra práctica también tiene algo de gestión cultural. Nos interesa generar espacios colectivos, ejercitar el trabajo en red y hacer comunidad. Nuestros proyectos nacen de temas, necesidades o ganas de aprender, nuestras o de las colectividades involucradas.

Si hablamos de precariedad, de pocos recursos y de escasez de espacios en nuestro contexto, también tenemos que hablar de generosidad, de abundancia de conocimientos y herramientas que encontramos cuando nos acercamos a otras personas para hacer juntas, teniéndolas como mediadoras invitadas. En muchos casos, procuramos que no sean cercanas a los espacios del arte, sino personas expertas en los temas con los que estamos trabajando.

Nos interesa brindar un espacio para el consenso y la construcción colectiva, así que el diseño de los encuentros está pensado para generar la posibilidad de escuchar las voces individuales y luego compartirlas como una voz colectiva, que permita conocer las múltiples perspectivas. Tenemos claro que las sesiones no las construimos solas y que los proyectos existen porque hay muchos cuerpos haciéndolos suceder desde diferentes roles.

La Ruidosa Oficina trabajando desde la transdisciplinariedad. Cortesía: La Ruidosa Oficina.

Proyectos

En proceso

Este año hemos sido invitadas a trabajar en proyectos que derivan en algún tipo de publicación, esto nos ha dado la posibilidad de trabajar en la escritura y el pensamiento. Estamos reflexionando sobre nuestro proceso de trabajo en relación a la sostenibilidad y nuestra autoexplotación; también nos estamos pensando en relación al contexto latinoamericano gracias a la participación en redes internacionales y el acercamiento a otras colectivas.

Estamos pensando en torno a un concepto de la No-Escuela que ahora entendemos de forma expandida, como manera de nombrar una práctica metodológica que atraviesa todos nuestros procesos y que tiene que ver con poner el cuido, los afectos y los deseos al centro de los procesos colectivos. Usamos la metáfora de la fiesta-aprendizaje como imagen para materializar la forma en que queremos que funcionen esos espacios, sin negar la complejidad, sin rehuir el conflicto, pero dando lugar a lo celebratorio, lo volitivo, lo subjetivo, lo informal, a la curiosidad y al deseo.

La idea de ritual es bastante más cercana a lo que pensamos como espacios de enseñanza-aprendizaje, en relación a la estimulación de los sentidos, a la exaltación del espacio, al reconocimiento de las subjetividades. Todos los demás elementos (lo performático, la correspondencia, los manifiestos, los archivos y el jaqueo) existen en función de la creación de ese ritual.

En perspectiva

A inicios de 2020 íbamos a desarrollar un proyecto que nos hacía mucha ilusión: La No-Escuela: Ceremonia de los órganos. Lo planteamos como un espacio colectivo permanente (de al menos un año) para conocer sobre saberes no hegemónicos utilizando el cuerpo como punto de partida y vínculo poético. Tuvimos muchos aprendizajes mientras diseñábamos el espacio y ante los imprevistos, tuvimos que tomar decisiones en el camino acerca de la conformación del grupo y la dinámica. Finalmente, el tiempo y la pandemia decantaron muchas cosas del proyecto. Fue un gran reto pensar cómo traducir nuestra práctica a una pantalla, cómo gestionar el encuentro colectivo estando cada quien en su casa. Fue necesario aceptar que lo que habíamos imaginado no sería del todo: sin abrazos, sin conversas de after, sin cervezas.

Otro cambio fue económico. Inicialmente sería una mediación cada seis semanas, pero la institución que financiaba las redujo a cuatro en total, incluida la que ya habíamos tenido. Esto nos puso a pensar y priorizar proyectos que permitieran acciones desde el espacio individual: cocinar, tomar una clase de LESCO y realizar la construcción y el estudio de nuestro árbol genealógico.

Todos estos tropiezos, dudas, inexperiencias y demás, desencadenaron reflexiones en torno al espacio. Pero ha sido el carácter permanente y extendido en el tiempo de este proyecto lo que nos ha dejado más aprendizajes sobre nuestras metodologías, principios y funcionamiento. La idea de la No-Escuela expandida ha sido un concepto que aparece ahora, un año después. Poder pensar nuestros principios ruidosos a partir de esa idea es posible solamente porque el espacio se sostuvo en el tiempo. Es un proceso que no ha finalizado y que se está convirtiendo en una compresión de nuestro accionar.

Contextos

Para pensar el diseño nos interesa conocer el espacio en el que vamos a trabajar, a veces en un sentido geográfico, otras en un sentido social, incluso en un sentido emocional, y a veces en todos ellos. Por eso iniciamos el ejercicio de la correspondencia. Desde esa política de los afectos y el cuido, sentimos que el contexto es también lo que está pasando en el encuentro: la energía, la participación o no, el cansancio y las ganas. Todo esto también lo atendemos en el momento. Sabemos que el diseño puede seguir cambiando hasta que el encuentro finaliza.

También nuestro propio contexto se hace presente. A veces estamos cansadas, afectadas o en conflicto. Hemos decido enunciar ese lugar donde nos encontramos cuando lo sentimos necesario. En otros momentos, de forma más invisible, nombramos nuestro contexto en relación a la sostenibilidad y nuestras gestiones. A veces, de ese nombrar, surgen preguntas: ¿para qué mediamos?, ¿cuál es nuestra urgencia? Por todo esto, intentamos —aunque no siempre logramos— generar alternativas de encuentro y aprendizaje que respondan a necesidades locales y propias.

La Ruidosa Oficina: Activación de Proyectos Artísticos y Culturales junto a las ADI. Municipalidad de Moravia, Costa Rica (2020). Cortesía: La Ruidosa Oficina.

Otras reflexiones

Tenemos más preguntas que certezas sobre nuestro hacer. Entender cómo trabajamos es algo en construcción. Queremos compartir que, así como no todo es luminoso en la fiesta, no todo es luminoso en nuestra práctica. Hacer lo que hacemos puede ser frustrante, son proyectos que no son sostenibles y surgen en contextos de precariedad económica. Muchas veces nos autoexplotamos para que sean reales las mediaciones que diseñamos. Damos mucho de nuestro trabajo y en lo material recibimos poco de las instituciones. No vivimos de esto, las tres tenemos varios trabajos, un poco porque somos hormigas, pero bastante es porque la inestabilidad material y económica concreta de nuestro contexto da miedo. Nos parece importante nombrar el tema de la sostenibilidad y hacerlo visible en los espacios de arte, donde no suele hablarse de cuáles son las acciones que permiten que quienes trabajamos en esto tengamos ingresos suficientes para vivir en una casa y pagar recibos. Quizás por eso insistimos tanto en construir desde el cuido, el afecto y la solidaridad (aunque a veces acabemos descuidándonos nosotras).