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Estudio al hombro: aprendizajes e incertidumbres en prácticas de arquitectura latinoamericana

20.04.2024

por Nicolás Valencia

En la riqueza de realidades, intereses y enfoques que ofrece la arquitectura latinoamericana contemporánea, existe una línea de arquitectas y arquitectos jóvenes interesados en la inteligencia colectiva, la dilución jerárquica y una equilibrada inclinación por sus procesos y resultados. Para ellos, las características geográficas, económicas, sociales y culturales de su contexto son condiciones de trabajo, no un problema.

El arquitecto chileno Fernando Pérez Oyarzún, director del Museo Nacional de Bellas Artes (2019-2023) y Premio Nacional de Arquitectura 2022, planteó en una reciente entrevista:

“Yo siempre he hecho un esfuerzo enorme por no separar un discurso teórico de la experiencia de construcción y del proyecto. La experiencia del proyecto es una experiencia de construcción virtual, una construcción anticipada”.

FERNANDO PÉREZ OYARZÚN: La enseñanza es una combinación virtuosa de entusiasmo y rigor

En su caso, esta voluntad está materializada en su colosal serie Arquitectura en el Chile del siglo XX y en la construcción de obras como la Escuela de Medicina y la Biblioteca de Biomédica de la Pontificia Universidad Católica de Chile junto a Alejandro Aravena, ganador del Premio Pritzker 2016. 

Mientras que para aquellas arquitectas y arquitectos emergentes que, en distintos puntos de Latinoamérica, ejercen una sana dosis de realidad y pragmatismo, su visión teórica se gesta como resultado de sus experiencias de construcción, como las define Pérez Oyarzún. Y por lo tanto, el registro, análisis y reflexión de sus procesos es clave para estructurar su visión teórica.

En Cuba, Albor Arquitectos, Infraestudio y Ad Urbis Arquitectos forman parte de la actual ola de oficinas privadas que intentan ejercer en la isla bajo el formato de construcción por esfuerzo propio —un tipo de autoconstrucción permitido para las obras de pequeña escala y bajo presupuesto desde la tímida apertura económica del régimen castrista a partir de 2010. 

Albor Arquitectos combina investigación y práctica a través del diseño y construcción de viviendas unifamiliares, la tipología por excelencia de la experimentación en la historia de la arquitectura. Su interés por “diluir jerarquías”  busca “una dinámica basada en la multiplicidad de lecturas del problema y el replanteo continuo de las posibles respuestas”. 

Esta dilución jerárquica no es simplemente buena voluntad, sino que es una herramienta que les permite una ejecución más eficiente de los proyectos. Así lo explicó el equipo de Albor:

“La condición de trabajo paralelo o alternativo, generalmente, terminaba difuminando los límites laborales convencionales, al estar los procesos descolocados de sus ubicaciones tradicionales y desarrollarse de manera prácticamente nómada, con el estudio al hombro, en itinerarios que iban alternando [de lugar]”.

Otro elemento común entre estas oficinas y prácticas es la presencia de una inteligencia colectiva que no solo comprende el conocimiento de todas las arquitectas y arquitectos involucrados en el encargo, sino también a clientes, trabajadores, la comunidad beneficiada (si aplica) y los conocimientos ancestrales (o vernáculos, como a veces se les llama) sobre construcción en esos ecosistemas.

En este escenario, la inteligencia colectiva no equivale a participación ciudadana, ya que esta última es un conjunto de observaciones, conocimientos y antecedentes sobre el lugar intervenido por parte de quienes se verán beneficiados en un proyecto de alcance público y que luego también influirán en su desarrollo en aspectos determinados.

Aquí la inteligencia colectiva se entiende como la posibilidad para estos diseñadores de recuperar soluciones constructivas históricas (o ancestrales) de bajo costo en la arquitectura contemporánea bajo nuevos códigos, usos y estéticas.

Bajo este paraguas se encuentran oficinas como las ecuatorianas Natura Futura, ENSUSITIO y Al Borde; la arquitecta ítalo-peruana Marta Maccaglia (Semillas); las paraguayas Oficina de Arquitectura X (Nicole Jaquet + Felipe Ramírez), -=+X- Arquitectura (Sonia Carísimo + Francisco Tomboly), Mínimo Común, Equipo de Arquitectura (Horacio Cherniavsky + Viviana Pozzoli); la oficina colombiana Ruta 4 y la costarricense Entre Nos Atelier.

Celebración de inauguración y entrega del espacio a la comunidad. Bailes típicos de la cultura del Pacífico colombiano y desfile de modas por parte de los jóvenes de la comunidad del Plumón Alto.

Cortesía: Ruta 4.

Un gran ejemplo de esta idea es La Cabina de la Curiosidad, la dupla franco-ecuatoriana integrada por Marie Combette y Daniel Moreno. Al igual que David Barragán (Al Borde) y Carolina Rodas (Rama Estudio), Moreno es parte de la generación ecuatoriana formada por el español José María Sáez, “el tronco conceptual del brutalismo de la substracción”, como lo definió Ana María Durán, otra de las invitadas académicas de LA ESCUELA___ durante 2023.

Desde su asociación con Combette, la dupla ha acentuado el interés por “la inteligencia colectiva en la solución de problemas específicos cotidianos; nos estimula el conocimiento ancestral adquirido a través del tiempo con el dominio de los materiales naturales; exploradores, botánicos, naturalistas de otras épocas nos han maravillado y nos han ayudado a la comprensión del lugar en donde vivimos”.

Estas oficinas mencionadas están en un proceso de constante aprendizaje, abrazan la incertidumbre y están tan interesadas en los procesos como en los resultados. “Para nosotros es importante que los materiales sean lo que son, con sus rasgaduras, con sus defectos, con sus características intrínsecas”, escribieron Combette y Moreno.

Archivo de las luchas sociales – La Cabina de la Curiosidad, Pablo Ayala, Silvia Vimos, Andrea Zambrano y Fernando Muñoz Miño. Cortesía: La Cabina de la Curiosidad.

Sin embargo, no todas las prácticas aún han condensado ese conocimiento y experiencias en discurso teóricos documentados (o al menos no de manera consolidada y consistente), sino que han optado por diversos formatos, incluyendo uno muy popular en Latinoamérica: el taller práctico o workshop. Este formato permite una rápida implementación, resultados físicos visibles y además son financieramente rentables en la mayoría de los casos.

El mayor exponente de este formato es el Taller Social Latinoamericano (TSL), un workshop dirigido por la Coordinadora Latinoamericana de Estudiantes de Arquitectura (CLEA). En el TSL, arquitectas, arquitectos y estudiantes analizan, diseñan y construyen equipamiento público con enfoque comunitario y social en sectores empobrecidos de Latinoamérica, donde la experiencia de construcción es también una experiencia pedagógica.

El ejercicio multidisciplinar es también altamente valorado por estas oficinas y diseñadores quienes invierten tiempo tanto en la etapa de búsqueda de referentes, cruces pedagógicos y estéticos como en la optimización de recursos materiales y económicos en la construcción de sus obras.

Como lectores estamos acostumbrados a que las estructuras narrativas sobre arquitectura construida —la exposición pública sobre el desarrollo y materialización de una obra— sean lineales: arquitecto recibe encargo, arquitecto presenta propuesta, cliente entrega feedback, arquitecto actualiza propuesta, cliente da visto bueno, construcción comienza, obra concluye, obra es documentada.

La linealidad es una de las herramientas que tenemos los seres humanos para otorgarle coherencia al caos. Sin embargo, la vida real poco tiene de linealidad. Coincidentemente, este grupo tiene un mayor interés en los procesos y sus búsquedas. De hecho, la documentación de los procesos puede convertirse en proyectos independientes de la obra construida, como es el caso de las oficinas ecuatorianas mencionadas y de una de las arquitectas más vanguardistas y experimentales en Latinoamérica: la artista chilena Nicole L’Huillier, quien explora sonidos y vibraciones como materiales de construcción. Así lo define ella misma:

“Durante esos años, pude dedicarle tiempo y energía a las posibilidades de creación, reflexión, diálogo, aprendizaje y colaboración, por medio de experimentos, errores, preguntas, relaciones, improvisaciones y el prestarle atención a los procesos más que a los resultados”.

Desde el arte, L’Huillier ha desarrollado lo que denomina dispositivos tecnoilógicos: “dispositivos difíciles de categorizar; son muy poco eficientes a nivel de resultados, pero enormemente generativos a nivel de procesos, relaciones y búsqueda de nuevas preguntas”.

“En lo concreto”, escribe la artista chilena, “hay tantas formas por las cuales un proyecto puede ser movilizado. Algunos requieren tiempos largos y procesos bien contenidos y organizados; otras ideas emergen de diálogos espontáneos y colaboraciones”.

Nicole L’Huillier: “La Orejona Records” (2023). Sesión de tamborileo. Akademie der Kunste, Transmediale, Berlín. Fotografía: Elisa Balmaceda. Cortesía: Nicole L’Huillier.

Esto recuerda a La Cabina de la Curiosidad, cuando plantean:

“Hemos hecho arquitectura con diálogos eternos, hemos dibujado procesos en rollos de papel calco infinitos, [...] hemos hecho exploraciones territoriales para entender la realidad [...] hemos hecho activismo por medio de la arquitectura y el urbanismo [...]. Hemos trabajado con sistemas matéricos, hemos hecho actos poéticos como lo describe Jodorowsky, hemos realizado artilugios para que el ser humano mueva su espacio y lo dinamice para que la arquitectura responda al movimiento vivo”.

Esta diversidad de encargos, formatos y resultados es estimado y estimulado en la arquitectura, porque, como plantean Beatriz Coeffé y Felipe Corvalán:

“La arquitectura, en comparación con otros ámbitos del conocimiento, presenta códigos y procedimientos distintos a los mecanismos comunes de referencia de las ciencias. Normalmente, la producción de conocimiento exige la incorporación de teorías, evidencias, estudios y experiencias desarrolladas previamente, siendo estas las que definen el avance sobre una materia determinada. En otras palabras, las nuevas ideas o hallazgos no son posibles sin reconocimiento del camino ya trazado por otros”.

Coeffé y Corvalán también destacan una práctica cotidiana en la arquitectura: la omisión de las fuentes. “El abierto reconocimiento [de fuentes] podría ser interpretado como un síntoma de debilidad o falta de originalidad y creatividad”, escriben.

Estas oficinas y prácticas se despojan precisamente de esa careta y son explícitas al mencionar sus referentes, sin miedo a que sus obras sean consideradas un plagio. Esto ocurre principalmente porque recurren a imaginarios de otras disciplinas desprovistas de construcción (La Cabina de la Curiosidad, Albor, Nicole L’Huillier) o porque su producción no se basa en autores ni genios históricos, sino en técnicas constructivas ancestrales, en un conocimiento colectivo sin apellido, como es el caso de la construcción con tierra en la arquitectura contemporánea de Paraguay, tal como ha destacado Melina Pekholtz, desde la generación de José Cubilla, Solano Benítez, Gloria Cabral y Javier Corvalán.

En conclusión, el panorama de la arquitectura latinoamericana contemporánea se revela como un tejido complejo y diverso, donde una constelación de arquitectas y arquitectos emergentes comparten una visión que va más allá de la mera construcción física. La voluntad de fusionar teoría y experiencia de construcción, diluir jerarquías y aprovechar la inteligencia colectiva destaca como un denominador común. Estos profesionales abrazan la realidad multifacética de sus entornos, asumiéndola como una condición de trabajo enriquecedora. A través de diversas prácticas, desde talleres comunitarios hasta la exploración artística de sonidos como material de construcción, demuestran un compromiso con el aprendizaje constante, la incertidumbre y la valoración de los procesos tanto como de los resultados, desafiando las convenciones lineales y promoviendo una arquitectura arraigada en la colaboración y la adaptabilidad.

El desarrollo de esta generación, aún joven, abre nuevas preguntas a futuro: ¿cómo evolucionará su visión teórica? ¿seguirán desarrollándola? ¿se mantendrán con tales características aquí descritas cuando el tamaño de sus encargos (o de sus propias oficinas) crezcan? ¿cómo reaccionarán a las características de las generaciones que les sucedan? ¿mantendrán sus visiones a medida que estas maduren y, quizás, se solidifiquen?